Las ra¨ªces del retraso isl¨¢mico
La guerra de Irak ha terminado. Pero la batalla para transformar las econom¨ªas de Oriente Pr¨®ximo -y evitar que el fanatismo atraiga a una generaci¨®n de j¨®venes ¨¢rabes e iran¨ªes desempleados- no ha hecho m¨¢s que empezar. Es una lucha que va hasta las ra¨ªces del islam. Se cuenta que al ayatol¨¢ Jomeini le gustaba decir que "el pueblo de Ir¨¢n no ha hecho la Revoluci¨®n Isl¨¢mica para bajar el precio de las sand¨ªas". Siguiendo esa l¨®gica, el capitalismo y el islam son incompatibles, ?no? La historia nos proporciona cierta orientaci¨®n sobre este punto. La Revoluci¨®n Industrial empez¨® en las tierras medias, las Midlands, inglesas y en los bosques belgas, regiones dotadas de carb¨®n, canales y obreros sider¨²rgicos especializados, base todo ello para construir, instalar y utilizar las hiladoras autom¨¢ticas, los telares mec¨¢nicos y las locomotoras de ferrocarril que constituyeron las primeras industrias modernas con m¨¢quinas. A finales del siglo XIX, buena parte del continente europeo, Gran Breta?a y Estados Unidos, partes de Canad¨¢ e Irlanda, y Melbourne, Buenos Aires y Johanesburgo (adem¨¢s, por supuesto, de Tokio) eran centros industriales modernos.
El desarrollo lento y distorsionado del mundo isl¨¢mico se debe al bloqueo de las oportunidades y a los problemas del mal gobierno
En otras partes, los fuegos de la Revoluci¨®n Industrial apenas quemaban, si es que llegaban a arder. A comienzos del siglo XIX, el egipcio Mehmet Ali observ¨® el equilibrio de poder mundial, y decret¨® que Egipto deb¨ªa industrializarse r¨¢pidamente. Tem¨ªa que a no ser que los egipcios aprendieran las tecnolog¨ªas industriales modernas, sus descendientes se convertir¨ªan en marionetas de brit¨¢nicos y franceses. Su decreto no lleg¨® a ninguna parte; Egipto no se industrializ¨®, y los nietos de Mehemet Ali se convirtieron de hecho en marionetas de brit¨¢nicos y franceses. Los 70 millones de egipcios actuales viven mucho mejor que los antepasados cultivadores de granos y cereales de los tiempos de Mehemet Ali, sometidos a penosos impuestos. Pero el desfase econ¨®mico entre el Oriente Pr¨®ximo ¨¢rabe y la Europa occidental -en productividad (no relacionada con el sector petrolero), capacidad tecnol¨®gica y nivel de vida- es mucho mayor que hace un siglo, y enormemente mayor que a comienzos de la Era Industrial.
El desarrollo lento y distorsionado del mundo isl¨¢mico se debe en parte al bloqueo de las oportunidades. ?No estar¨ªa Pakist¨¢n mucho mejor si se anulara la cuota que le han asignado en el Acuerdo Multifibras y pudiera exportar m¨¢s tejidos al mundo industrial rico? ?No ser¨ªan las perspectivas de desarrollo econ¨®mico mucho m¨¢s prometedoras para Marruecos, Argelia y T¨²nez si los Gobiernos europeos permitieran a los ciudadanos de la UE comprar m¨¢s naranjas norteafricanas? Pero los males del mundo isl¨¢mico reflejan tambi¨¦n los problemas comunes del mal gobierno. Los derechos de propiedad y los contratos se ven amenazados por bandidos errantes, por los notables locales y, sobre todo, por funcionarios estatales que usan su cargo para obtener mediante extorsiones ingresos adicionales. Dicho con claridad, un Estado d¨¦bil no puede obligar a cumplir contratos ni garantizar los derechos de propiedad, mientras que un Estado suficientemente fuerte para garantizarlos debe controlar a sus propios bur¨®cratas.
Puede que la educaci¨®n sea el principal factor que impide el desarrollo de los pa¨ªses isl¨¢micos. Es dudoso que se pueda conseguir un desarrollo econ¨®mico sostenido all¨ª donde el sistema educativo va una generaci¨®n -y posiblemente tres- por detr¨¢s de otros pa¨ªses en lo que a alfabetizaci¨®n universal se refiere, y donde la educaci¨®n superior pasa por alto las especializaciones y los sujetos necesarios para permitir a las personas dominar la tecnolog¨ªa, como sucede en buena parte del mundo isl¨¢mico. Despu¨¦s de todo, el bloqueo de las oportunidades de exportaci¨®n, la debilidad de las instituciones de gobierno y los elevados niveles de corrupci¨®n son problemas mundiales. Pero cuando comparamos los patrones de desarrollo, hay cada vez m¨¢s pruebas de que la alfabetizaci¨®n universal y el hecho de que haya una gran proporci¨®n de ciudadanos con conocimientos t¨¦cnicos e industriales son los recursos clave que determinan si los pa¨ªses pueden salir del atraso y de la pobreza.
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