Domingos infantiles
"?Bienvenidos a Divertilandia, amiguitos!", saluda un t¨ªtere con onda de Tint¨ªn. Divertilandia est¨¢ en la Diagonal, frente al Palau Reial. El domingo es soleado en el coraz¨®n de la hoy tranquila zona universitaria y el Partido Popular ha montado su gui?ol para ni?os. Divertilandia es la ant¨ªtesis de la Barcelona realmente existente, gobernada por ese "l¨ªo de progres", que en el imaginario del PP es tan "gris y triste" como el Mosc¨² de Tint¨ªn en el pa¨ªs de los soviets.
Divertilandia narra una historia infantil can¨®nica: las brujas son malas, y los pr¨ªncipes, honrados. La siguen una docena de ni?os. Fuera de la carpa, Alberto Fern¨¢ndez est¨¢ satisfecho y estrecha manos. Y es l¨®gico. El PP de la posguerra de Irak quiere jugar sobre seguro. Cuando sale a la superficie quiere tener tantas garant¨ªas de victoria como el m¨ªtico sumergible alem¨¢n U-47 en la base de la Royal Navy de Scapa Flow.
Y las cosas, de momento, no le van mal. La clientela popular es entusiasta y previsible: pap¨¢s bronceados y con indumentaria informal de domingo, mam¨¢s con muchas horas de gimnasio, hijos e hijas a conjunto. Los t¨ªteres hablan ese castellano sin m¨¢cula de acento regional, pero f¨¢cilmente localizable en la zona monta?a de la Diagonal. Los candidatos populares est¨¢n contentos del ¨¦xito obtenido. Acaban de protagonizar en el gui?ol una historia de la Barcelona socialcomunista con arreglo al siguiente reparto: Marc, el alcaldable, Alberto Fern¨¢ndez D¨ªaz; Eva, ?ngels Esteller, diputada auton¨®mica; punk regenerado, Jordi Cornet, concejal barcelon¨¦s. El argumento se inicia con el paseo de una pareja heterosexual por la inc¨®moda y gris Barcelona.
-No tenemos bancos donde sentarnos. Y los que hay son todos tan raros... -dice la t¨ªtere Eva.
-Y todas las plazas duras, sin un solo ¨¢rbol que nos permita guarecernos -prosigue Marc.
-?Mira, un gamberro! -exclama la parejita alarmada.
A la vista de los ni?os, un individuo con cresta de punk, camisa floreada de hippy y bigote daliniano se entrega fren¨¦ticamente a hacer pintadas.
-?Qu¨¦ passsa, viejos! -les espeta el inc¨ªvico de vestimenta sincr¨¦tica.
-Llamar¨ªamos a un guardia urbano, pero no hemos visto ninguno. Como el alcalde s¨®lo se preocupa de poner sus fotograf¨ªas por toda la ciudad... -a?aden, l¨®gicamente alarmados, los novios.
Ante la falta de poder de coerci¨®n, la pareja se decide a utilizar el de convicci¨®n.
-?Por qu¨¦ ensucias las paredes? ?As¨ª nos perjudicas! -sentencia la atrevida pareja.
La reflexi¨®n hace mella en el hippy punk, que decidir¨¢ cambiar de conducta. La catequesis bien hecha no tiene fronteras: a donde no llega el burocratismo socialcomunista, llega la sociedad civil en colores. Los ni?os aplauden. Y se van a saltar al est¨®mago del dinosaurio hinchable que desde la Diagonal saluda al Palau Reial. Si no fuera por la ropa de marca, los ni?os de la fiesta del PP ser¨ªan perfectamente asimilables a los que en la plaza de Joanic de Gr¨¤cia asisten a la fiesta del alcaldable de Esquerra Republicana. Jordi Portabella ha acudido a la celebraci¨®n con su compa?era y sus hijas Mar y Merc¨¨. Los ni?os y las ni?as siguen las canciones de animaci¨®n del grupo Titus-Flora. "Ara ens tocarem el melic!, ara la llengua!"... "Llamadme nost¨¢lgico, pero donde se ponga un buen columpio como los de antes, que se quite todo esto", confiesa Portabella ante unos jeeps con muelles que el Ayuntamiento ha colocado en la zona de juegos del parque. Y es que los domingos los candidatos en campa?a vuelven a ser ni?os. La diferencia est¨¢ en el fervor del catequista.
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