Juan Diego tore¨® a la ver¨®nica
Tarde de mucho calor. Y una m¨¢s de toros de poca casta y, por tanto, muchos problemas que ser¨ªan solventados con mejor suerte o torer¨ªa por parte de los espadas. El que tuvo menos fortuna fue Ruiz Manuel, pues result¨® cogido en su primero cuando entr¨® a matar, en el segundo envite. Sali¨® volteado de mala manera, con la taleguilla rota a la altura de la rodilla derecha. Sufri¨® una luxaci¨®n de hombro de pron¨®stico reservado. El toro, con una estocada desprendida que fue suficiente. Un toro de Marqu¨¦s de Albaserrada, con picante y mansurroner¨ªa a partes iguales. Nada en el primer tercio que destacar, por otra parte, y una faena de muleta que tuvo unos apetecibles doblones iniciales, pero que transcurri¨® a la defensiva.
De la Maza / Ruiz, Diego, Barrag¨¢n
Toros de Conde de la Maza, desigualmente presentados, mansos y de juego irregular; 3? de El Serrano, encastado; 2? devuelto por inv¨¢lido, sobrero de Marqu¨¦s de Albaserrada, correoso. Ruiz Manuel: silencio. Juan Diego: vuelta, silencio y silencio. Abraham Barrag¨¢n, que confirm¨® la alternativa: saludos y silencio. Plaza de Las Ventas, 13 de julio. Un tercio de entrada.
Juan Diego, en su primero, dej¨® sobre el albero la firma de un toreo a la ver¨®nica que fue una antolog¨ªa de c¨®mo hay que realizar tan bella suerte. La mano que recibe a la bragueta, y la que despide a la cadera crujiente. Hecho, eso s¨ª, con arte y despaciosidad. Un quite por chicuelinas muy enroscadas vino a continuaci¨®n. Para luego construir una faena de muleta medida, vibrante, de mano baja, de pases rematados en series cortas. Tuvo que matar Juan Diego por la cogida de Ruiz Manuel un toraco manso y de poco celo. Estuvo aseado y sobrio, siempre las buenas maneras como bandera. En el sexto, de alguna manera se volvi¨® a repetir el esquema del toro manso y la faena pulcra. Sin emoci¨®n.
Abraham Barrag¨¢n confirm¨® la alternativa con un mansurr¨®n manejable, sobre todo en el tercio de muleta, en donde hubo unas pocas, no demasiadas, arrancadas que fueron aprovechadas para intercalar unos muletazos de buen trazo y templanza. En su segundo puso voluntad y buenos prop¨®sitos. Se qued¨® muy quieto en unos estatuarios primerizos, am¨¦n de unas trincheras, recortes y un pase del desprecio, de muleta castigadora, aunque a la vez templada. Despu¨¦s se sac¨® al toro a los medios. All¨ª consinti¨® al morlaco en las primeras embestidas, que fueron remitiendo; languideci¨® la faena, y todo acab¨® en el olvido.
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