El candidato Cicer¨®n
Es poco probable que los candidatos a estas elecciones dispongan de tiempo para leer el Breviario de campa?a electoral, de Quinto Tulio Cicer¨®n, que El Acantilado, con agudo sentido de la oportunidad, acaba de publicar (Jaume Vallcorba siempre al acecho). Se trata de un delicioso op¨²sculo en el que el hermano peque?o del gran orador le da consejos para salir elegido c¨®nsul de la rep¨²blica, como as¨ª ocurri¨® en las votaciones del Campo de Marte de julio del a?o 64 antes de Cristo. La traducci¨®n de esta obrita, las notas y la introducci¨®n se deben a Alejandra de Riquer, hija del gran sabio. Por ella sabemos que el nombre de candidato proviene de la toga candida, blanca, que los aspirantes al cargo p¨²blico vest¨ªan con el fin de hacerse notar durante la campa?a, y que el ajetreo que produc¨ªan para solicitar el sufragio -petitio- era denominado, sin especial connotaci¨®n negativa, ambitio, ambici¨®n.
Lo primero que recomienda Quinto a su hermano es hacer uso de una buena oratoria. "Acu¨¦rdate a menudo de lo que Demetrio escribi¨® acerca del ejercitamiento constante de Dem¨®stenes", le advierte. Una oportuna nota de la traductora nos aclara la referencia: el fil¨®sofo ateniense Demetrio de Falero explicaba en ese texto que Dem¨®stenes ten¨ªa una dificultad enorme para pronunciar la erre, pero que se entren¨® hasta hacer desaparecer el defecto. No parece el caso de Xavier Trias, el cual ha convertido su incapacidad para proferir la consonante en un gag con el que suele granjearse las simpat¨ªas del auditorio. Pero, siendo el m¨¢s vistoso, no es el ¨²nico caso de candidato que se pasa la oratoria por el sobaco. Otros pronuncian con desprendida impunidad expresiones como "amb sense" o feminizan el adjetivo important hasta perforar los t¨ªmpanos.
Pero sigamos con Quinto Tulio. En otro lugar escribe: "Entre tantos inconvenientes, la situaci¨®n del candidato tiene este ventaja: puedes hacer con dignidad lo que el resto de tu vida no ser¨ªas capaz de hacer, a saber, aceptar la amistad de quien te plazca. (...) En cambio, si durante el periodo electoral no hicieras esto con muchas personas y poniendo gran empe?o en ello, no parecer¨ªas un candidato". Hace 2.000 a?os, pues, estaba ya claro que los candidatos se comportar¨ªan de manera extra?a durante una campa?a electoral y que se har¨ªan amigos de las polleras de los mercados como si tal cosa. M¨¢s adelante, Quinto Tulio se extiende sobre la naturaleza de esas amistades electorales: es amigo "todo el que te demuestre alguna simpat¨ªa, te trate con deferencia y vaya a menudo a tu casa". A ¨¦sos, advierte, hay que cuidarles como oro en pa?o.
Al final de su carta, Quinto Tulio recomienda a su hermano que se prodigue en las promesas y que evite decir no a las peticiones de los votantes. "Las promesas quedan en el aire, no tienen un plazo determinado de tiempo y afectan a un n¨²mero limitado de gente; por el contrario, las negativas te granjean, indudable e inmediatamente, muchas enemistades: y es que son m¨¢s las personas que piden poder disfrutar de los servicios de uno que las que, de hecho, acaban disfrutando de ellos".
A Donald Rumsfeld no, pero a muchos nos reconforta aprender que hace dos milenios las campa?as electorales ya funcionaban as¨ª. Leer a los cl¨¢sicos es el mejor ant¨ªdoto contra la presunci¨®n de que nos hemos inventado la sopa de ajo en los ¨²ltimos 10 minutos.
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