La peor noticia de 'The New York Times'

Jayson Blair ingres¨® en The New York Times, el mejor peri¨®dico del mundo, con s¨®lo 23 a?os. A los 26 a?os era uno de los reporteros m¨¢s productivos del Tim

es, firmaba con frecuencia en la primera p¨¢gina y recib¨ªa felicitaciones personales del director. El pasado 1 de mayo, con 27 a?os, dimiti¨® de forma ignominiosa por cometer un fraude informativo sistem¨¢tico. Blair copi¨® e invent¨® durante casi toda su carrera, y, sin embargo, la direcci¨®n le consider¨® una estrella rutilante hasta el ¨²ltimo d¨ªa, hasta que la gran mentira cay¨® sobre el templo del periodismo. The New York Times lleg¨®, seg¨²n el presidente de la compa?¨ªa, Arthur Sulzberger Jr., "al momento m¨¢s bajo de sus 152 a?os de historia".

Jayson Blair ten¨ªa olfato para las noticias y talento para contarlas. Los otros becarios tend¨ªan a considerarle trepador y tramposo, pero sab¨ªa gustar a los jefes

Su jefe, Charles Strum, inquieto por su vida agotadora y ca¨®tica, le recomend¨® que "dejara de alimentarse de whisky y cigarrillos" y que cuidara m¨¢s sus textos

Con la llegada de Raines, el ritmo se aceler¨®. El nuevo director quer¨ªa competir con los canales de informaci¨®n continua "inundando" la cobertura de las noticias

En abril de 2002, Landsman envi¨® un nuevo mensaje a la c¨²pula del peri¨®dico, con una frase lapidaria: "Hay que impedir que Jayson siga escribiendo para el 'Times"

La guerra de Irak fue el cap¨ªtulo final. Blair estaba harto del "nido de v¨ªboras" de la Redacci¨®n y del nivel de exigencia. Sus problemas, dijo, no proced¨ªan de la coca¨ªna

Un agente de Blair espera conseguir, entre derechos literarios y cinematogr¨¢ficos, un mill¨®n de d¨®lares por la historia de la gigantesca estafa period¨ªstica

Los fraudes informativos cometidos por un joven periodista ambicioso, manipulador, con problemas personales y sometido a fuertes presiones no s¨®lo pusieron en duda un modelo industrial considerado ejemplar, sino que hirieron al Times en el alma, en ese v¨ªnculo misterioso entre quienes hacen un diario y quienes lo leen. El caso Blair destrip¨® a la admirada Dama Gris de Nueva York y la oblig¨® a exhibir sus v¨ªsceras ante el p¨²blico, en una ins¨®lita confesi¨®n de portada y cuatro p¨¢ginas. El problema del Times es ahora c¨®mo superar la depresi¨®n interna y c¨®mo recuperar el cr¨¦dito. En palabras de uno de sus redactores, el Times necesita "replantearse c¨®mo se fabrica un diario".

En el mundo ideal del capitalismo, una mano invisible satisface a la vez a los propietarios de un peri¨®dico, a sus redactores y a sus lectores: un diario veraz y bien escrito atrae al p¨²blico, lo que a su vez atrae a los anunciantes, lo que a su vez genera un flujo de ingresos que permite retribuir a los accionistas, pagar a los redactores e invertir en la mejora del producto, aumentando la plantilla y dot¨¢ndola de m¨¢s medios para informar. En el mundo real, ese ciclo virtuoso nunca es perfecto. Un diario no es un mecanismo de precisi¨®n, sino un drama de ambiciones personales, un juego de poder, un art¨ªculo perecedero hecho con urgencia y con errores, una tensi¨®n continua entre los beneficios y la calidad. Ese fr¨¢gil equilibrio cotidiano se ha roto en el Times.

Jayson Blair, nacido en los suburbios de Washington, hijo de un alto administrador de la Smithsonian Institution y de una maestra, era un reportero nato. Fue director de un peri¨®dico universitario, ten¨ªa olfato para las noticias y talento para contarlas, y obtuvo su primera oportunidad como becario en The Boston Globe (propiedad de The New York Times Company) con s¨®lo 21 a?os. Los otros becarios tend¨ªan a considerarle trepador y tramposo, pero sab¨ªa gustar a los jefes, seg¨²n la investigaci¨®n desarrollada por el propio Times a partir de m¨¢s de 150 entrevistas. En el verano de 1998 obtuvo unas pr¨¢cticas de 10 semanas en la augusta Redacci¨®n del Times, dentro de un programa de promoci¨®n de minor¨ªas ¨¦tnicas encaminado a diversificar una plantilla muy blanca. Blair es negro, y su raza constituye uno de los aspectos m¨¢s pol¨¦micos de la actual crisis. ?Se le favoreci¨® por el hecho de ser negro?

