Otro municipio es posible
La democracia pura ha sido desde el principio la participaci¨®n efectiva en los asuntos comunes de los habitantes de un lugar como ejercicio de su libertad personal. Atenas fue una aldea y Roma, una federaci¨®n de municipios de base familiar. La polis griega y la civitas romana han dado nombre a lo pol¨ªtico y a lo ciudadano, adjetivos sustantivados de lo que hoy es nacional y democr¨¢tico. El t¨¦rmino latino municipium significaba "asunto y obligaci¨®n responsable", que implicaba la libre decisi¨®n de un grupo humano frente a la imposici¨®n de poderes ajenos. Nuestro Consell de Cent medieval fue la respuesta federada de grupos urbanos al poder feudal o regio. Barcelona aseguraba la libertad frente al vasallaje mientras que la rural¨ªa exterior a aquella corporaci¨®n metropolitana segu¨ªa sufri¨¦ndolo. M¨¢s tarde, la revoluci¨®n liberal burguesa se fragu¨® desde peque?as ciudades o burgos y, en 1871, Marx vio en la experiencia popular autogestionaria de la Comuna de Par¨ªs el modelo de una dictadura liberadora del proletariado. Las izquierdas espa?olas fueron siempre municipalistas porque en el municipio se viv¨ªan los problemas fundamentales del pueblo llano. Los federales de Pi i Margall, los anarquistas y los socialistas tuvieron como objetivos sociales lograr ayuntamientos honestos y eficaces al servicio de la gente. De las ciudades m¨¢s vivas surgieron durante el siglo XIX todos los intentos democratizadores de un Estado autoritario, plutocr¨¢tico y centralista, as¨ª como los movimientos obreros y populares que colaboraron a traer ambas rep¨²blicas en 1873 y 1931.
En 1979, tras 40 a?os de dictadura franquista y de ayuntamientos impuestos desde Madrid, las primeras elecciones municipales en libertad supusieron, antes que las comunidades aut¨®nomas, una verdadera revoluci¨®n all¨ª donde las fuerzas progresistas pudieron por fin responder a las necesidades de la poblaci¨®n. Por eso los principales n¨²cleos urbanos de Catalu?a han sido gobernados durante un cuarto de siglo por partidos de izquierda y tan s¨®lo en peque?os n¨²cleos rurales ha persistido el caciquismo, el clientelismo y la compra de votos a cambio de ayudas interesadas por parte del poder pol¨ªtico de la derecha nacional conservadora. Por eso tambi¨¦n, dicho poder ha sido muy poco municipalista y ha visto en los ayuntamientos que no controlaba un contrapoder. Intent¨® destruir en su d¨ªa la Corporaci¨®n Metropolitana de Barcelona, considerada plataforma electoral de asalto a la Generalitat, y cre¨® unos consejos comarcales a su medida, elegidos para el control partidista del territorio mediante un sistema que reduc¨ªa hasta ahora mismo la representaci¨®n popular plural.
Pero en estos a?os, los males generados por una sociedad como la nuestra, cada vez m¨¢s moderna en tecnolog¨ªas, en af¨¢n de lucro, y en corrupci¨®n, han repercutido en la vida ciudadana y han planteado problemas locales en todo lugar, que muchos ayuntamientos, incluidos los de izquierdas, no han intentado o logrado resolver; siempre, todo sea dicho, dentro de los migrados presupuestos econ¨®micos a los que obliga una injusta distribuci¨®n de los recursos y una asunci¨®n forzada de competencias no ejercidas por la autoridad estatal o auton¨®mica. Esta situaci¨®n ha logrado movilizar poco a poco a la poblaci¨®n en defensa de sus interes vitales y ha producido conflictos y di¨¢logo con los ayuntamientos, que han vivificado la democracia al revelar la urgente necesidad de solucionar las cuestiones m¨¢s graves y, para ello, posibilitar nuevas v¨ªas de participaci¨®n popular.
Por citar tan s¨®lo los problemas m¨¢s conocidos y sufridos, bastar¨¢ hablar de la escasez de viviendas protegidas, el d¨¦ficit del transporte p¨²blico y el exceso de tr¨¢nsito de motos y autom¨®viles; las mafias transversales que imponen su poder en las ¨¢reas de responsabilidad urban¨ªstica; los da?os ecol¨®gicos y sanitarios de los gases t¨®xicos, el ruido y los residuos industriales; la escasez de escuelas y de guarder¨ªas; la integraci¨®n social y humana de los emigrantes extracomunitarios; la inseguridad ciudadana y la pobreza miserable de una parte cada vez mayor de la poblaci¨®n. A esto hay que a?adir que los ciudadanos carecen, en la pr¨¢ctica, de voz y voto en cuestiones que les afectan directamente, como son los planes urban¨ªsticos y la elaboraci¨®n del presupuesto municipal. Los emigrantes residentes estables no pueden participar en las elecciones si no son europeos. Carecemos de redes eficaces y de suficientes servicios interurbanos. La unidad del municipalismo catal¨¢n, dividido en dos agrupaciones de diferente adscripci¨®n pol¨ªtica, dificulta acuerdos positivos para todos. Y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, que, en el fondo, es el primero: es imprescindible una sinton¨ªa colaborante entre la nueva Generalitat que surgir¨¢ este oto?o y los ayuntamientos para resolver aquellos problemas que requieren el concurso desinteresado y solidario del poder auton¨®mico, pues, aunque algunos no lo creen, los municipios tambi¨¦n son la naci¨®n catalana.
Los consistorios que se formen el pr¨®ximo d¨ªa 25 tienen ante s¨ª una ingente tarea, que los votantes habr¨¢n de tener muy en cuenta. Es obvio que los partidos de la izquierda social se hallan, por tradici¨®n, experiencia y voluntad, m¨¢s pr¨®ximos a los objetivos se?alados, pero por eso mismo necesitan m¨¢s presi¨®n electoral, m¨¢s exigencia popular para ser en verdad representativos y, sobre todo, para no dejar sus promesas en agua de borrajas. M¨¢s que una mayor¨ªa absoluta que les tranquilicce y pueda conducirles a una futura pasividad conformista, los ediles del ma?ana necesitan que el elector premie al grupo que, en cada municipio, haya demostrado o est¨¦ en condiciones de demostrar que pugna sinceramente por alcanzar las metas que acabo de proponer. S¨®lo una mayor¨ªa de gobierno que, en su pluralidad, cuente con la presi¨®n decisiva de quienes se comprometen a luchar por ellas podr¨¢, como m¨ªnimo, intentarlo. Catalu?a es uno de los pa¨ªses que ha captado antes y mejor el mensaje universal de Porto Alegre. La verdadera batalla contra la globalizaci¨®n capitalista, guerrera y antidemocr¨¢tica comienza por el ¨¢mbito local, por unas ciudades y pueblos m¨¢s libres, humanos y solidarios. M¨¢s democr¨¢ticos, m¨¢s participativos. Tambi¨¦n otros municipios son posibles. En nuestra mano est¨¢.
J. A. Gonz¨¢lez Casanova es profesor de Derecho Constitucional de la UB
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