?Guerra o desarrollo humano?
El hombre es el ¨²nico animal que tropieza dos veces en la misma piedra. O que no aprende. O que no quiere aprender. La guerra de Irak empez¨® supuestamente para descubrir armas de destrucci¨®n masiva. M¨¢s tarde, el objetivo pas¨® a ser la defensa del pueblo iraqu¨ª frente a Sadam Husein, y, por ¨²ltimo, import¨® proteger a la humanidad del terrorismo de Al Qaeda, de nuevo supuestamente ligado al r¨¦gimen de Husein. En todos los casos, la raz¨®n o la coartada para la invasi¨®n fue la defensa, la seguridad.
Acabada la guerra, las armas no aparecieron, ni hay rastro -al menos p¨²blico- de Sadam Husein, ni tampoco de sus contactos con Al Qaeda. Y, sin embargo, nuevas sospechas de armas de destrucci¨®n masiva apuntan a pa¨ªses como Ir¨¢n, la vieja doctrina de la seguridad nacional aflora en una versi¨®n renovada, la de la seguridad de Occidente: ante el hipot¨¦tico enemigo no hay mejor defensa que un buen ataque. Si no aparecen las armas, a lo mejor aparece petr¨®leo.
El hombre es el ¨²nico animal que no quiere aprender, porque la doctrina de asegurar la paz mediante la guerra, como coartada o como raz¨®n de fondo, est¨¢ m¨¢s que cuestionada. No se asegura la paz con la guerra, sino con el desarrollo de las personas y de los pueblos.
Hace ya m¨¢s de dos siglos afirmaba Kant que, al discurrir sobre las relaciones entre los pa¨ªses, la raz¨®n humana lanza un veto irrevocable, "no debe haber guerra", porque no es ¨¦ste el modo en que las personas deben procurar su derecho, sino construyendo una legislaci¨®n universal que garantice en lo posible una paz duradera. El sue?o de una legislaci¨®n transnacional y cosmopolita, que ya se va plasmando en constituciones como la europea y en figuras jur¨ªdicas como la de la Corte Penal Internacional. Hoy sabemos que la legislaci¨®n es necesaria y que hay que aprestarse a dise?arla, pero tambi¨¦n que es preciso trabajar en las restantes dimensiones del desarrollo humano, si es que queremos garantizar de alg¨²n modo la paz.
En realidad, lo que recuerdan el terrorismo internacional, las matanzas de ?frica, la interminable violencia en Am¨¦rica Latina, las hambrunas y la miseria es la rotunda vulnerabilidad de los seres humanos, por la que todos necesitan protecci¨®n. Pero no s¨®lo frente a las armas, sino tambi¨¦n frente al hambre, la enfermedad, la incultura, las doctrinas excluyentes que cierran la mente del terrorista desde la familia y la escuela, la desigualdad injusta, la agresi¨®n de los mercados financieros especulativos, el saqueo del medio ambiente.
Por eso la seguridad, que suele ligarse s¨®lo al control de armas, ha de ampliarse a cuanto amenaza a las personas. Y, por cierto, no s¨®lo a las que son ciudadanas de un Estado o de algunos Estados, sino a la humanidad en su conjunto. Esto es lo que entiende por "seguridad humana" el PNUD en su informe de 1994: la humanidad no est¨¢ m¨¢s protegida cuanto m¨¢s armada, sino cuanto m¨¢s desarrollada; la mejor defensa no es un buen ataque, sino el desarrollo de las personas y de los pueblos. Qu¨¦ es el desarrollo es harina de otro costal.
Cuando empez¨® a proponerse como objetivo de las pol¨ªticas econ¨®micas nacionales y de la estrategia internacional, al terminar la II Guerra Mundial, se impuso la idea de crecimiento econ¨®mico, el modelo de Rostow, seg¨²n el cual, un pa¨ªs est¨¢ desarrollado si consigue despegar hacia un crecimiento econ¨®mico autosostenido que conduce al consumo de masas. Para lograrlo, una naci¨®n deber¨ªa industrializarse, utilizar tecnolog¨ªas, modernizar sus instituciones y fomentar lo que Daniel Lerner llam¨® la "movilidad ps¨ªquica", es decir, la convicci¨®n de que los hijos pueden alcanzar un nivel de vida superior al de los padres.
Sin embargo, el desarrollo exige mucho m¨¢s que el crecimiento econ¨®mico. Muchos pa¨ªses han seguido las l¨ªneas del consenso de Washington -liberalizaci¨®n, estabilizaci¨®n y privatizaci¨®n- y, sin embargo, no se produce el deseado desarrollo. Las soluciones t¨¦cnicas no bastan y las instituciones creadas para asegurar el desarrollo han de revisar sus estrategias porque, como el propio Banco Mundial reconoce, el desarrollo de un pa¨ªs exige contar al menos con cuatro formas de capital (natural, construido, humano y social), y no s¨®lo con las dos primeras.