El otro protagonista

Howell Raines, el otro gran protagonista de la historia, no era a¨²n director del Times cuando Blair puso por primera vez los pies en la tercera planta del edificio de Times Square. Accedi¨® al cargo en junio de 2001. Sin embargo, muchos periodistas consideran que Blair acab¨® siendo "un invento" de Raines, un ejemplo de lo que el nuevo director quer¨ªa de sus redactores: juventud, variedad ¨¦tnica, imaginaci¨®n, productividad y un estilo agresivo. Howell Raines, un hombre considerado autoritario y prepotente, ten¨ªa en la cuesti¨®n racial su punto d¨¦bil. Naci¨® en Alabama, de familia blanca y acomodada, y en los a?os sesenta, cuando la lucha por los derechos civiles prendi¨® en el Estado m¨¢s racista del viejo Sur, Raines opt¨® por quedarse en casa. Esa abstenci¨®n ante una causa justa le dej¨® un remordimiento duradero, que reconoci¨® y trat¨® de exorcizar con un libro sobre aquellos acontecimientos. El libro le vali¨® un premio Pulitzer.

El pasado 14 de mayo, ya en plena crisis, el presidente de The New York Times Corporation y editor del diario, Arthur Sulzberger Jr., y el director Raines reunieron a 600 redactores (el Times tiene en total 1.100 periodistas) en el cine Loews de Broadway para dar explicaciones. Fue una asamblea tumultuosa. "Ten¨¦is derecho a preguntar", dijo Raines, "si yo, como hombre blanco de Alabama con esas convicciones [las de aumentar la diversidad racial en la plantilla], le di una oportunidad de m¨¢s... Cuando busco la verdad en el fondo de mi coraz¨®n, la respuesta es s¨ª".

Jayson Blair ha concedido esta semana entrevistas a Newsweek y a The New York Observer. En declaraciones a este ¨²ltimo afirm¨® que "era injusto" culpar a Raines, pero que, en efecto, la cuesti¨®n racial hab¨ªa desempe?ado un papel importante en su ascenso y ca¨ªda. "La discriminaci¨®n positiva y el racismo influyeron, aunque no de igual forma", asegur¨®. "El impacto del racismo fue muy superior". Seg¨²n ¨¦l, un amplio grupo de mandos intermedios blancos se opon¨ªa a la promoci¨®n de los negros. Tres periodistas del Times consultados por este peri¨®dico rechazaron la tesis del racismo en la Redacci¨®n.

La carrera de Jayson Blair fue breve e intensa. Durante sus pr¨¢cticas de 200 d¨ªas en el verano de 1998 realiz¨® 73 reportajes e informaciones y cooper¨® en muchas m¨¢s. El comit¨¦ de contrataciones, dirigido por actual director adjunto, Gerald Boyd, de raza negra, le ofreci¨® incorporarse al a?o siguiente como reportero interino. Blair volvi¨® en junio de 1999, ya supuestamente licenciado en periodismo (en realidad le faltaba al menos un curso), y, asignado a la secci¨®n de Sucesos, volvi¨® a demostrar una impresionante capacidad de trabajo y un talento especial para ganarse a los altos mandos. En noviembre fue ascendido a la categor¨ªa de reportero intermedio. Su jefe en aquel momento, Charles Strum, inquieto por su vida agotadora y ca¨®tica, le recomend¨® que "dejara de alimentarse de whisky y cigarrillos" y que cuidara m¨¢s sus textos, abundantes en peque?os errores. Los servicios de edici¨®n y comprobaci¨®n del diario estaban siendo reducidos, y eso se reflejaba en las numerosas fe de erratas.

En enero de 2001, Blair era ya una figura popular en la Redacci¨®n y firm¨® contrato como reportero de pleno derecho.

