?'Pax americana'?
El d¨ªa de la toma de Bagdad, con la bandera de EE UU cubriendo el rostro de una estatua de Sadam, pasar¨¢ a la historia como el comienzo de la pax americana y, cuando tengamos m¨¢s perspectiva para contemplar sus implicaciones, como el comienzo de una etapa de mayor caos internacional. El s¨¢trapa iraqu¨ª no merec¨ªa figurar como rompeaguas de la historia en este comienzo del siglo XXI de la era cristiana, que no de las otras.
La reacci¨®n del reducido grupo de ciudadanos que colaboraban en la costosa operaci¨®n de derribo parec¨ªa definir el futuro. Alegres por la ca¨ªda del dictador, al que azotaban el rostro con zapatos -m¨¢xima ofensa en su cultura- e irritados por el gesto del soldado americano que pon¨ªa sobre la cabeza de Sadam la bandera de Estados Unidos y no la de Irak. Una sinopsis reveladora de lo que espera a los ocupantes.
Cay¨® la capital, sin apenas resistencia, como el resto del pa¨ªs -?por fortuna!-, van cayendo los naipes de la obscena baraja, aunque no aparezca Sadam, y tambi¨¦n han empezado a caer las mentiras de esta guerra. ?D¨®nde y cu¨¢ndo encontrar¨¢n las amenazas para la paz mundial? Nos dicen, apuntando a otros objetivos, que han debido desplazar armas y naipes a Siria, o amenazan a los iran¨ªes para que no interfieran en la comunidad chi¨ª iraqu¨ª, pues lo consideran asunto interno de Irak, es decir, competencia de Estados Unidos y Gran Breta?a.
Todav¨ªa hoy se pueden mantener dudas sobre la existencia de alg¨²n arsenal de armas de destrucci¨®n masiva. Incluso no debe excluirse que, pese a no haberlas empleado ni a la desesperada, tengamos alguna sorpresa porque hubieran entregado algunas a grupos terroristas nihilistas como ¨²ltima jugada. Las amenazas potenciales pueden haberse incrementado, pero, salvo la opini¨®n p¨²blica en Estados Unidos, la opini¨®n mundial no creer¨¢ en ning¨²n descubrimiento que no est¨¦ avalado por los inspectores de Naciones Unidas. De nuevo, la violentada legalidad internacional, tan imperfecta como se quiera, ser¨¢ vista como necesaria para ¨¦sta y otras misiones de futuro.
Tenemos la obligaci¨®n de encarar el futuro con algo m¨¢s de optimismo del que permite lo que estamos observando, pero es dif¨ªcil encontrar el espacio. Si la potencia de Israel, apoyada incondicionalmente por Estados Unidos, no est¨¢ en condiciones de ganar la paz frente a la Intifada en un peque?o territorio, aunque pudiera ganar guerras contra Egipto, Siria y Jordania al tiempo, qu¨¦ podemos esperar que ocurra en Irak, o en su complejo entorno.
La capacidad tecnol¨®gica y la potencia acumulada para ganar la guerra abren una etapa hist¨®rica distinta en el terreno puramente militar. Sin embargo, desde la Segunda Guerra Mundial, ninguna potencia ha consolidado una ocupaci¨®n territorial. En esta era que se pretende de pax americana, la novedad es la mayor facilidad para derrotar a un enemigo, y la sorpresa, la mayor dificultad para ganar la paz. ?Podr¨ªa recordar esto que la amenaza principal -el terrorismo internacional- no va a disminuir?
Algunos empezar¨¢n a comprender el desenlace de la guerra en el a?o 1991, cuando se cumpli¨® el mandato del Consejo y se renunci¨® a sobrepasarlo creando un vac¨ªo de poder como el que estamos viviendo. Tal vez vean la diferencia entre alguien que conoc¨ªa el mundo, como el viejo Bush, y el nuevo Bush, dispuesto a pon¨¦rselo por montera, desde la ignorancia.