Bien puede un pa¨ªs tener excelentes recursos naturales, como es el caso de Venezuela, y alcanzar un bajo nivel de desarrollo, por la precariedad de la democracia, la impotencia de los ciudadanos, la desconfianza generalizada, la poca densidad de las redes sociales. El capital natural no basta para el desarrollo, y puede esquilmarse si faltan los otros tres. El capital construido, por su parte, las infraestructuras, el capital financiero, el capital comercial, son sin duda indispensables para el despegue. Pero dif¨ªcilmente van a crearse en pa¨ªses social y pol¨ªticamente inestables, con enormes desigualdades, donde resulta arriesgado invertir, no digamos atraer al turismo. La principal fuente de riqueza acaba siendo la aportaci¨®n de los emigrantes, una gesta que se repite de tiempo en tiempo.
Sin capital humano y social, el desarrollo de un pa¨ªs est¨¢ visto para sentencia. Pero -y esto es importante- de cualquier pa¨ªs, aunque haya grados: tanto de los que se encuentran "en v¨ªas de desarrollo" como de los que se tienen por desarrollados y est¨¢n perdiendo a ojos vistas competitividad y riqueza social.
En principio, el capital humano m¨¢s b¨¢sico se mide por el nivel de nutrici¨®n y de salud, el nivel de educaci¨®n media y el grado de libertad. Y, en este sentido, como dice Sen, salud y educaci¨®n son dos palancas clave para iniciar el despegue de un pa¨ªs. Precisamente porque los salarios de sanidad y educaci¨®n no son altos los gobiernos pueden invertir en ellos, empoderando as¨ª a las personas, que pueden convertirse en protagonistas de sus vidas, crecer en libertad, aumentando a la vez la capacidad adquisitiva de una parte importante de la poblaci¨®n. Empoderar, no manipular, es siempre el camino.
Pero tambi¨¦n forman parte del capital humano la integraci¨®n y participaci¨®n de los trabajadores en las empresas, as¨ª como los conocimientos y habilidades en trabajos cualificados y pioneros, la capacidad de innovaci¨®n y gesti¨®n del conocimiento, como saben todos los departamentos de recursos humanos. Y son estas asignaturas en las que pa¨ªses como el nuestro pueden sacar una p¨¦sima nota en este caluroso fin de curso y repetir calificaci¨®n en convocatorias sucesivas, si seguimos entendiendo que reducir gasto es reducir plantilla y precarizar el trabajo, y que el gasto en investigaci¨®n y formaci¨®n no es inversi¨®n, sino despilfarro.
Por ¨²ltimo, componen el capital social la confianza, la densidad asociativa, el comportamiento c¨ªvico y los valores de una sociedad, y es ¨¦sta una forma de capital que lleva trazas de convertirse en la eterna asignatura pendiente no s¨®lo de los habituales linternas rojas de la clase, sino tambi¨¦n de la presunta avanzadilla.
La confianza en los representantes pol¨ªticos, en la fortaleza de la democracia, en las transacciones comerciales y financieras, en las instituciones, en las relaciones interpersonales, crea esos "c¨ªrculos virtuosos" en los que las gentes tienen ganas de invertir riqueza material e inmaterial, bienes econ¨®micos y participaci¨®n personal, porque resulta fecundo hacerlo, se siguen ventajas de ello personales y colectivas. Pero no son los infinitos culebrones pol¨ªticos lo que invita a confiar, las eternas descalificaciones mutuas de los partidos y los negocios de votos, como tampoco los esc¨¢ndalos financieros o judiciales. Los proyectos positivos ilusionantes, anunciados para cumplirlos, la experiencia de la lealtad y la transparencia es lo que genera confianza.
En ese caldo de cultivo tiene sentido el comportamiento c¨ªvico, que se extiende desde algo tan b¨¢sico como el pago de impuestos, las normas de tr¨¢fico o la limpieza de entornos urbanos y naturales, hasta la participaci¨®n en proyectos comunes y en actividades de voluntariado. No es positiva la anomia, no crea riqueza humana la convicci¨®n generalizada de que la vida compartida no tiene que ver conmigo, que lo que es de todos no es de nadie. Y, en ese sentido, es fuente de riqueza el asociacionismo, la trama de relaciones que una sociedad es capaz de tejer, en las que las gentes se habit¨²an a participar, a ser tenidas en cuenta, a no sentirse inermes ante la enfermedad, la vejez, el infortunio.
Recalamos por fin en los valores por los que una sociedad apuesta, y que no son indiferentes para su desarrollo. No hay mejor cosa que el pragmatismo sin coraz¨®n para acabar en el subdesarrollo, mientras que "el amor o el civismo -como dice Hirschman- no son recursos limitados o fijos, como pueden serlo otros factores de producci¨®n; son recursos cuya disponibilidad, lejos de disminuir, aumenta con el empleo", hacen crecer a una sociedad, son una apuesta segura.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia
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