Control de calidad

La integraci¨®n de Jayson Blair en la ¨¦lite del Times se produjo poco antes de que Sulzberger Jr. eligiera a Raines como director y ejecutor de un "cambio cultural" en la casa. La vieja Dama Gris estaba dando un salto hacia el futuro, apostaba fuerte por la edici¨®n electr¨®nica y estaba a punto de adquirir un canal de televisi¨®n. "Tenemos que alcanzar nuestra audiencia utilizando todos los medios posibles... Imprenta, televisi¨®n, Internet... Todo es igualmente v¨¢lido", explic¨® Sulzberger a EL PA?S el pasado mes de febrero. Esa expansi¨®n requer¨ªa, sin embargo, un mayor rendimiento de los periodistas (la plantilla no aument¨®) y una cierta relajaci¨®n de los controles de calidad. Los errores, y las correcciones consiguientes, siguieron aumentando. Con la llegada de Raines, el ritmo se aceler¨®. El nuevo director quer¨ªa competir con los canales de informaci¨®n continua "inundando", seg¨²n su propia definici¨®n, la cobertura de las noticias y haciendo "m¨¢s r¨¢pido el metabolismo de la Redacci¨®n". Orden¨® que para cada acontecimiento se movilizara a un gran n¨²mero de redactores y que todo se hiciera de forma r¨¢pida (para proporcionar material a la edici¨®n electr¨®nica) y exhaustiva (para mantener el prestigio del Times). Pese al gran tama?o de la plantilla, la fatiga empez¨® a extenderse.

Tanto Raines como Sulzberger declinaron hablar con EL PA?S. Numerosos periodistas del Times consultados por este peri¨®dico y por la revista New York indicaron, sin embargo, que Raines detect¨® resistencia al nuevo estilo de trabajo entre los mandos intermedios y decidi¨® reducir el poder de los jefes de secci¨®n. "Ya hab¨ªa resentimiento contra ¨¦l antes de que estallara lo de Blair, por su estilo de liderazgo; opt¨® por la autocracia y por una jerarqu¨ªa muy vertical", explic¨® un redactor. Raines admiti¨® la semana pasada que conoc¨ªa esas cr¨ªticas, durante la tormentosa reuni¨®n en el Loews: "Me veis inaccesible y arrogante", dijo, seg¨²n la informaci¨®n publicada por el propio Times. "He o¨ªdo que est¨¢is convencidos de que se promociona a mis favoritos. El miedo es un problema tan grave, me dicen, que incluso los jefes de secci¨®n temen traerme malas noticias".

Las disfunciones del peri¨®dico, sin embargo, no hab¨ªan comenzado con Raines. En 1999 y 2000, el Times public¨® una serie de informaciones en las que se acusaba al cient¨ªfico Wen Ho Lee de espiar a favor de China; cuando se comprob¨® que las acusaciones eran infundadas hubo que publicar una rectificaci¨®n de enorme tama?o. La tradicional prepotencia del "mejor diario del mundo" sufri¨® un duro golpe.

Lleg¨® el 11 de septiembre de 2001 y el Times hizo un extraordinario esfuerzo. Sus Retratos en luto, una serie de peque?as y cuidadas biograf¨ªas de cada una de las casi 3.000 v¨ªctimas de los atentados, enamoraron a los lectores y al resto de la profesi¨®n. Unos meses despu¨¦s, la Dama Gris arras¨® en los Pulitzer y acapar¨® siete de los 14 premios.

Blair no particip¨® en los Retratos en luto. Aleg¨® que un familiar suyo hab¨ªa muerto en el Pent¨¢gono y que no se sent¨ªa capaz. Era falso. Por entonces, el prometedor reportero se deslizaba ya por una pendiente de alcohol y coca¨ªna. Una de sus informaciones de la ¨¦poca, un simple concierto en beneficio de las v¨ªctimas y en homenaje a los bomberos, requiri¨® una largu¨ªsima rectificaci¨®n. "Estaba borracho esa noche", explic¨® Blair a The New York Observer.

Jayson Blair trabajaba entonces para la secci¨®n de Local, uno de los baluartes de la oposici¨®n al nuevo estilo de Raines. El jefe de Local, Jon Landsman, era considerado un modelo de ¨¦tica y profesionalidad, pero era visto por Raines, seg¨²n varios redactores, como un estandarte de la vieja guardia resistente a los cambios.

