El mal sin sentido
Quien lamente que Jorge Videla, Emilio Massera y Alfredo Astiz rindan cuentas por sus cr¨ªmenes -por supuesto supuestos- en Buenos Aires, La Haya, Madrid, Vladivostok o Sotogrande, tiene un serio problema para rendirse cuentas a s¨ª mismo. De ah¨ª que el fiscal de la Audiencia Nacional de Espa?a, Eduardo Fungari?o, debiera reflexionar algo y, si le gusta evitar rid¨ªculos, no meterse en evidencias. Hay miserias que no se curan con el tiempo. Por el contrario, crecen hacia dentro en las sociedades e individuos si no hay catarsis de justicia. El presidente argentino, N¨¦stor Kirchner, tiene una vocaci¨®n populista considerablemente tosca. Pero si siendo as¨ª rompe con la cruel impunidad de los verdugos impuesta a las v¨ªctimas y sus familiares, no s¨®lo crea realidades bienvenidas, sino que manifiesta asimismo transformaciones en la sociedad argentina dignas de aplauso. Algo se mueve all¨ª al margen de los p¨¢nicos y entusiasmos ef¨ªmeros. Sin aceptaci¨®n popular, pol¨ªticos como Kirchner no se meten en semejantes jardines. La talla no es suya, sino del momento, pero supone una buena noticia desde aquel pa¨ªs tan maltratado, m¨¢s por sus pol¨ªticos, pero tambi¨¦n por su ciudadan¨ªa.
Lejos del barrio bonaerense de Palermo, por el que algunos torturadores paseaban sus perros afganos hasta hace pocos d¨ªas, en La Haya, Biljana Plavsic, una muy culta profesora de Universidad, adalid de la matanza de musulmanes bosnios junto al poeta Radovan Karadzic, ¨¦ste a¨²n huido, era condenada a 10 a?os de c¨¢rcel. Era especialista en despertar los peores instintos de la gente seguidora serbia a la que despreciaba casi tanto como a sus enemigos musulmanes o cat¨®licos. Nadie piense que Plavsic era una persona desequilibrada como Karadzic, el rencoroso marginado y ninguneado eterno en la escena intelectual de Sarajevo. No era un chetnik de los montes, sino una mujer llam¨¦mosla pulida. Pero como tantos otros en la historia del crimen pol¨ªtico gozaba de una perfecta permeabilidad entre su vida formal tan civilizada como obsequiosa y su vertiente man¨ªaca y destructora. Como su c¨®mplice Nicola Koljevic, gran experto en Shakespeare, entusiasta del crimen masivo hasta que, como un personaje m¨¢s de sus dramas tan queridos, se quit¨® la vida. Recordemos la ternura de Joseph Goebbels con sus ni?os a los que se llev¨® a la muerte en abril de 1945 sin consultarlos, las conmovedoras escenas de Stalin ?o?eando con su hija Svetlana o aquella inolvidable caricia de Nicolae Ceaucescu a su mujer y c¨®mplice, Elena, momentos antes de ser ejecutados. Deber¨ªamos recordar a diario que esa permeabilidad en esta dualidad abismal no es patrimonio de los grandes monstruos pol¨ªticos surgidos del f¨¦rtil regazo europeo del siglo XX.
Este mes de julio ha sido publicado en una revista alemana de historia un texto in¨¦dito hasta ahora de Ernst J¨¹nger, un monstruo tambi¨¦n, de las letras, de la guerra y la lucha de los hombres y los insectos. Un a?o antes de morir, J¨¹nger contaba en una cena en El Escorial sus esfuerzos denodados por conseguir ciertos escarabajos que a¨²n no ten¨ªa en su colecci¨®n. Hab¨ªa cumplido ya los 102 a?os. El texto ahora revelado es un informe de J¨¹nger sobre la selecci¨®n y ejecuci¨®n de 50 prisioneros franceses en el oto?o de 1941 en represalia por un atentado contra un teniente coronel de los ocupantes alemanes en Par¨ªs. J¨¹nger utiliza su glorioso dominio del alem¨¢n para hacer una descripci¨®n de las medidas tomadas que hiela la sangre. Es un Mefist¨®feles de Goethe diseccionando la vida y el destino con el bistur¨ª de un funcionario poeta.
Nadie le har¨¢ el favor a Ibarretxe de compararle, ni a ¨¦l ni a su prosa ahora conocida en su "octavo borrador", con un ser tan excepcional -en el bien y en el mal, tan cercanos- como J¨¹nger. Pero algo recuerda tambi¨¦n al J¨¹nger ocupante y relatante, salvando las distancias, ese texto de huida hacia adelante del gran gur¨² del consuelo lacio al muerto y apoyo comprensivo a la pistola humeante que parece ser la tierna soluci¨®n de Ajuria Enea a eso que llaman "el problema vasco". ?Qu¨¦ sobriedad de tono se puede adoptar al proponer la opci¨®n m¨¢s enajenada y el disparate m¨¢s absoluto! ?Qu¨¦ tono de civilidad, urbanidad y educaci¨®n se puede desplegar para lanzar una proposici¨®n salvaje y pre?ada de desconfianza y desprecio inmisericorde hacia los muertos, de sangre y odio, con coqueter¨ªa leguleya! Plavsic ha sido condenada en La Haya, Milosevic lo ser¨¢, Koljevic se peg¨® un tiro. Es siempre dif¨ªcil saber qu¨¦ opci¨®n tomar¨¢ Mefist¨®feles cuando vea que todo el mal que su ambici¨®n e irresponsabilidad producen es s¨®lo eso, un mal sin sentido, una miseria insensata lejana del consuelo que era la prosa de J¨¹nger.
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