Sobre h¨¦roes, soldados y buenas personas en general
Fui a ver Soldados de Salamina con todas las reservas de este mundo. Hab¨ªa le¨ªdo la novela hace un par de veranos, me hab¨ªa entusiasmado y tem¨ªa la consabida decepci¨®n que suele experimentar casi todo lector cuando compara la manera en que ¨¦l se hab¨ªa representado los escenarios de la acci¨®n, los rostros de los protagonistas e incluso la entonaci¨®n de sus palabras o sus gestos, con la manera, inevitablemente distinta, en que ese otro lector que es el director se ha representado los mismos escenarios, los mismos rostros, las mismas palabras o gestos.
Por a?adidura, reconozco que recelaba de los cambios que David Trueba hab¨ªa introducido en el gui¨®n respecto a la novela. En particular, tem¨ªa que la conversi¨®n del protagonista masculino en mujer terminara pas¨¢ndole al director una costosa factura al obligarle a transformar muchos registros y matices interiores del personaje principal del relato, y que esa obligada feminizaci¨®n terminara llevando la historia a unos lugares narrativos muy distintos a los que se describ¨ªan en la novela, y que tanto me hab¨ªan gustado.
A la salida del cine, mis recelos hab¨ªan desaparecido por completo, hasta el extremo de que tard¨¦ un rato en recordarlos de nuevo. El libro y la pel¨ªcula me hab¨ªan generado sus propias emociones, y me resultaba completamente irrelevante y fuera de lugar volver sobre mis propios pasos para entrar a comparar ambos productos. En todo caso, y en lo que respecta a mi reserva mayor, he de decir que qued¨¦ literalmente asombrado ante la composici¨®n llevada a cabo por Ariadna Gil, que llena de inteligencia y de vida a su personaje hasta hacerlo reventar de intensidad. Pero, sobre todo, me admir¨® la respetuosa delicadeza con la que el director hab¨ªa sabido apropiarse de la idea-fuerza que recorre el texto de Javier Cercas, para trasladarle luego al espectador, redoblados, el fecundo estupor, la luminosa perplejidad con los que se cierra la historia.
La protagonista anda buscando un h¨¦roe que no consigue encontrar, y cuando le pregunta al viejo combatiente republicano, a quien todos los indicios parecen se?alar como la persona buscada: "?Qu¨¦ cree que pens¨® el soldado que no dispar¨® a S¨¢nchez-Mazas?", aqu¨¦l le responde, sencillamente, "nada". Y a?ade, delat¨¢ndose (porque ¨¦l niega ser dicho soldado): "No pens¨® nada". La joven mujer tarda unos segundos en reaccionar hasta que, al despedirse, ¨¦l le pide que la abrace. En aquel momento se produce en ella algo parecido a una revelaci¨®n y -aunque me sobran algunas de las palabras concretas que pronuncia desde el taxi, mientras se aleja de la residencia de ancianos y la figura del hombre se va empeque?eciendo en la distancia- el rostro lleno de l¨¢grimas de Ariadna Gil resulta por s¨ª solo mucho m¨¢s elocuente que las torpes frases que apenas alcanza a balbucear.
Conocer a aquel hombre le ha permitido entender algo simple, pero definitivo: para ser bueno no hace falta tener ideas buenas, o estar animado por los mejores convencimientos. El soldado que no quiso matar a S¨¢nchez-Mazas era bueno sin m¨¢s, sin necesidad de discursos ni argumentos, porque es bueno, a fin de cuentas, aquel que es capaz de actos buenos, aquel de quien fluye la bondad como el agua fluye del manantial. Alguien as¨ª no puede ser confundido con un h¨¦roe en sentido cl¨¢sico: ni nos va a salvar de peligros exteriores, ni, menos a¨²n, nos va a redimir de faltas propias. Pero, bien mirado, tal vez una persona como ¨¦sa constituya el ¨²nico tipo de h¨¦roe que hoy nos es dado esperar: alguien que nos devuelva, aunque sea por un instante, la confianza en que no todo est¨¢ perdido para la condici¨®n humana, en que la bondad todav¨ªa puede ser ejemplar, y el ejercicio de la misma, fuente de felicidad.
Algo parecido a esto me atrever¨ªa a asegurar que expresaban los rostros, alegremente emocionados, de los espectadores al encenderse las luces de la sala, mientras sonaba la estremecedora versi¨®n de Suspiros de Espa?a, interpretada por Diego El Cigala, con la que concluye esta hermosa pel¨ªcula.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de filosof¨ªa en la Universidad de Barcelona.
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