Son muchas las v¨ªctimas de esta guerra. Las an¨®nimas que nunca conoceremos enterradas con las otras mentiras o las que se mantendr¨¢n en nuestras retinas un cierto tiempo porque aparecieron en televisi¨®n. Las que sentimos especialmente porque forman parte del nosotros, como Anguita Parrado o Jos¨¦ Couso y porque murieron en una guerra que este pueblo rechazaba en un 90%. Las de los ocupantes, por el llamado fuego amigo o por los combates de la guerra. Ahora se empiezan a contabilizar las de la paz.
Los que no tenemos vocaci¨®n de s¨²bditos del imperio benevolente que tanto complace a los dirigentes del PP, no queremos vivir en la pax americana, porque aspiramos a un orden internacional construido entre todos, a una gobernanza de la globalizaci¨®n que no venga de la hegemon¨ªa sin complejos que nos ofrecen los ide¨®logos de la Casa Blanca. Para colmo, si esta estrategia de dominaci¨®n del mundo sigue su curso, de triunfo militar y fracaso pol¨ªtico, el horizonte de sufrimiento se har¨¢ insoportable.
Esta percepci¨®n de la realidad, compleja como el mundo, es la que no quieren entender los extremistas, fundamentalistas y simplificadores que nos llevan por ese camino, descalificando a los que les advierten de lo que viene y a la opini¨®n p¨²blica mundial que, como una gran marea humana, grita que otro mundo es posible.
Vamos a ir comprobando que este fundamentalismo de nuevo cu?o no disminuye las amenazas reales que proceden de los integrismos violentos. La inseguridad pesar¨¢ sobre la otra crisis, tambi¨¦n mundial, que afecta a la econom¨ªa y al desarrollo de los pueblos. No habr¨¢ m¨¢s democracia, ni m¨¢s libertad, sino menos, en los pa¨ªses centrales y en los emergentes. No nos sentiremos m¨¢s seguros, sino menos, con el avance de esta estrategia.
Pero las v¨ªctimas de la guerra, que lo son de la estrategia de las Azores, no quedan ah¨ª. Naciones Unidas, la Alianza Atl¨¢ntica, la Uni¨®n Europea, han sufrido heridas dif¨ªciles de curar, aunque nuestra obligaci¨®n siga siendo intentarlo.
Todos reclaman un papel importante de Naciones Unidas en esta fase de posguerra, pero la confusi¨®n de la preguerra contin¨²a, como ha tenido ocasi¨®n de comprobar Blair en su visita a Putin. La clave sigue siendo la misma: para los ocupantes sin mandato del Consejo de Seguridad, la misi¨®n de Naciones Unidas no ser¨¢ la que la legalidad internacional le encomienda como garante de la paz y la seguridad, incluida la inacabada misi¨®n de los inspectores. Si quiere hacer algo debe ser subordinado al dictado del nuevo poder establecido, en las tareas que se le encarguen.
En nuestro pa¨ªs, gobernado por un presidente y un partido que pregunta a la oposici¨®n sin respeto, y no cumple la obligaci¨®n de responder de sus actuaciones, tenemos este problema agudizado por el talante arrogante y despreciativo con que se trata a la opini¨®n p¨²blica. No sabemos -tampoco ahora- si las decisiones de participar en tareas de orden p¨²blico en Irak piensan desarrollarse bajo mandato de Naciones Unidas o bajo mandato de EE UU, aunque parezca claro lo segundo. ?Se har¨¢ responsable el Gobierno de las consecuencias o culpar¨¢ a los dem¨¢s?Se pretende legitimar la ocupaci¨®n despu¨¦s de decidirla contra el Consejo de Seguridad, y se contin¨²a descalificando a quienes se oponen. Por eso tendremos que recoser los desgarrones de unas Naciones Unidas que si no existieran -aun con sus fallos- tendr¨ªamos la obligaci¨®n de reinventar.
