El cerebro colectivo de las abejas
Un experto apicultor ha creado un aula museo en la que imparte lecciones magistrales entre celdillas naturales
Cuando Gerardo P¨¦rez entra a la cabina de las abejas sin protecci¨®n de ninguna clase los chicos se revuelven nerviosos en el aula: "Este hombre est¨¢ chalao. Est¨¢ chalao". Del techo de la cabina cuelgan cinco impresionantes estalactitas de celdillas naturales donde se afanan miles de obreras. Es un momento m¨¢gico y silente quebrado por el zumbido pegajoso de las abejas. El apicultor acerca el dedo a la mara?a de alas y patas y una decena de obreras se cuelga de ¨¦l. "Est¨¢ chalao", repiten los alumnos del seminario menor de San Juan de ?vila, en Palencia.
Gerardo P¨¦rez lleva m¨¢s de 25 a?os trabajando con abejas y hace seis que instal¨® este museo vivo. All¨ª explica el alucinante universo de estos insectos que tra¨ªan de cabeza a Darwin porque su forma de vida no cuadraba con la teor¨ªa de la selecci¨®n natural con la que el bi¨®logo explicaba la evoluci¨®n de todas las especies. Dedic¨® a las abejas un cap¨ªtulo entero de la obra m¨¢s importante de la historia de la biolog¨ªa, El origen de las especies, para salir airoso del trance.
Las lecciones sobre la vida y milagros de las abejas que imparte Gerardo P¨¦rez en su aula museo de Poyales de Hoyo (?vila) dejan con la boca abierta a chicos y mayores. El Colegio Rural Agrupado Valle del Ti¨¦tar ha declarado esta visita de especial inter¨¦s educativo. Mientras las abejas entran y salen sin descanso por una ventana abierta al campo hasta los tremendos panales crecidos en el techo de la cabina, P¨¦rez reparte trozos de celdillas entre los alumnos de Palencia para que observen con detalle la primorosa y eficaz arquitectura de los insectos. "?Por qu¨¦ hacen las abejas celdas hexagonales si sus cuerpos son cil¨ªndricos?", pregunta. "Porque lo ven as¨ª con sus ojos", aventura un muchacho. No.
La verdadera raz¨®n est¨¢ cargada de l¨®gica y sentido pr¨¢ctico. P¨¦rez lo explica: "Si unieran un c¨ªrculo a otro perder¨ªan espacio entre ellos. Con los hex¨¢gonos hacen cunas adosadas que comparten uno de los lados, as¨ª ahorran espacio y trabajo". Adem¨¢s, el per¨ªmetro del hex¨¢gono es el m¨¢s cercano al del c¨ªrculo y cada celda se convierte en una funda perfecta que aprovecha al m¨¢ximo los ¨¢ngulos. La siguiente capa de celdillas se colocar¨¢ sobre la anterior entrecruzando los lados de la misma manera que los alba?iles colocan los ladrillos. "As¨ª consiguen una arquitectura que soporta, cuando el panel est¨¢ lleno, entre 80 y 100 kilos de peso".
A los chicos, y a sus padres, les impresiona la organizaci¨®n del espectacular "cerebro colectivo" de las abejas obreras, su orientaci¨®n, su olfato, sus danzas y su peculiar forma de vida, nada envidiable, por cierto: viven y mueren trabajando sin descanso para el panal. Y si a unas se les llama obreras, la reina es una currante nata. Cuando las obreras construyen las celdillas, la reina mete la cabeza y se cerciora de que est¨¢n vac¨ªas y en perfecto estado de revista. Entonces da la vuelta al cuerpo y pone en cada una un huevo, que ser¨¢ macho si la celdilla es de z¨¢ngano, o hembra si es de obrera o de futura reina.