En enero de 2002, Landsman envi¨® al director adjunto, Gerald Boyd, un correo electr¨®nico en el que advert¨ªa del "gran problema" que constitu¨ªa Blair, y habl¨® varias veces con el conflictivo redactor para que se enmendara. En sus recientes declaraciones al Observer, Blair calific¨® a su ex jefe de "hombre honesto y honorable". A principios de abril de 2002, Landsman envi¨® un nuevo mensaje a la c¨²pula del peri¨®dico con una frase lapidaria: "Hay que impedir que Jayson siga escribiendo para el Times". Blair recibi¨® una reprimenda formal y se tom¨® una breve baja para acudir a una cl¨ªnica de desintoxicaci¨®n.

Un "joven ¨¢vido" de noticias

A su vuelta estall¨® el caso del francotirador de Washington. Como era de esperar, Raines inund¨® la cobertura con seis reporteros, apoyados por otros tantos en la Redacci¨®n. Y asombrosamente, Blair fue enviado a Washington. Seg¨²n el director adjunto, porque hab¨ªa nacido en la zona y la conoc¨ªa bien. El director dijo que ve¨ªa en ¨¦l a un "joven ¨¢vido", pese a las advertencias de Landsman. En poco tiempo, Jayson Blair pareci¨® dar la raz¨®n a los directores consiguiendo una exclusiva: un conflicto entre los fiscales del Estado de Maryland y los fiscales federales hab¨ªa obligado a interrumpir el interrogatorio de uno de los dos sospechosos, John Muhamad, justo cuando ¨¦ste empezaba a explicar las razones de los cr¨ªmenes. Los fiscales de ambas jurisdicciones negaron con vehemencia esa informaci¨®n, basada en fuentes an¨®nimas. Pero Raines envi¨® una nota de felicitaci¨®n a su "joven ¨¢vido". Unos d¨ªas despu¨¦s, Blair consigui¨® otra noticia sensacional: los indicios forenses se?alaban al supuesto c¨®mplice de Muhamad, Lee Malvo, menor de edad, como autor material de los disparos. Otra vez las fuentes eran an¨®nimas. Las dos grandes exclusivas fueron inventadas, a partir de algunos datos reales.

El jefe de la secci¨®n de Nacional, Jim Roberts, no hab¨ªa sido advertido de los problemas de Blair y de su tendencia a fantasear. Landsman tampoco le hab¨ªa dicho nada, porque, a pesar de que se sentaban uno junto a otro en las reuniones diarias, no se soportaban, seg¨²n la revista New York. "Fall¨® la comunicaci¨®n interna", admiti¨® Sulzberger en el Loews. Roberts, por tanto, no sospechaba que Jayson Blair ni siquiera estaba en Washington. Buena parte de las informaciones sobre el francotirador fueron transmitidas desde su apartamento de Brooklyn, seg¨²n constat¨® la investigaci¨®n interna del Times.

La guerra de Irak fue el cap¨ªtulo final. Blair estaba harto del "nido de v¨ªboras" de la Redacci¨®n, seg¨²n sus propias palabras, y del nivel de exigencia. Sus problemas, dijo al Observer, no proced¨ªan de la coca¨ªna, sino al contrario: ¨¦sta le permit¨ªa soportar la competitividad extrema impuesta por Raines.

Los grandes peri¨®dicos proporcionan a sus redactores prestigio y buenos sueldos. Pero tienen un problema: es dif¨ªcil abandonarlos. Sin esa movilidad lateral, hacia otros medios, se crea una extra?a sensaci¨®n psicol¨®gica por la cual quien no asciende se siente en peligro de descender y a merced de la simpat¨ªa, o antipat¨ªa, del director. ?sa es una de las explicaciones de Blair a sus amigos para justificar su angustia y su necesidad de proporcionar al peri¨®dico historias cada vez m¨¢s interesantes y m¨¢s humanas. Y cada vez m¨¢s falsas.

Blair hizo un trabajo aparentemente espl¨¦ndido durante la guerra. Con la Redacci¨®n diezmada por el env¨ªo de decenas de personas a Irak, el joven reportero empez¨® a recorrer el pa¨ªs en busca de historias. Hablaba con padres de prisioneros, con esposas de soldados, con heridos de guerra, y su firma saltaba de Tejas a West Virginia, y de Virginia a Maryland. En realidad, no se mov¨ªa de Nueva York. En ocasiones escrib¨ªa en la propia sede del diario. Pero nadie se fij¨®, ni en eso ni en el hecho de que, en cinco meses de supuestos viajes fren¨¦ticos, Blair no present¨® en sus notas de gastos ning¨²n billete de avi¨®n, ninguna factura de hotel, ning¨²n contrato de alquiler de coche.

