Milenio
NACIDO EN el a?o 772, en Xinzheng, provincia de Henan, durante el reinado del emperador Taizong, de la ya declinante dinast¨ªa Tang, Bai Juyi, patron¨ªmico familiar que significa "el que lleva una vida apacible", nombre que ¨¦l cambi¨® por el m¨¢s b¨²dico de Letian, "contento de su suerte", no pudo sustraerse a los avatares de su complicada ¨¦poca y aspir¨®, sin realmente disfrutar, a esa sabia indiferencia al resguardo de alegr¨ªas y tristezas. Al fin y al cabo, Bai Juyi, llamado Letian, era poeta, y, como ¨¦l mismo confes¨® en uno de sus poemas, ahora maravillosamente vertido, junto con otros, al castellano por ?nne-H¨¦l¨¨ne Su¨¢rez Girard en un libro titulado 111 cuartetos de Bai Juyi (Pre-Textos), "Desde que me esfuerzo en aprender la ense?anza del vac¨ªo, / he ido extinguiendo las voluntades de toda una vida. / S¨®lo al demonio de la poes¨ªa no he logrado vencer: / cuando sobrevienen la brisa y la luna, canto a placer".
Corriendo el a?o 815, cuando Bai Juyi contaba la edad de 43 a?os, que para los chinos son 44 porque a?aden el de la gestaci¨®n, escribi¨® una carta a su amigo Yuan Zhen, llamado Weizhi, tambi¨¦n poeta, en la que, tras lamentar que su popularidad l¨ªrica estuviera basada en composiciones de las que ¨¦l renegaba, se preguntaba: "?Qui¨¦n sabe si en mil a?os volver¨¢ a haber alguien que, como t¨², entienda y aprecie mi poes¨ªa?". Exactamente 1.033 a?os despu¨¦s de la muerte de Bai Juyi, acaecida en el 846, a los 74 a?os, nac¨ªa en Reading, Pensilvania, Wallace Stevens (1879-1955), uno de los m¨¢s grandes poetas del siglo XX, el cual, como su ancestral colega, tuvo que simultanear su vocaci¨®n l¨ªrica con otros menesteres, muriendo adem¨¢s casi a la misma edad, a los 76, y no sin tambi¨¦n padecer una pareja inquietud melanc¨®lica de constatar que "no llega reina alguna / en zapatillas verdes". ?Son acaso muchos mil a?os para que la cornamusa de la fama propicie un encuentro entre dos vates melanc¨®licos por la pura avidez de vivir, enhebrando as¨ª sus desesperadas melod¨ªas que resuenan por el espacio sin fin de la vacuidad? En una nueva y muy esmerada selecci¨®n antol¨®gica de poemas de Wallace Stevens, que, con traducci¨®n de Andr¨¦s S¨¢nchez Robayna, se ha publicado con el t¨ªtulo De la simple existencia (Galaxia Gutenberg), nos encontramos con la admonici¨®n de que "en el oscuro vientre del tiempo, m¨¢s profundo, /crece el tiempo en la roca".
Stevens, que afirmaba que "el poeta es el sacerdote de lo invisible" y que "hace de los gusanos vestidos de seda", sin ya atreverse a invocar una hipot¨¦tica complicidad milenaria en el futuro, no obstante se encar¨® con el artista desconocido de cualquier edad, reclam¨¢ndole el total despojamiento -"Deshazte de las luces, de las definiciones, / y di cuanto miras en lo oscuro..."-, para espetarle, al borde mismo del vac¨ªo, donde fermenta la creaci¨®n, una pregunta respondida: "?T¨² como t¨² eres? T¨² eres t¨² mismo". Lo dicho.
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