Ni los 'guardiolas'
De la casta de los famosos guardiolas s¨®lo queda el recuerdo de p¨¢ginas gloriosas. En la finca donde pastan se ha hecho amo y se?or el virus de la falta de raza y de codicia, y el resultado es otra tarde de decepci¨®n, si no de desesperaci¨®n, ante unos toros de buena planta, de salida airosa, de acometidas pujantes a los caballos, de agotamiento posterior y de mala clase que, finalmente, lo desluce todo. Toros duros, correosos, de media arrancada, de miradas malintencionadas que hicieron sudar a los toreros, pero ninguno colabor¨® noblemente al arte de torear.
Liria y Roble?o se llevaron el cuerpo dolorido despu¨¦s de sendas volteretas que se ganaron por su verg¨¹enza torera de exprimir una embestida que no exist¨ªa. El primero, cuando intentaba torear a su segundo con la derecha, result¨® prendido por la parte posterior de la rodilla izquierda que lo dej¨® renqueante, aunque no herido. El madrile?o salt¨® por los aires al intentar descabellar a su primero, que lo hab¨ªa puesto en serias dificultades.
Toda la corrida result¨® anodina porque no hubo toro con clase ni nobleza. Todos, en mayor o menor medida, empujaron en varas -el sexto derrib¨® al piquero con estr¨¦pito-, y todos se vinieron abajo en el tercio final y se las hicieron pasar canutas a la terna actuante. Varios se fueron a morir a las cercan¨ªas de toriles, lo que dice muy poco de su familia, y algunos fueron aplaudidos en el arrastre de manera inexplicable, lo que dice menos de muchos espectadores maestrantes.
La m¨¢s fea
Un a?o m¨¢s, Liria ha bailado con la m¨¢s fea; bueno, en realidad, con el m¨¢s gordo, porque su primero era una mole de carne de 673 kilos que lleg¨® a la muleta con una andar cansino, gazap¨®n y sin fuelle, con el que el torero se justific¨® mostrando al respetable los defectos del animal, y hasta m¨¢s ver. No fue el jabato de otras ocasiones, pero su oponente no parec¨ªa enemigo propio para una gesta. Se estir¨® en unas buenas ver¨®nicas en el cuarto, m¨¢s vareado y con m¨¢s pies, pero el gozo en un pozo. Sali¨® del caballo y se vino abajo. Tanto insisti¨® que se gan¨® la voltereta.
Se presentaba en esta plaza el madrile?o Fernando Roble?o y ha dejado una sincera carta de presentaci¨®n. No es un exquisito con los enga?os, pero no enga?a a nadie con un valor a carta cabal. Ya lo demostr¨® en su primera intervenci¨®n, en un quite muy ce?ido por chicuelinas en el primer toro de Canales. Su lote, parado y deslucido, s¨®lo le ha permitido ofrecer la honesta imagen de un torero con enormes ganas de triunfo, dispuesto sin cuento a jugarse la vida en cada envite. Su primero embest¨ªa a trompicones y buscaba el bulto con descaro. Roble?o consigui¨® algunos redondos estimables e incluso un natural largo a base de exponer y aguantar la nula claridad de la embestida. Al final, qued¨® con el cuerpo dolorido por la voltereta, pero con la satisfacci¨®n de saberse merecedor del respeto de la plaza. Parecida historia sucedi¨® en el sexto de la tarde, que apret¨® mucho en el caballo, lo derrib¨® y puso en serios apuros al piquero que, como suele ocurrir, despu¨¦s se veng¨® con un puyazo largo para dejar lisiado al toro de Guisando. El animal no dio ning¨²n tipo de facilidades, y Roble?o se limit¨®, que no es poco, a sortear con habilidad las tarascadas que le llegaban por ambos lados.
Canales Rivera corri¨® la misma suerte, aunque su labor fue m¨¢s anodina. Su lote result¨® muy soso, y ¨¦l tambi¨¦n es muy soso con capote y muleta. Un circular bien trazado en su primero y mucho pases vulgares en el otro.
Lo peor, sin duda, la decepci¨®n de un hierro hist¨®rico. Alg¨²n aficionado lo comentaba a la salida: ya, ni los guardiolas.
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