Los suaves ritmos de Sur¨¢frica
Este a?o, el Festival de Jazz de Vitoria decidi¨® iniciar su andadura en domingo y, para ser coherentes con la fecha, hacerlo con un pic-nic al aire libre. As¨ª, aprovechando que el sol luc¨ªa caluroso, se llevaron hasta las Campas de Armentia a un buen pu?ado de m¨²sicos de Nueva Orleans. Como, adem¨¢s, el acto era gratuito, el parque se llen¨® de p¨²blico y, nueva manera de calibrar el ¨¦xito de un certamen jazz¨ªstico, se vendieron 1.500 litros de cerveza y los bocadillos, excepto los de at¨²n, se agotaron en menos de dos horas.
Al d¨ªa siguiente, las nubes ensuciaron el cielo y la lluvia hizo su aparici¨®n. Por suerte, el veterano certamen alav¨¦s hab¨ªa decidido ya regresar bajo cubierto a pesar de que la propuesta que ocupaba la noche de lunes era de lo m¨¢s soleada: una velada dedicada al jazz surafricano.
El cartel lo formaba un paquete con tres nombres pr¨¢cticamente desconocidos en Europa, pero avalados por el Festival de Jazz de Ciudad del Cabo, garant¨ªa que auguraba sorpresas agradables. Y las hubo, no tres, como pod¨ªa esperarse, pero s¨ª una que val¨ªa por todas ellas.
Una salud vigorosa
Ya de entrada, el primer m¨²sico en subir al entarimado del polideportivo de Mendizorrotza dej¨® muy claro que en ?frica del Sur el jazz sigue vivo y goza de buena salud. El saxofonista y flautista Zim Ngqawana ha sabido tomar la herencia de m¨²sicos tan importantes en los a?os setenta como Dudu Pukwana o Chris McGreggor para crear un jazz profundamente contempor¨¢neo, pero con las ra¨ªces bien clavadas en su tierra.
Ritmos suaves y ondulantes que acarician e incitan al movimiento acompasado sobre los que Ngqawana edifica un mundo personal y apabullante pre?ado de libertad. Fueron sesenta minutos reconfortantes que justificaron por s¨ª solos toda la experiencia surafricana en Vitoria: val¨ªa la pena montar una sesi¨®n de estas caracter¨ªsticas para descubrir a un m¨²sico de tal calado. Un nombre a seguir y perseguir.
El resto de la velada ya no vol¨® tan alto. El cantante Ringo Madlingozi propuso una visi¨®n muy diferente y bastante m¨¢s comercial. M¨¢s cercano al pop panafricano, que triunfa en escenarios europeos, el show de Madlingozi fue puro ritmo, pero sin ir m¨¢s lejos. En Mendizorrotza, una parte del p¨²blico se puso a bailar contaminado inmediatamente por el movimiento, sobre todo por el de una espectacular bailarina que poco a poco le fue comiendo el escenario al propio l¨ªder.
La noche acab¨® sumergida en un pobre smooth jazz a la moda americana. Jimmy Dludlu mostr¨® su val¨ªa como guitarrista y cantante, pero no pudo escapar a la sombra del m¨¢s melifluo George Benson. Una hora en la que, excepto algunas demostraciones de t¨¦cnica, no pas¨® pr¨¢cticamente nada.
La noche surafricana no agot¨® las reservas de cerveza y hacia el final de la velada todav¨ªa quedaban bocadillos de chorizo en la barra.
Babelia
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