Se?or presidente
Excelent¨ªsimo se?or presidente de la Rep¨²blica Italiana, Carlo Azeglio Ciampi:
En el curso de estos ¨²ltimos a?os me he dirigido a usted en varias ocasiones, tal vez lo recuerde, aunque como norma no responda. En la primera de ellas empezaba mi art¨ªculo con una frase suya, en mi opini¨®n bastante poco feliz, que demostraba comprensi¨®n hacia los "chicos de Sal¨®", es decir, los partidarios del Estado fantoche creado por los nazis en el norte de Italia, a finales de la Segunda Guerra Mundial. Italia, como es sabido, no ha llegado a realizar nunca ni una limpieza ni una reparaci¨®n, ni tan siquiera simb¨®lica, como Francia o Alemania, de esos s¨®rdidos aspectos de su propio pasado; y as¨ª hoy tenemos en el actual Gobierno secretarios y subsecretarios de Estado con un pasado de "chicos de Sal¨®" (?de fusileros tambi¨¦n?) a quienes he o¨ªdo manifestar p¨²blicamente su amistad y confianza hacia usted. ?A usted le gustan tales simpat¨ªas? A m¨ª, desde luego, no. Sin embargo, usted, de quien se dice que tom¨® parte en la Resistencia, a tales cuestiones, como digo, no responde. Para usar una f¨®rmula de moda hoy en Italia, "consi¨¦ntame" que insista. Yo soy un ciudadano y usted, un presidente de la Rep¨²blica: dirigirse al propio presidente en una democracia es cosa normal, al menos mientras ¨¦sta exista. Y le ruego que disculpe las molestias: si ha asumido la carga de convertirse en presidente de la Rep¨²blica en una coyuntura hist¨®rica como la actual, a su venerable edad, sin carrera pol¨ªtica alguna a sus espaldas, deb¨ªa de estar usted muy convencido de la grave tarea a la que hac¨ªa frente. Su alto cargo, aunque en Italia haya muchos que preferir¨ªan verle relegado a un emp¨ªreo equivalente al del Papa, donde la palabra no es discutible siendo dogma, prev¨¦ en una democracia normal pelmas como yo. La democracia significa tambi¨¦n reciprocidad: usted es el garante de mi Constituci¨®n, yo le pido cuentas por ello. Y as¨ª, a mi manera, me convierto en garante de lo que usted debe garantizar. En caso contrario, como dec¨ªa Paul Celan, ?qui¨¦n ha de testificar por el testigo?
Usted cumple, como digo, una funci¨®n de garante. Por ello, no puedo considerarle ajeno a lo que est¨¢ sucediendo en nuestro pa¨ªs. A diferencia de cuantos ven en Berlusconi al ¨²nico protagonista de una inquietante corrosi¨®n de las reglas democr¨¢ticas, me veo obligado a constatar que ello tiene lugar tambi¨¦n porque usted firma sus decretos y leyes. Porque usted lo consiente, presidente. Y sin su consentimiento una gran parte de cuanto ha hecho el Gobierno de Berlusconi no existir¨ªa. Con la llamada "moral suasion" de la que hace usted gala, seg¨²n la definici¨®n que circula en Italia, han germinado los frutos que tenemos ante nuestra vista.
El cavalier Berlusconi asumi¨® el pasado 2 de julio la presidencia del semestre italiano de la Uni¨®n Europea. Llega inmaculado, limpio y perfumado gracias a una ley de inmunidad que lo protege de los graves delitos que le imputa un tribunal de la Rep¨²blica y que usted se ha apresurado a firmar. Y que no se sabe si ha sido impulsada por ¨¦l o por usted (en una radio francesa, Berlusconi ha afirmado que esa ley ha sido una precisa voluntad suya, presidente; eventualmente, acl¨¢rense entre ustedes). Parece ser que cre¨ªa usted que Berlusconi no deb¨ªa hacer quedar mal a Italia. Un tipo como Berlusconi, que viene de lejos, sabe como apa?¨¢rselas en ciertas situaciones. Conocemos su biograf¨ªa. Y en efecto, no es que se las haya apa?ado mal uno que cantaba cancioncillas de joven y que ha acabado como jefe de Gobierno. No puedo decir que lamente, ilustre presidente, que sus esfuerzos para que los italianos "quedemos bien" gracias a Berlusconi hayan tenido un resultado tan desastroso. Berlusconi, al asumir la presidencia semestral de la Uni¨®n Europea en nombre de Italia, se ha estrenado con un esc¨¢ndalo, peor que un ganadero en una feria de pueblo. Y con ese fino sentido hist¨®rico que lo distingue, ha evocado Auschwitz ante el diputado alem¨¢n Schulz que se hab¨ªa permitido recordarle una regla vigente en toda Europa: que la ley es igual para todos. Algo que s¨®lo en Italia, se?or presidente, es del todo secundario, como por lo dem¨¢s demuestra su reciente firma en la mencionada ley. Evidentemente, en su discurso de estadista, el cavalier Berlusconi se amparaba en el hecho de que en Auschwitz Italia no hizo m¨¢s que una peque?a contribuci¨®n (unos 2.000 jud¨ªos italianos gaseados, si no me equivoco) gracias a las leyes raciales que Vittorio Emanuele III se apresur¨® a firmar para el cavalier Mussolini, al igual que todas las dem¨¢s que se apresuraba a firmarle. Usted, que ha tomado parte en la Resistencia, sabr¨¢ estas cosas mejor que yo. Y si no fuera as¨ª, ya se las habr¨¢n contado los herederos de Vittorio Emanuele III, quienes hasta hace poco ten¨ªan prohibido pisar suelo italiano y a los que recibi¨® usted recientemente en un solemne c¨®ctel en el Palacio del Quirinale (y disculpe si me veo obligado a bajar el nivel, ilustre presidente de la Rep¨²blica Italiana, pero ?sabe usted que el dinero con el que se pagan las fiestas para los Saboya es m¨ªo tambi¨¦n, y de todos los ciudadanos italianos contribuyentes?).
Berlusconi no parece tener r¨¦moras; evidentemente, tiene las espaldas bien cubiertas. Y no s¨®lo por la "honorable sociedad" que lo sostiene, sino a nivel mundial. Ha entrado en nuestra Uni¨®n Europea como ciertos kamikazes entran en un autob¨²s con un cintur¨®n repleto de explosivos. Una ¨²ltima pregunta, para concluir: pero ?para qui¨¦n trabaja Berlusconi? Usted, que seg¨²n se me dice es un europe¨ªsta convencido, ?no se lo ha preguntado todav¨ªa? Ser presidente de la Rep¨²blica en un pa¨ªs como Italia, fiel de la balanza del Mediterr¨¢neo y terreno ambicionado desde hace a?os por potencias extranjeras que all¨ª operan para cambiar el equilibrio mundial, no es una sinecura como quien se ocupa de las hortensias de su propio jard¨ªn tras haberse jubilado. Reciba un cordial saludo.
PD.- Esta carta ha sido publicada originariamente en el peri¨®dico Il Manifesto porque es una cooperativa. Y hasta que Berlusconi no le presente para que la firme una ley que acabe con las cooperativas, es un peri¨®dico que contin¨²a representando la prensa libre. O lo poco que de ella queda en Italia. Algo por lo que tambi¨¦n debemos estarle agradecidos a usted.
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