Abajo el tel¨®n
La Liga nos ha reservado un turbulento desenlace en el que se cruzan cuatro dramas. El argumento ser¨¢ muy simple: cuatro equipos, el Madrid, la Real, el Athletic y el Barcelona, tendr¨¢n que jugarse la temporada, es decir, la bolsa y la vida, en hora y media. Los noventa minutos del domingo se convertir¨¢n as¨ª en una alegor¨ªa del campeonato. Todas las conexiones del f¨²tbol con el coraz¨®n y con la caja registradora se cargar¨¢n de electricidad y transformar¨¢n el Bernab¨¦u, Anoeta y el Camp Nou en un ¨²nico campo magn¨¦tico cuyas l¨ªneas de fuerza coincidir¨¢n, fila por fila, con las curvas del grader¨ªo.
En el momento convenido, el Barcelona recibir¨¢ al Celta de Vigo, un equipo met¨¢lico que viste camiseta de acero, calz¨®n forjado y botas de fundici¨®n y que llega precedido de un inconfundible aroma de queimada. Aunque quiz¨¢ est¨¦ falto de tensi¨®n competitiva, conserva intacto el oficio: a las ¨®rdenes de Lotina, se ha convertido en una factor¨ªa que fabrica un compacto f¨²tbol de soldadura. Para conjurar el peligro, el Barcelona tendr¨¢ que hacer un ejercicio de autoestima: sus jugadores deber¨¢n recuperar la memoria; reconstruir, fotograf¨ªa a fotograf¨ªa, todas las habilidades con las que se abrieron paso en los corredores de la fama.
En Anoeta, con permiso del Atleti depresivo de Luis Aragon¨¦s, la Real jugar¨¢ de reojo: atenta a la porter¨ªa contraria y al marcador simult¨¢neo, se encomendar¨¢ a los duendes del campeonato. Les pedir¨¢ una de esas travesuras estad¨ªsticas que hacen del f¨²tbol un negocio inexacto. Al abrigo de su concha de apuntador, Jes¨²s Mari Zamora recordar¨¢ aquel d¨ªa en que sali¨® del barro, atrap¨® un bal¨®n suelto, dispar¨® en mitad del tumulto y en el ¨²ltimo instante le birl¨® al Madrid una Liga que, seg¨²n los cronistas de la ¨¦poca, los dioses ya le hab¨ªan mandado por correo.
Al Sur, el Bernab¨¦u ser¨¢ un laberinto de pasiones. Despu¨¦s del minuto de silencio por Javier Ur¨ªa, cada figura ocupar¨¢ su lugar en el rompecabezas: Ronaldo meter¨¢ su perfil de bisonte entre los dos centrales, Etxeberria repasar¨¢ el teorema de Pit¨¢goras y tirar¨¢ mentalmente una hipotenusa desde la banda hasta el palo, Zidane buscar¨¢ el punto de armon¨ªa interior que le permita brillar con luz propia, Tiko armar¨¢ uno de sus misiles de largo alcance, Urzaiz sentir¨¢ que sus 90 kilos se esfuman en un sue?o de ingravidez y Ra¨²l se concentrar¨¢ en alg¨²n enemigo imaginario y afilar¨¢ su pico ganchudo en las aristas del palo.
Luego, seremos testigos de algunos gritos y algunas l¨¢grimas. Viviremos el v¨¦rtigo de bengalas, bocinas y balcones consistoriales y nos quedaremos con la sospecha de que todo est¨¢ en manos de la casualidad. O, peor a¨²n, de ese peligroso conspirador que llamamos destino.
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