Esta elecci¨®n de sexo no es dif¨ªcil, por lo menos para las abejas: si se fecunda con los espermatozoides ser¨¢n hembras; si no, machos (partenog¨¦nesis se llama). La reina depositar¨¢ en sus cuatro o cinco a?os de vida entre 2.500 y 3.000 huevos diarios. Esta desaforada capacidad reproductora tiene su origen en su primera semana de vida, cuando abandona el panal para buscar un z¨¢ngano que la fertilice de una vez por todas. Concluida la c¨®pula, el z¨¢ngano morir¨¢ con la descendencia asegurada: habr¨¢ dejado en el cuerpo de la reina entre cinco y siete millones de espermatozoides. La real abeja vuelve entonces a palacio a poner huevos hasta su muerte. Pero son las obreras, al construir los tipos de celdilla, las que deciden la natalidad, cuantas obreras, z¨¢nganos y larvas reales se precisen. Deciden incluso qui¨¦n ser¨¢ reina. ?C¨®mo? "Cuando nacen las larvas de las celdillas reales, las alimentan los seis primeros d¨ªas de vida a base de jalea real. Las cr¨ªas de obreras s¨®lo tendr¨¢n este manjar los tres primeros d¨ªas, el resto ser¨¢ papilla de agua, miel y polen. Sencillo, ?no? ?s¨ª se hacen las reinas, a base de jalea real. Creo que la reina Sof¨ªa hizo lo mismo", bromea P¨¦rez con los alumnos.
La ¨²nica abeja ponedora que ha de quedar en el panal (las obreras son est¨¦riles) se encarga de matar al resto de las que nacieron en celdillas reales o de abortar las larvas a aguijonazo limpio. Y luego, a poner huevos hasta la extenuaci¨®n. Cuando se agota, las obreras le dan de comer como a los beb¨¦s y recogen sus excrementos. Y vuelta a empezar.
"Las abejas llevan en la tierra 50 millones de a?os, que se tenga constancia por el registro f¨®sil, pero es posible que estuvieran antes. Todo lo que el hombre roba a las abejas no tiene valor alguno comparado con la polinizaci¨®n. De ellas dependen 20.000 especies de plantas.
Su labor de polinizaci¨®n es tan importante que Einstein vaticin¨® que la humanidad desaparecer¨ªa en cuatro a?os si se extinguieran. Mejor no probarlo", sugiere el apicultor.
Va concluyendo la magistral clase de Gerardo P¨¦rez con las abejas revoloteando por miles, cientos de miles, dentro de la cabina acristalada que da al campo de naranjos, cerezos, n¨ªsperos y tomillos del valle del Ti¨¦tar. Pero tras la lecci¨®n a¨²n queda lo mejor. P¨¦rez presenta a los alumnos a Tutanrat¨®n, un peque?o roedor que qued¨® preso en el panal y que las abejas han momificado. "Lo matan, pero como no pueden devolverlo al campo por su peso, le van extrayendo las partes blandas del cuerpo, los pelillos, todo. Y por ¨²ltimo, momifican su esqueleto con prop¨®leo", una sustancia resinosa. Los alumnos miran perplejos la urna transparente donde reposa Tutanrat¨®n.
No corren mejor suerte las mariposas esfinge que caen en el panal. P¨¦rez las muestra disecadas y vivas. "?V¨¦is? Son las mismas de la pel¨ªcula El silencio de los corderos". En el lomo llevan impresa la famosa calavera. Y la guinda: el apicultor va a entrar en la cabina de las abejas. "Este hombre est¨¢ chalao", se impacientan los alumnos.
Aire acondicionado casero
Por tres euros los adultos y un poco menos los menores, se puede ver en vivo y en directo el maravilloso mundo de las abejas, explicado de forma did¨¢ctica por Gerardo P¨¦rez, un experto apicultor. El museo de las abejas recibe visitas los fines de semana, festivos y vacaciones a las 12 del mediod¨ªa y sobre las cinco de la tarde. Entre semana s¨®lo pueden ir las visitas de grupo previamente concertadas en este tel¨¦fono 920 39 02 13.
Una excursi¨®n perfecta para los alumnos que fascinar¨¢ igualmente a sus padres y profesores.
El apicultor explica el sistema de aire acondicionado casero que montan las abejas obreras transportando agua hasta el panal y moviendo las alas. O c¨®mo, agrupadas, se dan calor en invierno a base de tiritar y desprender energ¨ªa "para que la reina no se constipe". Otra cosa que hacen las obreras es montar una sucursal cuando el panal ha crecido tanto que impide que el olor de la reina llegue con nitidez. Entonces cr¨ªan otra y se van con ella.
Los z¨¢nganos s¨®lo sirven para asegurar la reproducci¨®n. Por eso en oto?o matan a todo el que no haya muerto ya devorado por los p¨¢jaros. No ser¨¢n ¨²tiles hasta la siguiente primavera.
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