Tiempos de hormig¨®n
En materia de hormig¨®n, lo que sabr¨¢ Gallard¨®n. Por lo dem¨¢s, el que lleva camino de ser el toro m¨¢s furioso de los corrientes encierros, se llamaba precisamente as¨ª: Hormig¨®n. El toro de tan expeditivo nombre, volte¨® como a un gui?apo a un natural de Pennsylvania en el callej¨®n de la plaza, ese tramo del encierro con fama de corredor de la muerte, hecho del mismo material que las burbujas inmobiliarias. Pero m¨¢s cornadas dan los corredores de la muerte de las prisiones de Pennsylvania.
La hija del ciudadano norteamericano tratado tan contundentemente por el toro con reminiscencias inmobiliarias, no ha podido ser m¨¢s en¨¦rgica en sus declaraciones a la prensa: "Quiero la cabeza del toro que cogi¨® a mi padre". La declaraci¨®n suena tan amenazadora como el t¨ªtulo de la sangrienta pel¨ªcula de Sam Peckinpah, el director de las grandes balaceras: Quiero la cabeza de Alfredo Garc¨ªa. Va a ser verdad lo que nos tem¨ªamos: que en los EEUU de Norteam¨¦rica, donde tantas cabezas de creyentes en la fe de Mahoma est¨¢n puestas a precio, la furia vengativa del Viejo Testamento vive momentos de esplendor. Con el Viejo Testamento reverdeciendo las ancestrales furias vengativas, nada de raro tiene que resurjan las mujeres fuertes de la Biblia, aquellas Condoleezzas Rice de su tiempo, que a la orden del Bush del momento, se pon¨ªan en marcha para entregar en bandeja de plata la cabeza del Bautista. Seguramente la cabeza del toro Hormig¨®n tendr¨¢ muchas novias, una larga fila de Salom¨¦s aguardando con sus bandejas de plata. Esperemos que no se arme la balacera, que estamos reci¨¦n vueltos del bombardeo.
La cabeza del toro 'Hormig¨®n' tendr¨¢ muchas novias, una larga fila de Salom¨¦s aguardando con sus bandejas de plata
En el bombardeo, por estas festivas tierras, los socios del partido de Gallard¨®n hicieron un reparto de papeles, como manda el gui¨®n de ciertas pel¨ªculas violentas: t¨² el polic¨ªa malo, yo el polic¨ªa bueno. Mientras que el presidente auton¨®mico, con el fausto motivo de haber inaugurado una piscina en Peralta (alegr¨ªas de hormig¨®n), declar¨® que el bombardeo, bonito, lo que se dice bonito, no era, el diputado Del Burgo manifest¨® que la lealtad a la figura del presidente es en el PP inquebrantable, caigan capuchinos de punta o haya que apuntarse al bombardeo. Vamos, que lo del PP es hormig¨®n sin fisuras, salvo que Gallard¨®n est¨¦ abriendo una grieta.
De hormigones Gallard¨®n sabe, o algo ha tenido que o¨ªr. Sin ir m¨¢s lejos, algo habr¨¢ o¨ªdo por boca de uno de los hijos del diputado Del Burgo, experto, pese a su juventud, en prefabricados de esta materia con la que est¨¢n hechos los grandes planes urban¨ªsticos. Ya a finales del siglo pasado, el hijo del diputado se bati¨® el cobre por sacar adelante una empresa corellana de prefabricados de hormig¨®n, cuyos agujeros financieros fueron absorbidos por sociedades p¨²blicas o semipensionistas. Luego, el mismo Gallard¨®n, en compa?¨ªa de ?lvarez-Cascos, ofici¨® de presentador en la puesta de largo madrile?a de una nueva empresa hormigonera regida por el joven emprendedor. La propia Comunidad de Madrid, aparte de la de Galicia, aport¨® al capital de la empresa cifras que no doy, no sea que nos mareemos. Pese a los ¨ªmprobos esfuerzos de la leal familia navarra, la pista del inmenso agujero negro dejado por tan ambiciosa iniciativa empresarial se pierde en un juzgado de Alcal¨¢, la de Henares.
Tiempos de hormig¨®n, estos de hoy. En sinton¨ªa con ellos, la actualidad sanferminera se expresa en la materia con que est¨¢n hechas las v¨ªas del futuro. Con Hormig¨®n en el encierro, apareci¨® el toro genuino que se le supone a esta feria, igual que al corredor se le supone el valor. El gallico de oro fue para Javier Manterola, un ingeniero cuyo saber en la materia de la que est¨¢n hechos los puentes no tiene lagunas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.