Otro de los nuestros

Para este mismo verano est¨¢ previsto que Frank Koehler, que en 1970 mat¨® a dos amigos suyos despu¨¦s de una discusi¨®n, solicite la libertad condicional. Desde que cometi¨® el delito hasta que fue finalmente detenido pasaron 27 a?os, y seguramente esa detenci¨®n no se habr¨ªa producido si Andy Rosenzweig, inspector de polic¨ªa que en aquel momento ve¨ªa inminente su jubilaci¨®n, no se hubiera empe?ado en reabrir un caso que otros hab¨ªan dado por cerrado.

El escritor Philip Gourevitch conoci¨® a Rosenzweig a trav¨¦s de un primo suyo y decidi¨® reconstruir toda la historia, desde los primeros delitos de Koehler hasta su detenci¨®n y su posterior condena, pasando por el largo proceso de investigaci¨®n. Es ¨¦sta la parte m¨¢s interesante del libro, la de la b¨²squeda de un antiguo criminal que ha dedicado m¨¢s de un cuarto de siglo a borrar sus huellas y forjarse una nueva identidad, y uno se pregunta si el doble asesinato habr¨ªa quedado impune en el caso de que Rosenzweig no hubiera sido amigo de una de las v¨ªctimas. Esta pregunta, sin embargo, no s¨®lo no encuentra respuesta en el reportaje de Gourevitch, sino que ni siquiera llega a formularse.

Sorprende esta laguna en un trabajo tan minucioso y exhaustivo como el realizado por Gourevitch, que se entrevist¨® con todas las personas implicadas en el caso: con los polic¨ªas que intervinieron en la investigaci¨®n, con el abogado de Koehler, tambi¨¦n por supuesto con el mismo Koehler, un personaje vulgar y sin grandeza que no llega a estar a la altura de su propia semblanza. En alg¨²n momento se nos dice que Koehler frecuent¨® en Nueva York a los atracadores retratados por Scorsese en Uno de los nuestros. De hecho, su historia, aunque contada desde el punto de vista de un ciudadano sin problemas de integraci¨®n social, podr¨ªa ser la de cualquiera de los secundarios de esa pel¨ªcula.