Mayo vuela en Alpe d'Huez
El espa?ol gana en la m¨ªtica cima una etapa en la que Armstrong sufri¨® m¨²ltiples ataques y mostr¨® ciertas debilidades
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"Los proyectos que m¨¢s peso tienen son los m¨¢s ut¨®picos". Ley¨® esta frase del arquitecto Renos Piano en una entrevista en el Lib¨¦ration Giancarlo Ferretti y el director del Fassa Bortolo torci¨® el gesto, puso cara de decir que ya es muy viejo para creer en nada, y dijo que no, que la utop¨ªa no era posible en el Tour del Centenario, que Armstrong era Armstrong. La ley¨® Mancebo, el escalador de Navaluenga, y dijo: "?La utop¨ªa son los sue?os que parecen inalcanzables, no? Le dar¨¦ vueltas a la frase en la etapa".
No se sabe si Iban Mayo, pelo revoltoso, perfil afilado, camiseta abierta, faldones al viento, cree en las utop¨ªas -m¨¢s bien parece del lado pragm¨¢tico de la ideolog¨ªa ciclista, un Fuente sin aristas tr¨¢gicas, sin misterio, sin exageraciones-, pero seguro que cree en los sue?os. En sus propias fantas¨ªas, claro, y tambi¨¦n en las de la afici¨®n, en los sue?os de los amantes del ciclismo, a quienes regal¨® ayer una etapa -39 minutos de etapa, m¨¢s precisamente- que dif¨ªcilmente podr¨¢n olvidar. Y como Mayo, tambi¨¦n Beloki, Zubeldia, Hamilton, Vinokurov, todos los ciclistas que ayer, en alas de la utop¨ªa o de sus sue?os, se atrevieron a intentar probar que Armstrong no es el supremo. Ayer le tuteaban, le miraban a la cara, a los ojos de azul l¨ªquido, a la palidez de los p¨®mulos, le miraban m¨¢s cerca que nunca, le o¨ªan respirar, hiperventilando, y no le dec¨ªan nada. Simplemente aceleraban. Demarraban. Intentaban irse. El que m¨¢s lo intent¨® fue Beloki, el primero que se atrevi¨®. El que m¨¢s lejos lleg¨® fue Mayo. Lleg¨® hasta la meta. Solo y besando a las multitudes, saludando al mundo, saboreando la felicidad en unos segundos eternos. "?Qu¨¦ me importa el tiempo que he perdido? No me importa nada. Nada al lado de lo que sent¨ª. Era un momento ¨²nico, que quiz¨¢s no vuelva a repetirse", dijo.
Quiz¨¢s la utop¨ªa consista en arrancarse el auricular de la oreja y dejarse guiar por el instinto. Todo ocurri¨® en el Alpe d'Huez, el puerto de las 21 curvas numeradas de atr¨¢s a adelante, el puerto en el que cada pedalada -bajo la can¨ªcula, en medio de un sendero m¨ªnimo, los ciclistas abrumados por cientos de miles de aficionados ebrios de ciclismo- lleva el recuerdo de un nombre, de un mito, el del primer ganador, Fausto Coppi, el campionissimo, en 1951, el del ¨²ltimo, Armstrong, en 2001, el de Pantani, el Zoetemelk, el de Kuiper, el de Bugno, el de Etxabe, el ¨²nico espa?ol hasta ayer que hab¨ªa ganado al final de los 14 kil¨®metros al 8%. El de Mayo, desde ayer.
Beloki, prisionero de sus palabras, de sus obligaciones, atac¨®. Y por un momento, durante un kil¨®metro, la ilusi¨®n se extendi¨® de que aquel era un instante hist¨®rico, de que all¨ª, en Alpe d'Huez, en el santuario, se asist¨ªa al fin de Armstrong igual que en Pra Loup se hab¨ªa acabado Merckx o en Les Arcs Indurain. Fue m¨¢s un deseo que una realidad. Armstrong, gran campe¨®n bajo el ralo cabello, no perdi¨® nunca la calma, la frialdad, el control. Heras, su lugarteniente de B¨¦jar, le llev¨® hasta Beloki. Por all¨ª ya se ve¨ªa impacientes asomar los rizos de Mayo, se adivinaba en la alegr¨ªa de su pedalada, que entre dientes llevaba la cuenta atr¨¢s con cada pedalada de Heras que les acercaba a Beloki. 10, 9, 8,..., 3, 2, 1. Pum. Cazado Beloki vol¨® Mayo, superman de capa naranja y f¨¢cil pedalada. Y mientras el vizca¨ªno de Igorre, el hombre que ya hab¨ªa atormentado a Armstrong por las carreteras cercanas toda la semana de la Dauphin¨¦ Lib¨¦r¨¦ hace un mes, comenzaba a edificar su leyenda de hombre Tour, Armstrong, viejo sabio, experto, veterano, se prepar¨® para defenderse. No intent¨® acercarse a Mayo. Nunca responde a los ataques del vizca¨ªno, un ciclista que le funde. Vio c¨®mo una nueva generaci¨®n se le acercaba sin miedo. Se vio rodeado por Zubeldia, que cortaba el ritmo para que Mayo llegara m¨¢s y m¨¢s lejos, por Hamilton, con la clav¨ªcula a cuestas, que le atac¨® un par de veces, por Beloki, que lo intent¨® cinco veces m¨¢s, por Vinokurov, que se fue, pero s¨®lo sali¨® a por Beloki, el ¨²nico que le pod¨ªa impedir vestirse ayer de amarillo.
Porque pese a todo, Armstrong, doliente o d¨¦bil, limitado o sin equipo, conquist¨® el maillot amarillo en Alpe d'Huez. Aunque cediera m¨¢s de dos minutos a Mayo, transfigurado en Oca?a, Fuente, Pantani, Herrera, en quien quieran, en la cima de Alpe d'Huez.

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