El calvario de El Pirata
Marco Pantani, recluido en una 'casa de reposo', intenta superar una crisis depresiva
Jos¨¦ Mar¨ªa Jim¨¦nez, apodado El Chava, y Marco Pantani, El Pirata, se conocieron en el Galibier en 1998, cuando eran los dos escaladores m¨¢s famosos del pelot¨®n. Corr¨ªa la voz en aquel Tour de que ambos hab¨ªan pactado un ataque combinado con el que el espa?ol se apuntar¨ªa la etapa y el italiano dar¨ªa un golpe mortal a la general. Llegado el momento, entre la lluvia, el fr¨ªo y la niebla del gigante alpino s¨®lo surgi¨®, enorme, la figura del escalador calvo, que derrot¨® a Jan Ullrich y empez¨® a ganar el Tour. De El Chava poco se supo: una espant¨¢ m¨¢s.
Varios a?os m¨¢s tarde, el invierno pasado, El Chava, que estaba camino de superar el calvario que le hab¨ªa conducido a una cl¨ªnica especializada en desintoxicaciones y a un severo tratamiento antidepresivo, se encontr¨® al Pirata en un hotel de Canarias. Le mir¨® a los ojos y fue como verse reflejado en un espejo. Pantani, animado y optimista, enga?ado, intent¨® convencerle de que se uniera a su equipo, de que entre los dos, los mejores escaladores del mundo, le dec¨ªa, acabar¨ªan con todo lo establecido. El Chava, l¨²cido, no le crey¨®. Pantani, como otros grandes escaladores, como Fuente u Oca?a, era un hombre atribulado.
Sin embargo, por alg¨²n tiempo dio la impresi¨®n de que Marco Pantani iba en serio, de que despu¨¦s de los a?os de duda y dolor que hab¨ªa sufrido tras su exclusi¨®n por un hematocrito disparado del Giro del 99, quer¨ªa volver a ser un ciclista de oficio, recuperar la fe, el amor de los aficionados. Era un hombre nuevo, un deportista que hab¨ªa roto con su pasado, y no s¨®lo por la operaci¨®n de cirug¨ªa est¨¦tica con la que se peg¨® las orejas al cr¨¢neo -acab¨® con el sobrenombre de Dumbo- y se retoc¨® la nariz. Empez¨® a entrenarse humildemente, en Espa?a, por Las Rozas, junto a su amigo y gregario Daniel Clavero, y disput¨® el Giro. Ya no era el Pantani que aceleraba en las cumbres para acortar la agon¨ªa de las ascensiones, ya no era el extraordinario velocista del Alpe d'Huez o el Mortirolo, ya no era el ciclista exagerado e imposible, era el Pantani m¨¢s humano, uno m¨¢s. Hasta sus asuntos judiciales, las citaciones de fiscales interesados en las especiales condiciones de su sangre, pasaron a un segundo plano. Termin¨® 13? el Giro que dio por llamarse el del Renacimiento, y parec¨ªa un hombre feliz. Hasta se hablaba de que le llov¨ªan las ofertas para alinearse en alg¨²n equipo invitado al Tour, y de que volver¨ªa a la grande boucle.
Cuentan, sin embargo, que despu¨¦s del Giro se olvid¨® de la bicicleta, que sali¨® un par de veces a entrenarse, pero que no pas¨® de 30 kil¨®metros. Lo contaban ayer todos los peri¨®dicos italianos, que desde su primera p¨¢gina anunciaban la noticia del d¨ªa: Marco Pantani no estaba donde dec¨ªa su director, Davide Boifava -entren¨¢ndose en un lugar secreto con la mente puesta en una posible participaci¨®n en la Vuelta en septiembre-, sino que se encontraba recluido en un lugar de la provincia de Padua, en las suaves colinas Eug¨¢neas, llamado El Parque de los Tilos, un lugar de los eufem¨ªsticamente denominados casa de
reposo, un palacete con ventanas enrejadas al que acuden los famosos a tratarse las crisis nerviosas y los problemas de dependencia de sustancias psicoactivas.
El Chava pas¨® por lo mismo y no ha vuelto a ser ciclista, aunque, cuentan que s¨ª que ha recuperado su vida personal. Se ha casado y tira para adelante. Davide Boifava, cuando le preguntaban otra vez por Pantani, por su futuro como deportista, dijo: "Lo importante es recuperarle como persona; el deportista siempre es secundario".
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