Adi¨®s a la raza
?De qu¨¦ raza es Tiger Woods? No es blanco, claro, pero ?qu¨¦ es? Una respuesta positiva ya es imposible: tras medio siglo de agon¨ªa, Estados Unidos est¨¢ a punto de prescindir de la raza como criterio b¨¢sico para decidir pol¨ªticas de apoyo a personas y grupos desfavorecidos en el acceso a los centros de ense?anza superior. Sabremos si lo har¨¢ as¨ª o no dentro de unas semanas, cuando el Tribunal Supremo federal de EE UU resuelva Grutter contra Bollinger, el pleito estrella de este a?o judicial. Como m¨ªnimo se producir¨¢ un punto de inflexi¨®n.
En el caso, Margaret Grutter, una mujer blanca, demand¨® a la Universidad de Michigan, cuya Facultad de Derecho la hab¨ªa rechazado pese a que sus calificaciones eran mejores que las de otros candidatos amparados por una pol¨ªtica de discriminaci¨®n positiva. En su virtud, afroamericanos, hispanos e indios -pero no coreanos, afganos o, en general, los asi¨¢ticos- disponen de presencia garantizada en la universidad hasta alcanzar una "masa cr¨ªtica" que les permita contribuir al di¨¢logo interracial en las aulas sin sentirse "aislados" como "portavoces de su raza" respectiva.
Una sentencia a punto de fallarse en EE UU podr¨ªa ser la puntilla para las pol¨ªticas raciales todav¨ªa vigentes
Tras dos sentencias contradictorias de los tribunales inferiores, el Supremo tiene ahora la palabra, y Sandra Day O'Connor, su magistrada bisagra, la llave del fallo: en un viejo precedente de 1978 (Regents of the University of California contra Bakke), el Supremo de entonces s¨®lo lleg¨® a ponerse de acuerdo en que la diversidad era un valor atendible, pero que no cab¨ªa establecer cuotas raciales. Ahora tienen la oportunidad de dar un paso m¨¢s y alejar al pa¨ªs de su obsesi¨®n secular por la raza. Ojal¨¢. Puedo equivocarme, como alguna otra vez me ha sucedido en mi apuesta anual con el Tribunal Supremo de EE UU, pero creo que sus jueces van a pasar p¨¢gina: tal y como est¨¢ dise?ado, el sistema de doble acceso a Michigan es muy burdo, se presta a arbitrariedades sin cuento y resulta contraproducente. Lo menos que har¨¢n ser¨¢ forzar su modificaci¨®n.
El ejemplo de Woods, quien se niega a ser clasificado racialmente, ejemplifica bien las dificultades pr¨¢cticas de pol¨ªticas dise?adas en funci¨®n de los colores de la piel humana: quiz¨¢ funcionaba en los a?os sesenta, cuando todo era m¨¢s contrastado -o blanco o negro-, pero hace ya tiempo que gestionar una sociedad con docenas de clasificaciones basadas en caracteres gen¨¦ticos secundarios es peor remedio que la enfermedad. Ya no se puede organizar una universidad con "masas cr¨ªticas" de colores cada vez m¨¢s variados: el criterio, aparte de ser crecientemente inmanejable, estigmatiza a quienes quiere favorecer. Danny Boggs, un juez contrario a la pol¨ªtica preconizada por la Universidad de Michigan, sostiene que hay muchos sistemas admisibles de apoyo a grupos desfavorecidos dejando a un lado la raza, como los que tienen en cuenta los recursos econ¨®micos de los solicitantes y sus familias o los sorteos entre quienes hayan conseguido un determinado nivel de calificaciones escolares.
La controversia ha hecho correr r¨ªos de tinta, pues afecta de lleno al n¨²cleo central del liberalismo cl¨¢sico norteamericano, los claustros universitarios de sus facultades de Derecho de excelencia, entre las que se cuenta Michigan, por supuesto. En Europa no es f¨¢cil comprender el apasionamiento feroz de partidarios y adversarios de las pol¨ªticas raciales, pero el lector curioso puede formarse una idea cabal y, de paso, disfrutar de una buena novela policiaca si lee El emperador de Ocean Park. Su autor, Stephen L. Carter, es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional en Yale, pero tambi¨¦n es negro, y su libro describe bien la hipocres¨ªa untuosa de las ¨¦lites acad¨¦micas blancas vista desde la ¨®ptica de lo que ¨¦l denomina "la naci¨®n m¨¢s oscura", es decir, la cultura negra norteamericana: "?por qu¨¦ los liberales blancos, siempre condescendientes, nos tratan como si fu¨¦ramos d¨¦biles de car¨¢cter?", protesta el protagonista de la novela, trasunto del autor.
Woods y Carter llevan raz¨®n cuando rechazan que decisiones pol¨ªticas muy importantes tengan que seguir estando ancladas otro medio siglo en rasgos biol¨®gicos que los principales afectados no podr¨¢n suprimir jam¨¢s: uno es negro o blanco de por vida y, como poco, los hijos de uno lo ser¨¢n a medias. S¨®lo falta que, adem¨¢s, te miren de medio lado porque eres parte de una "masa cr¨ªtica".
La Universidad de California dej¨® caer su pol¨ªtica de preferencias raciales hace algunos a?os y, tras un periodo de transici¨®n durante el cual las minor¨ªas preferidas perdieron peso en las aulas de los mejores campus, los porcentajes hist¨®ricos se est¨¢n recuperando y los afectados te miran ahora con la orgullosa seguridad de quienes saben que est¨¢n ah¨ª por sus propios m¨¦ritos.
El temor fundado del progresismo norteamericano es que el desmantelamiento de las preferencias raciales en las grandes universidades no sea contrarrestado por medidas alternativas y eficaces de apoyo a los menos favorecidos. Podr¨ªa pasar, desde luego, pues, por primera vez en much¨ªsimo tiempo, los republicanos controlan los tres poderes. Pero a veces uno se pregunta si esto no sucede, entre otras cosas, porque el progresismo conservador es incapaz de promover pol¨ªticas inteligentes, algo menos superficiales que las basadas en el color de la piel. Todos los cerebros son grises.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico de Derecho Civil de la Universidad Pompeu Fabra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.