Sendas diferentes
B¨¦lgica, al igual que otros pa¨ªses de Europa, es un pa¨ªs peque?o. Por tanto, es un mercado interior limitado. Por consiguiente, no tiene una industria cinematogr¨¢fica, sino m¨¢s bien un artesanado cinematogr¨¢fico que produce entre 5 y 10 pel¨ªculas (largometrajes de ficci¨®n) al a?o. Las primeras subvenciones que permitieron aumentar la producci¨®n de pel¨ªculas (se inici¨® hace unos 30 a?os) ten¨ªan un car¨¢cter estatal, tras la recomendaci¨®n de un comit¨¦ de selecci¨®n de pel¨ªculas. Sin estas primeras ayudas p¨²blicas nunca hubi¨¦semos podido incrementar nuestra producci¨®n cinematogr¨¢fica y, sin los entusiastas informes de los miembros del comit¨¦ de selecci¨®n, tal vez no hubi¨¦semos tenido la confianza en nosotros mismos para lanzarnos a esta aventura. Es cierto que estas ayudas eran insuficientes, pero nos permitieron encontrar los complementos de financiaci¨®n necesarios, fuesen p¨²blicos o privados (en especial en Francia con el Centro Nacional de Cinematograf¨ªa, Canal + y Eurimages, o en B¨¦lgica con la RTBF). As¨ª pues, a la pregunta de si la ayuda de los Estados europeos a su cinematograf¨ªa nacional es importante, respondemos con un s¨ª rotundo y sin reservas. Sin ella, jam¨¢s hubi¨¦semos podido realizar nuestras pel¨ªculas. Fue y sigue siendo vital.
M¨¢s all¨¢ de nuestro caso particular, pensamos que estas subvenciones p¨²blicas de los Estados europeos, debido a que no tienen como ¨²nico criterio prioritario la rentabilidad financiera de las pel¨ªculas, fomentan que el arte cinematogr¨¢fico se adentre por sendas diferentes y ¨²nicas y, en especial, se atreva a inventar a partir de un sustrato local, con unos paisajes y rostros desconocidos, sin renombre, y a crear nuevos modos de filmar, salvajes, inquietos o generosos, poco importa mientras que la mirada de un o una cineasta est¨¦ realmente presente.
Establecer las condiciones que permitan que estas miradas de los cineastas no desaparezcan en la vasta industria de los productos audiovisuales es una gran responsabilidad y un verdadero desaf¨ªo para los ministros de Cultura de los Estados europeos y para el comisario europeo del ramo. Un desaf¨ªo todav¨ªa m¨¢s real porque no se trata ¨²nicamente de repetir que hay que resistir a esta vasta industria que es espec¨ªficamente estadounidense. Tenemos que ser conscientes de que es sencillamente industrial y, por tanto, tambi¨¦n europea, en cuanto en nuestro continente se ponen en marcha unas estrategias de producci¨®n, de distribuci¨®n y explotaci¨®n de im¨¢genes dirigidas ¨²nicamente a tener una rentabilidad financiera, y por tanto, a la b¨²squeda del m¨¢s peque?o denominador com¨²n de los consumidores y a la desaparici¨®n de la diversidad y del car¨¢cter ¨²nico de las miradas de los cineastas.
No se trata de pretender que la industria no es necesaria, sino darse cuenta de que no es suficiente para hacer aparecer y mantener con vida nuevas miradas singulares y, sobre todo, no si esta industria funciona bajo el criterio masivo y exclusivo de la rentabilidad financiera inmediata, como parece hacer en la actualidad.
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