Amor, decoro y confianza
En su reciente libro de ensayos, El novelista perplejo, Rafael Chirbes expresa su admiraci¨®n por El buen soldado, de Ford Madox Ford. De esa gran novela el escritor valenciano extrae una sustancial lecci¨®n, "la falta de fiabilidad de cualquier narrador". Acto seguido agrega que todo narrador debe "ganarse la confianza a pulso". Se hace necesario introducir esta reflexi¨®n porque quien la lleva a cabo es el mismo que pone en funcionamiento un problema parecido en su nueva novela. Chirbes, con Los viejos amigos, cierra un gran ciclo tem¨¢tico y estil¨ªstico comenzado con La larga marcha y continuado con La ca¨ªda de Madrid. El problema al que hac¨ªamos referencia antes tiene que ver con la mentira y la verdad, y con los dispositivos narrativos que convierten estos conceptos en la novela en una dial¨¦ctica irresoluble. Una dial¨¦ctica plet¨®rica de fuerza expresiva, pero tambi¨¦n llena de secuelas morales irreversibles. La variedad de voces que componen el tejido argumental de Los viejos amigos, es algo m¨¢s que la suma de almas y perfiles de una generaci¨®n confiada en su papel de motor de la historia. Esas voces tienen que lidiar con algo m¨¢s que con su contemporaneidad, tienen que responder ante s¨ª mismos de todos sus fracasos e imposturas.
LOS VIEJOS AMIGOS
Rafael Chirbes
Anagrama. Barcelona, 2003
221 p¨¢ginas. 13 euros
Unos amigos se re¨²nen para festejar un reencuentro a las luces y sombras de sus vidas particulares. Viven en Madrid y en esta ciudad convivieron con sus utop¨ªas, con sus desenga?os amorosos, con sus actos de renuncia al borde de la ruindad. Escritores fracasados, pintores a los que las cosas no les fueron mejor, galeristas ricas, expertos en infidelidades varias. Detr¨¢s ha quedado la era de las promesas sublimes, la movida madrile?a, los gobiernos del PSOE, la resaca de borracheras in¨²tiles, el sida y alg¨²n hijo que muere empachado de drogas. En Los viejos amigos, Rafael Chirbes ensaya una estructura polif¨®nica, no para transmitirnos ninguna verdad sino para que escuchemos. Cada personaje tiene la oportunidad de contarnos su historia. Y en esa oportunidad est¨¢ en juego su fiabilidad. Se deber¨¢ ganar a pulso que le creamos o no. Mientras esto se decide el lector habr¨¢ asistido a una representaci¨®n de la tristeza humana. Casi al final de esta l¨²cida y bell¨ªsima novela, un personaje, casi ajeno a todo lo que ocurre en ella, ruega porque su mujer est¨¦ dormida cuando ¨¦l regrese de sus copeos nocturnos. Es una autoexigencia de decoro y amor. "Es tan misterioso el ser humano", dice el hombre. Esta muestra de delicadeza humana nos viene relatada indirectamente. Pero por una vez, puede que esta an¨¦cdota sea lo m¨¢s aproximado a una met¨¢fora de verdad innegociable que todos los personajes de Chirbes anduvieron buscando durante toda su vida.
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