La Alianza Atl¨¢ntica, que ten¨ªa la vieja misi¨®n defensiva frente a la amenaza del Este en un mundo bipolar ya liquidado, ha sido menospreciada y sustituida por la teor¨ªa de las alianzas coyunturales y oportunistas. Esto no se le ocurri¨® a Europa, por muchos que sean los fallos en la UE. Sigo pensando que los v¨ªnculos transatl¨¢nticos, con elementos de permanencia que sobrepasan a la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, no son sustituibles para Europa, por lo que habr¨ªan de evitarse los deterioros y fracturas que se han puesto de manifiesto. Pero son asimismo importantes para Estados Unidos, cuando entiendan que su sustituci¨®n por las alianzas ad hoc basadas en la teor¨ªa de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo (Bin Laden o Sadam Husein), no les sirvan para combatir la amenaza del terrorismo internacional. El riesgo de fractura de la confianza entre socios permanentes lo pagaremos todos, ?y caro!
Sin embargo, habr¨ªa que evitar que la OTAN se involucre como fuerza multilateral en la posguerra iraqu¨ª, porque consolidar¨¢ la percepci¨®n de pacto judeocristiano frente al islam, habida cuenta de que la excepci¨®n -Turqu¨ªa- no debe -por razones hist¨®ricas obvias- tener presencia militar en Irak.
Sobre el proyecto de la Uni¨®n Europea como Uni¨®n Pol¨ªtica, la guerra de Irak ha producido un destrozo dif¨ªcilmente reparable. ?No les importar¨ªa a nuestros gobernantes compararlo con las consecuencias de la crisis y la guerra de 1991? ?Qui¨¦nes lo han hecho tan desastrosamente?
Pocas veces puede uno decir que se siente orgulloso de algo. Pero, despu¨¦s de habernos incorporado con el retraso que nos impuso el r¨¦gimen franquista durante tres d¨¦cadas, me siento orgulloso de pertenecer a la vieja Europa que desprecia la Administraci¨®n de Bush, de haber contribuido a su desarrollo pol¨ªtico y de mantener la vocaci¨®n europe¨ªsta para configurar un poder pol¨ªtico europeo que sea relevante en la gobernanza global.
No me gusta un futuro de c¨ªrculos conc¨¦ntricos, pero los intereses de algunos europeos, los errores de los for¨¢neos o las percepciones hist¨®ricas de otros, no dejan otro camino para avanzar hacia una Europa Pol¨ªtica capaz de decir algo relevante en materia de paz, seguridad y desarrollo. Naturalmente, sin cuestionar, ?por nuestra parte!, la importancia del v¨ªnculo atl¨¢ntico, al que desde Espa?a hay que a?adir la dimensi¨®n sur.
Francia y Alemania han sido hist¨®ricamente condici¨®n necesaria para avanzar en un proyecto de esta naturaleza, pero no pueden cumplir con la condici¨®n de suficiencia. Por esto es important¨ªsimo que no cometan errores en los pasos que emprendan y cuenten con las condiciones de suficiencia, incluyendo a los que compartan una vocaci¨®n europe¨ªsta decidida, o la vayan adquiriendo con el buen hacer del proyecto. Fraccionados, seguiremos siendo irrelevantes. Juntos, aunque sea a trav¨¦s de c¨ªrculos que tengan la voluntad de ampliarse, podemos ayudar a la gobernanza de un mundo mejor y ayudarnos a nosotros mismos. Hay que evitar que lo que era oportunidad hist¨®rica de una sola Europa tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn se convierta en una nueva divisi¨®n en beneficio de nadie.
Y... nos visita el Papa, que tambi¨¦n est¨¢ entre las v¨ªctimas de esta guerra. Su grito se oy¨® alto y claro. Millones de gentes lo entendieron, compartieran o no su fe. Como soy un cristiano que soporta la minusval¨ªa del abandono de esa fe, nunca hago valoraciones sobre la trascendencia de la inmanencia. Pero seguro que me va a entender cuando le digo que en esta terrenal cuesti¨®n de la guerra y la paz, de los peligros de esta aventura para el orden mundial, ha tenido raz¨®n y la tiene. Como no le debo obediencia, la coincidencia se basa en la libertad responsable, como la discrepancia en otras materias.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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