Picasso y los ocres de G¨®sol
Un pueblo leridano que inspir¨® al pintor durante el verano de 1906
Es un episodio poco comentado. Sin embargo, aquellos tres meses iban a ser cruciales para Picasso. A finales de mayo de 1906, el pintor viaj¨® con Fernande Olivier desde Par¨ªs a Barcelona, y de ah¨ª al pueblecito leridano de G¨®sol, en la sierra del Cad¨ª; un rinc¨®n perdido (entonces) en una sierra perdida. Aquel verano iba a suponer una crisis muda y un cambio importante para el joven Picasso. Para la historia del arte, aquel est¨ªo supon¨ªa el avance de algunos pasos en su carrera de fondo, universal y ancha.
Picasso se encontraba instalado en Par¨ªs, definitivamente. La fortuna empezaba a hacerle gui?os. Ten¨ªa 24 a?os. Estaba con Fernande, una muchacha bonita y lista (con la que vivir¨ªa siete a?os). Atr¨¢s quedaban las penurias, el fr¨ªo, la bohemia ¨¢spera. Algunos burgueses bienaventurados hab¨ªan empezado a comprarle trabajos. Empezaba a tratar con gente importante. La pena profunda de los azules ya no encajaba en sus perspectivas optimistas, y hasta los rosas empezaban a tambalearse. Todo estaba a punto en su ¨¢nimo para cambiar de etapa.
El aire del pre-Pirineo y la hospitalidad de sus habitantes envuelven la sierra del Cad¨ª. El viajero se topa hoy con los mismos elementos que marcaron al joven artista, que pint¨® aqu¨ª cien cuadros.
El viaje a la sierra del Cad¨ª har¨ªa el cambio inevitable. La pareja viaj¨® en tren a Barcelona, y de all¨ª en tren-tranv¨ªa a Guardiola. En este pueblo de la comarca del Bergued¨¢ tuvieron que alquilar un mulo, el ¨²nico medio entonces para salvar los precipicios de la sierra. Se instalaron en la ¨²nica fonda que hab¨ªa en G¨®sol, Cal Tampanada. Picasso gastar¨ªa muchas horas de charla con el abuelo de la familia, Josep Fondevila, al que retrat¨®. G¨®sol era un pueblo de apenas 800 vecinos, cerrado, aut¨¢rquico, alimentado con cuatro patatas, algo de grano, algunas ovejas y vacas, caza. El contrabando era una actividad que no planteaba problemas de conciencia a aquellos descendientes de los herejes c¨¢taros, los que hab¨ªan encontrado refugio en los castillos y propiedades de los se?ores de G¨®sol y de la vecina Josa, en tiempos medievales. A Picasso le fascinaban las historias de los contrabandistas, y Fernande dej¨® escrito en sus Recuerdos ¨ªntimos: "G¨®sol fue una maravilla. All¨ª en las alturas, en medio de un aire de incre¨ªble pureza, por encima de las nubes, rodeados de gentes amables, hospitalarias, desinteresadas, casi todos contrabandistas, pudimos encontrar lo que tal vez sea la felicidad".
Los paseos por las ruinas del castillo, las ermitas de la sierra, los estratos de f¨®siles, las partidas de naipes con los lugare?os, todo ello era caldo de una cocci¨®n interior, lenta e implacable. En G¨®sol se desvanec¨ªa, definitivamente, la tristeza acad¨¦mica de los periodos azul y rosa. El suelo pedregoso y duro, pero real, acuciante, iba a imponer su propio color terrizo. Picasso pint¨® mucho en G¨®sol, unos cien cuadros. Y llen¨® de apuntes y bocetos un cuadernillo, el Carnet catal¨¢ (puede verse un facs¨ªmil en el museo de G¨®sol), donde se aprecia una b¨²squeda de estructuras por debajo de las formas. No hay que exagerar, no se puede decir que G¨®sol cambiara la trayectoria de Picasso; lo que ¨¦l ten¨ªa en su cabeza, all¨ª estaba, pero es cierto que la tierra es un catalizador para el artista, y hace cristalizar unas cosas y no otras.
Un cubismo por inventar
El cuadro Cases de G¨®sol (el original est¨¢ en el Museo Picasso de Par¨ªs) es una composici¨®n a caballo entre C¨¦zanne y un cubismo por inventar. El regreso, a finales de agosto, fue como volver de la cosecha. No le bast¨® un mulo, como a la venida, sino que necesit¨® una recua para transportar lienzos, cachivaches y dos maletas de f¨®siles. En Par¨ªs se consum¨® el proceso creador.
En 1992 se celebr¨® en Barcelona una exposici¨®n memorable, De la ¨¦poca rosa a los ocres de G¨®sol. Dentro de tres a?os se recordar¨¢ con nuevas muestras y eventos el centenario de aquel verano en la sierra del Cad¨ª. La sierra ya no es aquel territorio abismado y mar-ginal que conocieron Fernande y Picasso. Una magn¨ªfica calzada ensarta pueblos y pedan¨ªas, muy codiciados por los veraneantes. Tampoco es que haya cambiado tanto el paisaje: ah¨ª siguen los pueblos agazapados como animalejos, con las orejas tiesas del campanario siempre alerta; ah¨ª sigue la donna dels pans que retrat¨® el artista, s¨®lo que en bronce, en medio de la plaza de G¨®sol; ah¨ª siguen los castillos rebeldes, escalados por senderistas que recorren el llamado Cam¨ª dels Bons Homes, o camino de los c¨¢taros, aquellos herejes bisabuelos de los contrabandistas. La gente ya no hace contrabando, sino turismo rural y cosas por el estilo. Los tiempos cambian, y cambia la gente. Aunque tal vez no sea el tiempo el que nos muda, sino al rev¨¦s: lo que hace cambiar una ¨¦poca son tipos como aquel Pau de G¨®sol (as¨ª firm¨® su correspondencia Pau Picasso aquel verano) que empezaba a sentirse feliz.
GU?A PR?CTICA
Dormir
- Hostal Cal Francisco (973 37 00 75). Ctra. de Bag¨¢, s/n. G¨®sol. La doble, 36.
- Hostal Cal Triuet (973 37 00 72). Plaza Mayor, 4. G¨®sol. 30 euros.
- Ca l'Esteve (973 37 01 26). G¨®sol. Apartamento para 4, 138 euros de viernes a domingo.
- Cal Puxica (973 37 02 61). Vistalegre, 7. G¨®sol. Casa entera para dos, 54.
Comer
- Niu Nou (938 24 42 53). En Bag¨¢. Platos c¨¢taros. Unos 25 euros.
- Restaurante del hotel El Castell de Ciutat (973 3
5 00 00) en La Seu d'Urgell. A partir de unos 50 euros.
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