Aprendi¨® a entrar en el archivo fotogr¨¢fico informatizado del peri¨®dico y a hacer descripciones basadas en las im¨¢genes captadas por los fot¨®grafos, a robar frases de otros peri¨®dicos y a inventar con la m¨¢xima audacia. Como los sujetos de sus reportajes eran descritos de forma amable, no se quejaban. Uno de ellos explic¨® m¨¢s tarde que daba por supuesto que la prensa manipulaba, y que, por tanto, no le pareci¨® extra?o que se pusieran en su boca palabras que nunca hab¨ªa dicho. Los redactores del Timesquedaron boquiabiertos y deprimidos.

El padre de la soldado Lynch

El pasado 27 de marzo, Blair envi¨® desde Palestine, West Virginia, una entrevista con el padre de la soldado Jessica Lynch, capturada por los iraqu¨ªes y rescatada por una patrulla estadounidense. Y escribi¨® que el padre, Gregory Lynch, estaba en el porche de su casa, desde el que se ve¨ªan "campos de tabaco y pastos de ganado". En realidad, la casa de los Lynch est¨¢ en un barranco y desde el porche s¨®lo se ven unos troncos y maleza. "Nos re¨ªmos mucho con esa descripci¨®n", coment¨® despu¨¦s una hermana de Jessica a los investigadores del Times. "?sa fue mi [invenci¨®n] favorita", dijo Blair al Observer, tambi¨¦n entre risas.

El 26 de abril, Jayson Blair public¨® una entrevista, supuestamente realizada en Tejas, con la madre de una soldado desaparecida en combate. Blair nunca estuvo en casa de esa mujer. La entrevista conten¨ªa p¨¢rrafos copiados literalmente de otra realizada por el diario Express-News de San Antonio. El director del diario tejano se lo hizo notar al director del Times, y The Washington Post, el gran competidor del Tim

es, revel¨® en sus p¨¢ginas la extra?a "coincidencia". "Mientras escrib¨ªa aquello", confes¨® Blair el mi¨¦rcoles, "s¨®lo pensaba en una cosa: ?cu¨¢nto tardar¨¢n en pillarme?". "Para que Jayson Blair viviera", a?adi¨®, "el periodista ten¨ªa que morir".

Tardaron cuatro d¨ªas. Blair fue convocado por la direcci¨®n, y ante el c¨²mulo de pruebas en su contra prefiri¨® dimitir sin confesar su culpa. El 11 de mayo, el Times public¨® la extraordinaria confesi¨®n de cuatro p¨¢ginas, con los fraudes del reportero y la incre¨ªble cadena de errores, incomunicaci¨®n y omisiones que los hab¨ªan hecho posibles. Para muchos, fue una autohumillaci¨®n excesiva. Fue, en cualquier caso, una nueva prueba de que al director, Howell Raines, le gustaba la grandiosidad incluso en las derrotas. El pasado mi¨¦rcoles, Raines anunci¨® en un comunicado interno la pr¨®xima contrataci¨®n de 20 nuevos periodistas, en un reconocimiento impl¨ªcito de que hab¨ªa exprimido a la Redacci¨®n m¨¢s all¨¢ de lo razonable.

Jayson Blair ha reiniciado un tratamiento en una cl¨ªnica de Manhattan y se ha puesto en manos de un agente que espera conseguir para el joven, entre derechos literarios y cinematogr¨¢ficos, un mill¨®n de d¨®lares por la historia de la gigantesca estafa period¨ªstica.

Howell Raines ofreci¨® p¨²blicamente su dimisi¨®n al editor, Arthur Sulzberger Jr., durante la asamblea del cine Loews. Sulzberger se neg¨® a aceptarla, pero el prestigio de Raines ya estaba muy da?ado y su futuro a largo plazo resultaba incierto, seg¨²n varios redactores consultados.

La investigaci¨®n interna sigue abierta en el Times. Adem¨¢s de reportajes de Blair se escudri?an los art¨ªculos de otros redactores no identificados. La fiscal¨ªa federal ha abierto tambi¨¦n una investigaci¨®n para comprobar si los fraudes de Blair constituyeron delito.