Adi¨®s a los c¨ªngaros
La primera vez fue en mayo de 2000; la ¨²ltima, en julio de 2003. Un proyecto que naci¨® en Madrid, en el Palacio de Congresos, y termina en Madrid, en el Conde Duque. Tan ambicioso como a la larga inviable: reunir sobre un escenario a casi cuarenta m¨²sicos con el fin de dar a conocer al p¨²blico occidental las diversas expresiones de la etnia gitana. El tiempo de los gitanos, que tom¨® su nombre de la pel¨ªcula de Kusturica, y parte del viaje iniciado por el pueblo roman¨ª hace mil a?os en la India, lo han constituido los grupos rumanos Taraf de Ha?douks -que perdieron en septiembre al patriarca Neascu Neculae- y Fanfare Ciocarlia, la cantante macedonia Esma Redzepova y los Gitanos de Rajast¨¢n o Maharah¨¢, una escisi¨®n de Musafir, que renunci¨® a la parte teatral y circense y se qued¨® ¨²nicamente con la m¨²sica -voces, armonio y tambor-.
El tiempo de los gitanos
Taraf de Ha?douks, Fanfare Ciocarlia, Gitanos de Rajast¨¢n y Esma Redzepova. Patio Central de Conde Duque. Madrid, 12 de julio.
Se podr¨ªa haber completado el periplo hist¨®rico con instrumentistas del jazz manouche y los primos del flamenco, pero no estaba ya el promotor para m¨¢s complicaciones y dispendios.
En el tramo final del espect¨¢culo se juntaron Taraf de Ha?douks -Taraf significa orquesta y Ha?douks es un tributo a los bandoleros justicieros medievales-, y Fanfare Ciocarlia. De violines, acordeones, c¨ªmbalo y contrabajo est¨¢ hecha la vital m¨²sica de los primeros, y trompetas, saxos, clarinetes y tubas marcan la prestaci¨®n salvaje de los segundos. Acabaron por batir r¨¦cords de velocidad. Tocan r¨¢pido: los bailes populares de Rumania lo requieren. Y no hay que perder de vista que son m¨²sicos de bodas y bautizos. Aunque los Taraf hayan desfilado para el japon¨¦s Yamamoto y tengan entre sus admiradores al actor Johnny Depp, y Ciocarlia se precie de haber enloquecido hace unas semanas en Hollywood a Danny Elfman, autor de las bandas sonoras de Chicago o Hulk.
En los Balcanes, los gitanos tienen casi el monopolio de la m¨²sica tradicional. Sucede que all¨ª pintan bastos para ellos porque andan de lleno en la reivindicaci¨®n de las guitarras el¨¦ctricas y los sintetizadores, as¨ª que estos c¨ªngaros de Europa oriental se salvan, de momento, gracias al inter¨¦s que hay por otras culturas en Estados Unidos y Europa occidental.
Entre rumanos, serbios, b¨²lgaros o macedonios se entienden. Aprenden con el padre, el abuelo o el hermano mayor, y los une su capacidad de improvisaci¨®n y la alergia al papel pautado. Se despidieron todos -incluidos los Gitanos de Rajast¨¢n- acompa?ando a la llamada Reina de los gitanos, Esma Redzepova, cuyos melismas arrancaron ol¨¦s del p¨²blico, mientras Michel Winter, el belga que viaj¨® hasta la aldea rumana de Clejani en 1990 en un viejo Citro?n CX para convertirse en representante de Taraf, bailaba en pareja por el escenario. M¨¢s de dos horas y media probablemente irrepetibles: de festivo adi¨®s a estos representantes de la cultura c¨ªngara.
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