El primer gran Bu?uel
EL PA?S presenta 'Los olvidados', del realizador aragon¨¦s
"Para m¨ª, Los olvidados es una pel¨ªcula de lucha social. Porque creo que soy sencillamente honrado conmigo mismo, ten¨ªa que hacer una obra de tipo social. Hab¨ªa visto cosas que me conmovieron y quise trasponerlas a la pantalla, pero siempre con esa especie de amor que tengo por lo instintivo y lo irracional que puede aparecer en todo", les contaba Luis Bu?uel a Tom¨¢s P¨¦rez Turrent y Jos¨¦ de la Colina al recordar los conflictos que surgieron en M¨¦xico cuando la pel¨ªcula se estren¨® a finales de 1950.
Esta cr¨®nica de "ni?os pobres y semiabandonados que viven a salto de mata", escrita por el propio Bu?uel en colaboraci¨®n con Luis Alcoriza y, sin acreditar, Max Aub y Juan Larrea, todos ellos espa?oles en el exilio, fue la tercera pel¨ªcula que el aragon¨¦s dirigi¨® en M¨¦xico. A¨²n no era un autor conocido. Tras sus breves experiencias surrealistas en Par¨ªs, s¨®lo hab¨ªa dirigido dos pel¨ªculas de encargo, la folcl¨®rica Gran Casino (1946), con Libertad Lamarque y Jorge Negrete, y una adaptaci¨®n de Alcoriza, El gran calavera, (1949).
"Tras el ¨¦xito europeo cesaron los insultos y se reestren¨® en M¨¦xico, en una buena sala"
As¨ª que el p¨²blico se acerc¨® a Los olvidados como si se tratara de una pel¨ªcula comercial m¨¢s, qued¨¢ndose tan perplejo e indignado que la mantuvo en cartel s¨®lo durante cuatro d¨ªas. Por su parte, la prensa y hasta algunas amistades de Bu?uel la atacaron con furia: "La mujer de Le¨®n Felipe se precipit¨® sobre m¨ª, loca de indignaci¨®n, con las u?as tendidas hacia mi cara, gritando que yo acababa de cometer una infamia, un horror contra M¨¦xico...". Y eso a pesar de las concesiones a las que Bu?uel se hab¨ªa visto obligado, como la secuencia del oasis del reformatorio ejemplar, y la tranquilizadora voz en off con que se inicia la pel¨ªcula: "Las grandes ciudades modernas, Nueva York, Par¨ªs, Londres, esconden tras sus magn¨ªficos edificios hogares de miseria que albergan ni?os mal nutridos, sin higiene, sin escuela, semilleros de futuros delincuentes. M¨¦xico no es la excepci¨®n a esta regla universal".
Con su presentaci¨®n en el Festival de Cannes de 1951, por empe?o personal de Octavio Paz, y el premio al mejor director obtenido por Bu?uel, m¨¢s las excelentes cr¨ªticas francesas (y sovi¨¦ticas, especialmente la firmada por Pudovkin en el diario Pravda), el director fue absuelto: "Tras el ¨¦xito europeo, cesaron los insultos, y la pel¨ªcula se reestren¨® en M¨¦xico en una buena sala, donde permaneci¨® dos meses". Desde entonces, Los olvidados recorre el mundo valorada como obra maestra, aunque al decir de J. Francisco Aranda, "Bu?uel no se hab¨ªa propuesto hacer una obra de arte".
Sin embargo, "el gran m¨¦rito, el valor revolucionario de Los ol
vidados, pel¨ªcula sobre los pobres, es que no parte de la pobreza como tema, sino como situaci¨®n propicia a la exploraci¨®n del hombre", en palabras de Emilio Garc¨ªa Riera, otro exiliado. "La pel¨ªcula parece una continuaci¨®n de Las Hurdes, puesta ahora en una barriada mexicana", seg¨²n el psicoanalista Fernando Cesarman. "Un grito desgarrador ante el problema de la infancia miserable y delincuente que florece como planta venenosa en el asfalto de las grandes ciudades, y una constataci¨®n de la inutilidad de la pedagog¨ªa de los buenos sentimientos para resolver el problema", seg¨²n Rom¨¢n Gubern, quien tambi¨¦n se?al¨® que "no faltan aqu¨ª las anotaciones surrealistas, como el angustioso sue?o de Pedro o la obsesiva presencia de unos gallos alucinantes de pura estirpe surrealista a lo largo de la pel¨ªcula".
Bu?uel pretendi¨® ampliar estos detalles irracionales "que romper¨ªan con el realismo convencional, y que se ver¨ªan en la pantalla como en un parpadeo, siendo advertidas s¨®lo por un espectador entre cien, que adem¨¢s se quedar¨ªa dudando, pensando que podr¨ªa haber sido una ilusi¨®n suya", pero no logr¨® del todo su prop¨®sito: el productor Oscar Dancingers estaba aterrado: "Don Luis, se lo suplico, no ponga usted esas cosas. Ya estoy haciendo sacrificios en esta pel¨ªcula: hay mucha cochambre, no hay actores conocidos...", mientras un t¨¦cnico le reprochaba en el rodaje: "Se?or Bu?uel, esto es de una cochambre tremenda, no todo M¨¦xico es as¨ª, tenemos tambi¨¦n hermosos barrios residenciales...".
En cualquier caso, a?os despu¨¦s el director recordar¨ªa que en la pel¨ªcula hubo finalmente "muchos elementos surrealistas", especialmente en el sue?o de Pedro, el buen chaval dominado por el perverso Jaibo, despreciado por su madre, y tierno colega del Ojitos, ese ni?o abandonado por su padre y luego lazarillo del ciego reaccionario "que resolver¨ªa el problema de los chicos delincuentes fusil¨¢ndolos a todos". Bu?uel recordaba que en el sue?o de Pedro "aparecen la madre, el Jaibo, el muchacho asesinado por ¨¦ste, un trozo de carne, los rel¨¢mpagos", y hasta le hubiera gustado "ver caer un rayo en el pedazo de carne que ofrece a la madre, y que lloviera en la habitaci¨®n, pero todo eso era dif¨ªcil de lograr, no ten¨ªamos medios t¨¦cnicos". ?Por qu¨¦ gallinas, carne, la madre, un perro como imagen de la muerte? "Y por qu¨¦ no?", respond¨ªa Bu?uel: "Las asociaciones mentales no tienen por qu¨¦ ser realistas. El Jaibo, por ejemplo, podr¨ªa haber visto elefantes en un circo, pero yo sent¨ª que deb¨ªa ser un perro".
Aranda lo confirma en su Biograf¨ªa cr¨ªtica de Bu?uel: "Con Los olvidados se trataba de revisar la validez perenne de muchos aspectos del surrealismo y ver hasta qu¨¦ punto eran aplicables a la contingencia actual". De esa forma, Bu?uel no s¨®lo realiz¨® una contundente cr¨®nica social sino que demostr¨® "que un hombre de su valor e integridad no hab¨ªa sucumbido, a pesar de la confabulaci¨®n dirigida contra ¨¦l".
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