Falange contra las vanguardias
?Por qu¨¦ el mundo de la cr¨ªtica literaria se est¨¢ convirtiendo en una competici¨®n entre agentes de ventas? Si todo acercamiento a un libro supone un proceso de empat¨ªa, mucho m¨¢s lo es cuando comporta una tarea cr¨ªtica que le acompa?e: la empat¨ªa -de simpat¨ªa o antipat¨ªa, claro est¨¢, aunque la frontera entre ambas no est¨¦ nunca clara- siempre est¨¢ en el origen de toda obra, cr¨ªtica o no, y habr¨¢ que cargar siempre con ella, aunque tambi¨¦n hay que matizar al final y evitar caer en toda suerte de simplificaciones, y para ello nada mejor que atenerse a los resultados, esto es, a los textos. Aunque, adem¨¢s, tampoco los textos estar¨¢n jam¨¢s claros del todo. Toda la propaganda que hemos observado durante estos sedicentes a?os "democr¨¢ticos" a favor de lo que ahora ya llamamos impunemente literatura "fascista" o "falangista" ha sido muy superior a la que hubo durante los claramente "franquistas", sobre todo durante su segunda mitad, que fueron los creadores del "franquismo sociol¨®gico" que hoy nos gobierna.
LA CORTE LITERARIA DE JOS? ANTONIO
M¨®nica y Pablo Carbajosa
Cr¨ªtica. Barcelona, 2003
370 p¨¢ginas. 21 euros
VANGUARDISTAS DE CAMISA AZUL
Mechthild Alber
Traducci¨®n de Cristina D¨ªez Pampliega y Juan Ram¨®n Garc¨ªa Ober
Visor Libros. Madrid, 2003
488 p¨¢ginas. 20 euros
Pues si bien es verdad que los escritores "falangistas" ganaron la Guerra Civil, no lo es menos que perdieron la paz, por lo que parecer¨ªa justo su reivindicaci¨®n, que, aunque se disfrace de objetividad, es la operaci¨®n en la que ahora nos movemos. Sorprende que la literatura que inspiraron en principio -la llamada "imperial" de la inicial posguerra- durara lo que un merengue en la puerta de una escuela y se desvaneciera en el seno del franquismo sin dejar apenas herederos (Vizca¨ªno Casas nunca hered¨® a Rafael S¨¢nchez Mazas). De hecho los hermanos Carbajosa -j¨®venes profesores y traductores cartageneros- se acercaron a lo que llaman "la corte literaria de Jos¨¦ Antonio" -que apenas dur¨® un par de a?os, hasta la muerte del fundador- a trav¨¦s de la fascinaci¨®n de M¨®nica por la obra de S¨¢nchez Mazas, el mejor de todos ellos, sobre quien hizo su tesis doctoral. Y aqu¨ª han reunido a los diez escritores m¨¢s cercanos a Jos¨¦ Antonio que se acercaron a ¨¦l en las tertulias de La Ballena Alegre, las "cenas Carlomagno" o participando en el acto fundacional de Falange, procedentes de los restos bilba¨ªnos de "la escuela romana del Pirineo", herederos de las guerras marroqu¨ªes o testigos y partidarios del fascismo italiano. Fueron dos se?oritos de Bilbao, Pedro Mourlane Michelena y Rafael S¨¢nchez Mazas; dos iniciales vanguardistas, Ernesto Gim¨¦nez Caballero (con La Gaceta Literaria) y Eugenio Montes (en su primera poes¨ªa en gallego); Jos¨¦ Mar¨ªa Alfaro, el diplom¨¢tico que apenas public¨® despu¨¦s; el arist¨®crata y mon¨¢rquico catal¨¢n Agust¨ªn de Fox¨¢; el fascista m¨¢s puro y duro Luys Santa Marina; el human¨ªsimo Samuel Ros (su mejor narrador); el periodista deportivo Jacinto Miquelarena, que se suicid¨® en Par¨ªs, y Dionisio Ridruejo, el m¨¢s joven, quien primero se separ¨® de todos ellos y quien mejor contribuy¨® a su hundimiento final, al reconvertirse pronto a la fe democr¨¢tica que con su propio esfuerzo -y muerte- contribuy¨® a traer.
Un grupo disparatado, que
desapareci¨® casi con la muerte del fundador y no sobrevivi¨® como tal a su tan cruel victoria inicial. El resto fue una mezcla de una muerte prematura, otra voluntaria, lejan¨ªas diplom¨¢ticas, desenga?os vegetativos, honores reticentes y una desaparici¨®n lenta e inexorable, pues nadie les le¨ªa o apenas durante la segunda mitad del largo franquismo, que en cierto modo les convirti¨® en leyenda y les olvid¨®, salvo alg¨²n empecinado como Rafael Garc¨ªa Serrano. Jos¨¦ Carlos Mainer, el primero que trat¨® el tema -Falange y literatura (1970)-, prologa este interesante libro diciendo que el "fascismo literario" es algo muy difuso, al menos mucho m¨¢s de lo que deja ver el contundente y menos acreditado Literatura fascista espa?ola (1987), de Julio Rodr¨ªguez Pu¨¦rtolas, a quien le pierde sobreponer la ¨¦tica a la est¨¦tica. ?Llegar¨¢ el d¨ªa en que pueda leerse a estos escritores como leemos a C¨¦line o al marqu¨¦s de Sade por poner otros ejemplos malditos, aunque m¨¢s lejanos? Y Mainer aprovecha para citar este otro libro -alem¨¢n- sobre el tema, Vanguardistas de camisa azul, de Mechthild Albert, quien estudia la evoluci¨®n de Tom¨¢s Borr¨¢s, Felipe Xim¨¦nez de Sandoval, Samuel Ros y Antonio de Obreg¨®n (y algo de la de Gim¨¦nez Caballero tambi¨¦n) entre 1925 y 1940. En ellos su fascismo derrot¨® a su vanguardismo inicial, pero eso no debe hacer creer que s¨®lo la Falange descabez¨® sin m¨¢s las esperanzas de la Vanguardia. Bien es verdad que despu¨¦s de la Guerra Civil, el franquismo mat¨® o expuls¨® a casi todos los vanguardistas y a todos los sociales y comprometidos. Pero de la misma manera que en el origen de las vanguardias no hay fascismo alguno, pues eran anteriores a ¨¦l, tampoco pudo haber coexistencia alguna entre ellos, y los hubo dentro (Pedro de Lorenzo) y fuera del pa¨ªs, desde un Jarn¨¦s pronto desaparecido hasta la longeva Rosa Chacel, siempre inmutable. Las vanguardias desaparecieron por la violencia general en la que el mundo se sumi¨® y que sigue prevaleciendo hasta hoy sobre todo lo dem¨¢s, pues ahora la guerra est¨¢ por doquier, desde la religi¨®n y el comercio hasta la industria editorial misma. Hasta los vanguardistas del exilio dejaron de serlo en libertad (Ayala, Aub), tanto como los falangistas de Jos¨¦ Antonio abandonaron en su alienaci¨®n todas sus veleidades experimentales, aunque a diferencia de los anteriores no aprendieran nunca la lecci¨®n. ?Cu¨¢ndo dejaremos de tomar los r¨¢banos por las hojas? Al menos, el gran Mainer piensa que la publicaci¨®n de estos dos libros le permite abandonar la revisi¨®n de aquel su primer estudio tantas veces prometida. A no ser que sea otra llamada subrepticia para que dejemos pasar el tiempo: aunque no para olvidarlo nunca, el olvido es la muerte de la literatura.
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