Amargo y ag¨®nico Al Pacino
Es Relaciones confidenciales una obra muy desequilibrada, llena de altibajos, pero con cosas interesantes, sobre todo la rara y a ratos brillant¨ªsima, excepcional composici¨®n por Al Pacino -exagerado, sobreactuando sin disimulo, pero con sabidur¨ªa y desparpajo, en vena de aciertos histri¨®nicos- de un relaciones p¨²blicas neoyorquino de alcurnia, pero venido a menos y ahora en el borde de la ruina.
Es Al Pacino aqu¨ª una especie de alcahuete de actores famosos venidos a menos, de putas caras, de estrellitas en venta de la televisi¨®n, de narcotraficantes con corte de camellos, de cocain¨®manos y opi¨®manos sonados, de mafiosos engominados y vestidos de cachemir, de enterados y enteradillos del mangoneo mundano y del tr¨¢fico de entrepiernas vacantes, de brokers y financieros en la frontera del gansterismo y de pol¨ªticos corruptos, que buscan un hueco de publicidad gratuita en las p¨¢ginas de glamour de las revistas y en los programas de la televisi¨®n rosa y mundana, que apesta a basura y que, de pronto, tambi¨¦n apesta a crimen.
RELACIONES CONFIDENCIALES
Direcci¨®n: Daniel Algrant. Gui¨®n: Jon Robin Baitz. Int¨¦rpretes: Al Pacino, Kim Basinger, Ryan O'Neal, T¨¦a Leoni, Richard Schiff, Bill Nunn. G¨¦nero: Drama. Estados Unidos-Alemania, 2003. Duraci¨®n: 100 minutos.
Estamos ante una especie de Corte de los Milagros adinerada y perfumada. Es Relaciones confidenciales un filme cercano a lo gen¨¦rico, un curioso y dif¨ªcil de catalogar thriller pol¨ªtico, que comienza de manera bastante pretenciosa y embarullada, para poco a poco ir aclarando las im¨¢genes y los t¨¦rminos y as¨ª dar consistencia al relato, en el que la v¨¦rtebra, ese singular correveidile que interpreta Al Pacino, vive una especie de agon¨ªa profesional que coincide y se entremezcla con una agon¨ªa personal que da autenticidad a aqu¨¦lla y saca la pel¨ªcula adelante, d¨¢ndole incluso instantes de energ¨ªa al entramado, que es dif¨ªcil de descifrar por estar lleno de complicidades y de personajes y personajillos locales que a veces hacen espesa la secuencia.
Pero hacia la mitad el filme pierde barullo y gana ritmo, lo que deja ver que hay pesimismo incrustado en los dibujos de los tipos y en el tejido de ara?a de sus lazos rec¨ªprocos. Su visi¨®n de la ciudad es de sosa c¨¢ustica, escuece, no se anda con pa?os calientes; y, entre los vaivenes del recorrido de Al Pacino, ¨¦ste encarrila su talento hacia el final y hace subir la temperatura de la secuencia hacia algunas escenas de gran calidad y alto voltaje emocional, que redimen las deficiencias del director Dan Algrant. Pero queda detr¨¢s de estas bondades el lastre de pretenciosidad y los excesos de localismo, que pesan como fardos sobre la contemplaci¨®n de este filme, tan ambicioso como irregular.
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