La adicci¨®n m¨¢s placentera
Supongamos -por favor, s¨®lo se trata de una suposici¨®n- que usted, amiga o amigo lector, es una persona de gustos literarios trascendentales. Los ¨²nicos autores que frecuenta escriben libros de unas quinientas p¨¢ginas (a veces son menos, pero cuando uno los lee parecen por lo menos quinientas) que cuentan la historia de ocho generaciones de una misma familia (el autor prefiere llamarla "dinast¨ªa") en Nueva Inglaterra o en el Punjab, a veces primero en un sitio y luego en el otro. Supongamos que usted considera tiempo perdido dedicarse a leer cr¨®nicas que no abarquen por lo menos sesenta personajes de diversa ralea, movidos por la ambici¨®n y la lujuria, obras en las que se cuenta la fragua o la decadencia de un mundo, que tratan de grandes conspiraciones financieras, de seres traumatizados en busca de su identidad maltratada por la sociedad inmisericorde, de voraces amantes que se torturan y expolian entre aullidos de placer. La vida misma, la realidad palpitante. En fin, no s¨¦, cosas as¨ª.
FELICES PESADILLAS
Varios autores y traductores
Valdemar. Madrid, 2003
982 p¨¢ginas. 14,90 euros
Si tal fuera su caso, Dios no lo quiera, est¨¢ usted gravemente intoxicado y la cosa puede acabar mal. Ya s¨¦ que todos acabamos mal pero ahora estamos hablando de usted: necesita urgentemente un ant¨ªdoto, un contraveneno. Quiz¨¢ a¨²n no sea demasiado tarde. El mejor remedio que puedo aconsejarle es que consiga un ejemplar en buen estado de Felices pesadillas y se administre un cuento cada noche antes de acostarse durante cuarenta jornadas. No conviene que exceda la dosis porque esta medicina crea adicci¨®n. Pero si de todas formas cuando cierre el volumen definitivamente nota un temblorcillo de manos y una ansiedad en la garganta que nada calma, recuerde que cada uno de esos relatos proviene de un libro entero dedicado a su autor por la editorial Valdemar y que, haci¨¦ndose con todos ellos, puede seguir automedic¨¢ndose morbosamente durante mucho m¨¢s de otras cuarenta noches...
Desde hace ya m¨¢s de tres lustros, Valdemar ha venido publicando a la mayor¨ªa de los narradores del g¨¦nero fant¨¢stico y sobrenatural, en ediciones cuidadas y muy bien presentadas. Durante cierto tiempo compiti¨® con la tambi¨¦n excelente colecci¨®n El Ojo sin P¨¢rpado de la editorial Siruela, pero hoy su cat¨¢logo no tiene ya pr¨¢cticamente adversario entre nosotros y puede medirse sin dem¨¦rito ninguno con cualquier otra serie de publicaciones semejantes en cualquier lengua o pa¨ªs. Ahora ha reunido en un solo volumen cuarenta joyas representativas del amplio y tenebroso tesoro que administra. He le¨ªdo en mi vida muchas docenas de antolog¨ªas de cuentos de terror pero me atrevo a decir que ¨¦sta las supera a todas, tanto por su generosa amplitud como por el tino de la selecci¨®n. Entre los cuentos que ofrece no s¨®lo est¨¢n los m¨¢s representativos de este g¨¦nero sino tambi¨¦n algunos de los mejores relatos que jam¨¢s se han escrito en cualquier categor¨ªa, como La pata del mono de W. W. Jacobs, El el¨ªxir de la larga vida de Honorato de Balzac, Sredni Vashtar de Saki o La extra?a cabalgada de Morowbie Jukes de Rudyard Kipling (mi estremecimiento predilecto desde que lo le¨ª por primera vez hace cuarenta y cinco a?os). El ¨²nico reparo que podr¨ªa hacerse es que los muy aficionados o muy viciosos ya conocemos buena parte de estas l¨²gubres maravillas, pero ¨¦se es un problema nuestro y no del libro. Adem¨¢s la relectura es tambi¨¦n un placer, como el reencuentro con los viejos amigos
Entre estas pesadillas, s¨®lo una proviene de autor¨ªa espa?ola y es tambi¨¦n la ¨²nica firmada por una mujer: Mater Tenebrarum de Pilar Pedraza. Baste decir que se codea de igual a igual con las de Dickens, Stevenson o Lovecraft que la acompa?an. No puedo imaginar ninguna excusa v¨¢lida para que el lector inteligente se prive de esta fiesta de escalofr¨ªos que le aliviar¨¢n por unas horas de los otros terrores menos imaginativos y m¨¢s brutales de lo que solemos llamar realidad.
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