D¨ªas de caza
Hace ya casi tres semanas, o sin casi, que se dice pronto, los corredores que estaban en v¨ªsperas de comenzar el Tour recibieron en un pr¨¢ctico malet¨ªn, regalo de la organizaci¨®n, el libro de carrera, el de hoteles, el reglamento de carrera, otro par de libros que hablan de la historia del Tour y de los lugares por donde pasa, y un primer taco de dorsales.
Entonces, muchos se apresuraron a abrir el libro de carrera, despreciando todo lo dem¨¢s, y comenzaron a arrancar p¨¢ginas. Evidentemente, empezaron con la primera, la pr¨®logo, y siguieron con las dos cronos y la de equipos; las llanas de la primera semana con sprint cantado, las siete de monta?a, hasta la ¨²ltima de los Campos El¨ªseos en los que tampoco hay nada que hacer. ?Y qu¨¦ fue lo que qued¨®? Pues ni m¨¢s ni menos que un triste libro de cuatro hojas: la de Toulousse, la de Marsella, la de Burdeos y la del d¨ªa siguiente. A eso se resum¨ªa el Tour de estos corredores, a esas tristes cuatro hojas. El resto eran d¨ªas para trabajar, para subir agua a los l¨ªderes del equipo, para pasarlos sin m¨¢s o para probar lo imposible, lo mismo daba. El caso es que las fuerzas, las cuatro balas que ten¨ªan, las iban a guardar para esos d¨ªas.
Y pasaron los d¨ªas de Toulousse y Marsella, y la gloria fue para otros m¨¢s listos o m¨¢s fuertes, como Piil y Flecha. Pero a¨²n quedaban dos d¨ªas, no todo estaba perdido. Anteayer estuve visitando a mis compa?eros, y habl¨¦ con Knaven, el ganador de ayer, despu¨¦s de cenar. No se entretuvo mucho, que ten¨ªa que descansar, que ten¨ªa una etapa muy importante al d¨ªa siguiente, la tercera, y s¨®lo le quedaban dos balas. Ahora, disfrutar¨¢ sonriente acariciando esa bala que le ha quedado de sobra en el bolsillo.
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