Di¨¢logo abierto
La concesi¨®n del Premio Pr¨ªncipe de Asturias en Ciencias Sociales a J¨¹rgen Habermas trae a la memoria, entre otras cosas, aquella consigna de la primera generaci¨®n de la Escuela de Francfort, la de Horkheimer, Adorno y Marcuse, heredada por Habermas como representante m¨¢ximo de la segunda: es tarea de la filosof¨ªa y de las ciencias sociales lograr que Auschwitz no se repita. Que no se repitan no s¨®lo el holocausto ofrecido por los nazis a sus degenerados dioses, sino cualquier sacrificio humano ofrecido a cualquier inter¨¦s, que en tal caso ser¨¢ siempre espurio. Las ciencias sociales y la filosof¨ªa ten¨ªan que hacer su aportaci¨®n a esta tarea con su peculiar modo de actuar, con el impulso emancipador que surge de la reflexi¨®n y la cr¨ªtica, capaces de descubrir un criterio que nos permita distinguir entre lo que ocurre y lo que deber¨ªa ocurrir, entre las normas que est¨¢n simplemente vigentes y las que pueden pretender aut¨¦ntica legitimidad al estar respaldadas por la raz¨®n.
En el aprendizaje moral radica el aut¨¦ntico progreso, la emancipaci¨®n aut¨¦ntica
No hay saber neutral, todo conocimiento se pone en marcha por un inter¨¦s
Fue por estas propuestas de emancipaci¨®n y cr¨ªtica por las que Habermas empez¨® a ser conocido en Espa?a, en el ¨¢mbito de las ciencias sociales, en las d¨¦cadas de los sesenta y setenta del pasado siglo. Se hab¨ªa doctorado con un trabajo sobre Schelling (1953), realizado su habilitaci¨®n en Marburgo con Wolfgang Abendroth, jurista y polit¨®logo socialdem¨®crata, y, aun antes de culminar su habilitaci¨®n, Gadamer le ofreci¨® un puesto de profesor en Heidelberg en 1961. M¨¢s tarde pas¨® a dirigir el Max-Planck-Institut, en Starnberg, y desde 1964 es profesor -ahora em¨¦rito- en la Universidad de Francfort. Su primer trabajo importante, El estudiante y la pol¨ªtica (1961), se inserta en el marco del movimiento estudiantil de los sesenta, pero las publicaciones que en primera instancia le conquistaron lectores en nuestro pa¨ªs versaban fundamentalmente sobre tres asuntos sin duda entreverados entre s¨ª: la l¨®gica de las ciencias sociales, las crisis de legitimaci¨®n en el capitalismo tard¨ªo y la elaboraci¨®n de una teor¨ªa de la competencia comunicativa como pragm¨¢tica universal.
Eran los tiempos en que el positivismo triunfaba en las ciencias sociales, reduciendo el ¨¢mbito del saber racional al de la explicaci¨®n y los hechos, aquel mundo que m¨¢s de un siglo antes hab¨ªa descrito Dickens en Tiempos dif¨ªciles. "Ahora lo que quiero son Hechos -dec¨ªa m¨ªster Grandring en una escuelita al comienzo de la obra, expresando la m¨¢s pura esencia del dogma positivista-. No ense?¨¦is a esos ni?os y ni?as nada m¨¢s que Hechos". Frente al positivismo, Gadamer hab¨ªa propuesto la hermen¨¦utica, el arte de la comprensi¨®n, como proceder propio en las ciencias sociales, donde nos las habemos con sujetos humanos a los que hay que interpretar, m¨¢s que con hechos que se deben explicar. Pero, frente a la hermen¨¦utica gadameriana, Habermas considera que no s¨®lo se trata de comprender el mundo, sino tambi¨¦n de transformarlo desde una hermen¨¦utica que se presenta como cr¨ªtica de la ideolog¨ªa.
Va esboz¨¢ndose a partir de ella esa doctrina de los intereses de conocimiento, que Habermas comparti¨® con su amigo y fil¨®sofo emblem¨¢tico Karl-Otto Apel. No hay saber neutral -ven¨ªa a decir la doctrina-, todo conocimiento se pone en marcha por un inter¨¦s: en dominar los objetos, como es propio del saber t¨¦cnico; en comprender a otros sujetos, desde las ciencias sociales; en emancipar al g¨¦nero humano, que es la meta de la teor¨ªa cr¨ªtica. Teor¨ªa y praxis (1963), Ciencia y t¨¦cnica como ideolog¨ªa (1968), Conocimiento e inter¨¦s (1968) ven la luz en este contexto. Se perfilaban ya en esos intereses los dos tipos de racionalidad de la acci¨®n, que constituir¨ªan el n¨²cleo de la aportaci¨®n de Habermas y Apel: la racionalidad instrumental, que, llevada a las relaciones sociales, se convierte en estrat¨¦gica, y la racionalidad comunicativa. Ambas se expresan a trav¨¦s del lenguaje, a trav¨¦s de los actos de habla, tal como los analizan una pragm¨¢tica universal y una teor¨ªa de la acci¨®n comunicativa.
