Bajo los coches, la playa
Me dice una amiga lectora que tras leer mi cr¨®nica de la semana pasada, ha entendido la primera entrega cinematogr¨¢fica de Matrix. Si el actual rebrote de la Comuni¨®n Nacionalista responde a una clave literaria tan cl¨¢sica como la vida es sue?o, ?por qu¨¦ no tambi¨¦n a una trama postmoderna de recreaci¨®n de la realidad humana en el mundo virtual? Aunque a otros lectores les habr¨¢ sucedido lo contrario, que adem¨¢s de no entender la pel¨ªcula, ahora tampoco entender¨¢n lo que sucede en Euskadi. Lo cual, no me sume en la melancol¨ªa, porque, seg¨²n los manuales sesentayochistas, los humanos tenemos tendencia a reclamar el cambio social cuando la realidad se nos vuelve un problema inextricable y nos hartamos de ser siempre los perdedores.
Nos anima mucho la ilusi¨®n de ver llegar el d¨ªa en que estalle la burbuja
Por el contrario, en la Euskadi de Matrix no hay lugar para los perplejos. Llega un d¨ªa Arzalluz a un batzoki, se dirige a los presentes exclamando con voz profunda: "Van a pasar cosas". Y los parroquianos lo entienden todo perfectamente. As¨ª funciona ese invento.
A m¨ª me gusta la ciencia ficci¨®n porque cuando parece que cuenta sucedidos del futuro nos est¨¢ hablando del pasado fin de semana. Cumple as¨ª la funci¨®n esencial del arte. Nos ense?a a mirar de otra manera aquello que, estando a la vista, permanece oculto a nuestras viejas percepciones. Gracias a otra pel¨ªcula de ciencia ficci¨®n, tambi¨¦n del g¨¦nero ciberpunk, me di cuenta hace a?os de que el escenario de Blade Runner es una versi¨®n de nuestro Bilbao postmoderno, adaptada al lenguaje de los c¨®mics. Aunque, por desgracia, sin un Harrison Ford con que toparse a la vuelta de una esquina.
Y ahora podemos ver que nuestra gran decisi¨®n como ciudadanos libres consiste en optar por dejarnos o no enraizar en el sistema Matrix. En cierto sentido siempre ha sido as¨ª, s¨®lo que con dioses, reyes y secretarios generales de partido, que, juntos o por separado, promet¨ªan el para¨ªso. Esos sistemas no negaban la existencia de la triste realidad, se limitaban a decir que la suya, la otra realidad, era la verdadera y que no estaba al alcance de la mano, sino que habr¨ªa que hacer grandes esfuerzos y sacrificios para llegar a ella.
Eso permit¨ªa a las gentes del pueblo consolarse mecidos en la realidad virtual que emerg¨ªa de la red. Pero la verdad, que pasaba desapercibida, era la existencia de grandes redes de producci¨®n de energ¨ªa humana en cautividad. Y el invento pod¨ªa durar siglos, mientras los s¨²bditos creyesen que extramuros de la Casa del Padre s¨®lo exist¨ªa el llanto y el crujir de dientes.
Lo sorprendente es que ahora, y muy especialmente entre nosotros, el mundo virtual prometido, en cuyo nombre se destruye al discrepante, se ha vuelto tan banal como la cutre realidad del mundo real. ?Por qu¨¦ habr¨ªa alguien de querer morir por un pueblo en may¨²sculas cuyo mayor m¨¦rito es venir del Neol¨ªtico? ?Acaso no venimos todos del Neol¨ªtico y a¨²n de m¨¢s atr¨¢s? Que hayamos roto relaciones familiares con nuestros primos chimpanc¨¦s no nos hace mejores. Qu¨¦ importa d¨®nde estuviesen nuestros antepasados neol¨ªticos. All¨ª donde estuviesen ser¨ªan parecidos de bestias a quienes hoy se encanallan matando por la Euskadi postneol¨ªtica.
Y los que no estamos dispuestos ni a matar ni a dejarnos matar por una ideolog¨ªa tan banal, ?qu¨¦ nos queda m¨¢s all¨¢ de seguir buscando lapas en la playa que hemos descubierto bajo el coche?
Nos queda llegar a entender por qu¨¦ seguimos enganchados a Matrix a pesar de haber descubierto que intramuros de sus enchufes, y a diferencia de la ciudad medieval, no anida la libertad para todos. Nos anima la ilusi¨®n de ver llegar el d¨ªa en que estalle la burbuja. Esperando ese d¨ªa -y qu¨¦ despacio viene el condenado- me doy el gusto de entrar en la Red como una hacker, a caballo de mi propio programa, en el que me veo m¨¢s guapa, joven y rompedora. Vamos, lo que se dice hecha una Trinity Ximenez cabalgando por la pradera de San Isidro. O ?qu¨¦ es sino pura incursi¨®n en el mundo virtual, la cr¨®nica que estoy ahora mismo inyectando desde una nave pirata, desgranando la cuenta atr¨¢s de setecientas palabras, antes de que los agentes clones localicen mi posici¨®n?
Y es que, probablemente, no est¨¢ a nuestro alcance dejar de convivir con la realidad virtual o imaginada; pero s¨ª que podemos aspirar a crear nuestros propios programas de enso?aci¨®n. A ser posible en m¨¢s de una versi¨®n, no sea que acabemos tambi¨¦n esclavizados.
Con respecto a la playa au -dessous des voitures, me comentaba un amigo el otro d¨ªa: "No imaginaba yo que hubiese tantas cosas debajo de mi coche. Tantos a?os conduciendo, pero me faltaba este punto de vista. Ayer descubr¨ª un bulto extra?o y result¨® ser el carburador. Eso me pasa por no pensar en positivo como quiere el lehendakari".
"Al contrario", -le contest¨¦. Lo positivo s¨®lo destaca en contraste con lo negativo. Hasta el lehendakari es capaz de ver lo positivo de tener enemigos que no matan a sus amigos.
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