Ya desde 1971, en pol¨¦mica con Niklas Luhmann, Habermas hab¨ªa esbozado las l¨ªneas de su pragm¨¢tica universal, que recalar¨ªa en 1981 en su obra central, la Teor¨ªa de la acci¨®n comunicativa. En la acci¨®n social las personas pueden instrumentalizarse rec¨ªprocamente con vistas a lograr sus propias metas, o pueden coordinar sus planes de acci¨®n a trav¨¦s del entendimiento mutuo. En el primer caso se orientan por la racionalidad estrat¨¦gica, consagrada como ¨²nica racionalidad posible por las teor¨ªas de juegos y por explicaciones economicistas de la totalidad de la acci¨®n humana como las de Gary Becker. En el segundo caso se orientan tambi¨¦n por la racionalidad comunicativa, que desvela la existencia de un v¨ªnculo entre los sujetos en forma de entendimiento y busca reforzar ese v¨ªnculo, reforzar la intersubjetividad.
Frente al individualismo abstracto de cualquier liberalismo que quiera interpretar el mundo como un conjunto de individuos atomizados, guiados por su racionalidad estrat¨¦gica, maximizadora, el mundo humano es el de personas que se reconocen rec¨ªprocamente como interlocutores v¨¢lidos, que devienen personas gracias a su relaci¨®n con otras. El n¨²cleo de la vida social no es el sujeto individual, sino el sujeto en relaci¨®n de reconocimiento rec¨ªproco con otros sujetos. De ah¨ª que el progreso social tenga que consistir no s¨®lo en potenciar la ciencia y la tecnolog¨ªa, sino sobre todo en orientarlas desde el refuerzo de la intersubjetividad que compone el progreso moral. Porque las sociedades no s¨®lo aprenden t¨¦cnicamente, tambi¨¦n aprenden moralmente, y en este aprendizaje, puesto en pr¨¢ctica, radica el aut¨¦ntico progreso, la emancipaci¨®n aut¨¦ntica.
Desde estas claves ha ido tejiendo Habermas una teor¨ªa de la evoluci¨®n social, que vio la luz en Problemas de legitimaci¨®n en el capitalismo tard¨ªo (1973) o La reconstrucci¨®n del materialismo hist¨®rico (1976); una ¨¦tica del discurso, expuesta en Conciencia moral y acci¨®n comunicativa (1983); una fundamentaci¨®n del car¨¢cter normativo del derecho moderno y una propuesta de pol¨ªtica deliberativa, plasmadas en trabajos como Facticidad y validez (1992) o La inclusi¨®n del otro (1996).
La teor¨ªa de la evoluci¨®n social es una reconstrucci¨®n del materialismo hist¨®rico, que fi¨® en el desarrollo de las fuerzas productivas y dej¨® en la sombra el refuerzo de las relaciones de interacci¨®n entre los sujetos que han de guiar el hacer t¨¦cnico; la ¨¦tica del discurso, que Habermas elabor¨® con Apel, lleva a entender que una norma es justa cuando satisface los intereses de todos los afectados por ella, descubiertos a trav¨¦s de un di¨¢logo en el que participan en las condiciones m¨¢s pr¨®ximas posible a la simetr¨ªa; la reflexi¨®n sobre los v¨ªnculos entre derecho, moral y pol¨ªtica permite descubrir que moral aut¨®noma y derecho positivo se complementan, que derechos humanos y soberan¨ªa popular se presuponen mutuamente; y una democracia deliberativa, acogiendo lo mejor de los modelos liberal y republicano, se propone reforzar el poder comunicativo como aut¨¦ntico poder pol¨ªtico, tras las huellas de Arist¨®teles y Hannah Arendt.
A comienzos del tercer milenio, J¨¹rgen Habermas, que naci¨® en D¨¹sseldorf en 1929, contin¨²a en la brecha de la filosof¨ªa y las ciencias sociales, reflexionando cr¨ªticamente sobre el Estado posnacional, el multiculturalismo, la relaci¨®n de la filosof¨ªa con la teolog¨ªa, la historia alemana reciente. Gracias a ¨¦l la expresi¨®n "patriotismo constitucional" se convirti¨® en moneda corriente en el discurso pol¨ªtico, y en los ¨²ltimos tiempos ha tenido el coraje de enfrentar un asunto del que siempre se hab¨ªa mantenido alejado: la reflexi¨®n sobre la vida buena, en este caso de la especie humana. La eugenesia liberal, el perfeccionamiento de los individuos, podr¨ªa poner en cuesti¨®n lo que la ¨¦tica moderna considera como n¨²cleo de la persona, la autonom¨ªa, y Habermas enfrenta la cuesti¨®n en El futuro de la naturaleza humana (2001) adentr¨¢ndose en temas in¨¦ditos en su n¨®mina.
Seg¨²n cuenta el propio Habermas, poco antes de que Marcuse cumpliera ochenta a?os se preguntaban ambos c¨®mo explicar la base normativa de la teor¨ªa cr¨ªtica. Pero Marcuse no respondi¨® hasta la ¨²ltima vez que se vieron, dos d¨ªas antes de su muerte, ya en el hospital: "?Ves?", dijo a Habermas. "Ahora s¨¦ en qu¨¦ se fundan nuestro juicios de valor m¨¢s elementales: en la compasi¨®n, en nuestro sentimiento por el dolor de los otros".
Es tal vez desde la compasi¨®n desde donde la raz¨®n humana descubre que no es miope como quieren los positivistas, que la clave de la vida social no es el individuo atomizado, sino personas que se saben vinculadas desde el origen, que la pol¨ªtica precisa legitimarse desde el poder comunicativo, que lo justo no es atender a los pocos, ni siquiera a los m¨¢s, sino a todos los afectados por las decisiones, a los que debe dejarse participar en un di¨¢logo abierto para decidir cu¨¢les son los intereses universalizables. Por eso las virtudes de la ¨¦tica del discurso son la justicia y la solidaridad.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia, y miembro del jurado del Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Ciencias Sociales.
Babelia
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