Milenio
Ya hab¨ªa publicado Tatuaje y el entonces joven periodista de Tele-Express y hoy director adjunto de EL PA?S, Llu¨ªs Bassets, me preguntaba sobre el proyecto Carvalho, por m¨ª exhibido como una sucesi¨®n de novelas cr¨®nica que ir¨ªa describiendo la transici¨®n, no s¨®lo la espa?ola entre Franco y el infinito democr¨¢tico de la libertad duradera, sino la que ya estaba produci¨¦ndose entre la d¨¦cada de las luces, los a?os sesenta, y el tenebrismo desesperanzado del fin de milenio. Entre la p¨ªldora anticonceptiva y el Papa polaco. Entre la revoluci¨®n de los claveles y el presidente Bush. Entre los Beatles y don Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
Y a la palabra me agarr¨¦ para prometerle a Bassets que tal vez la ¨²ltima aventura de Carvalho se llamar¨ªa Milenio y consistir¨ªa en una vuelta al mundo en el momento en que el XX se convert¨ªa en XXI. Nadie pod¨ªa pensar entonces que el siglo XX iba a ser tan breve -en opini¨®n de Hobsbawn, apenas ha durado entre 1917 y 1990- y que por respeto a la combinaci¨®n de tiempos que comportan las novelas de Carvalho, Milenio no ser¨ªa escrita hasta 2002 y tendr¨ªa su tiempo interior, literario, en el segundo semestre del mismo a?o. Entre la invasi¨®n de Afganist¨¢n y la anexi¨®n de Irak, Milenio no es s¨®lo un viaje geopol¨ªtico, sino una angustiada peregrinaci¨®n laica por un mundo cada vez m¨¢s hip¨®critamente religioso, convocados todos los d¨ªas los dioses para justificar guerras santas y hegemon¨ªas econ¨®mico-militares.
Entre la memoria y la historia, Carvalho y Biscuter pasan por los escenarios de la cuarta guerra mundial, que nunca ser¨¢ declarada, y por todas las profec¨ªas del Apocalipsis
'Milenio' deja establecidos enigmas sobre el futuro de Carvalho y Biscuter a partir del pesimismo insuperable del detective y de la suicida esperanza de su ayudante
"La mujer atraves¨® con decisi¨®n, incluso mediante empujones, la perezosa tropa de buscones y salieron a la calle para ganar cuanto antes la garita policial"
"Conduc¨ªa un hombr¨®n de aspecto militarizado como la propia Malena sentada junto a ¨¦l y muy dedicada a observar a sus dos acompa?antes por el espejo retrovisor"
"Les abri¨® camino el fornido ch¨®fer, y en una estancia adl¨¢tere encontraron a Irina con abrigo de piel y su viol¨ªn bajo el brazo. El abrigo y el viol¨ªn parec¨ªan sus ¨²nicos elementos de vestuario..."
"El cad¨¢ver de Samuel estaba caliente y sus o¨ªdos hab¨ªan escuchado una canci¨®n de Jim Morrison una y otra vez. Como si todo su horizonte sentimental se hubiera reducido a aquellas estrofas"
Fugitivo y algo paranoico, Carvalho acomete su ¨²ltima vuelta al mundo, y Biscuter, la primera. Sobre el viaje se ciernen referentes literarios inevitados, sea La vuelta al mundo en ochenta d¨ªas de Verne, sea Don Quijote y en tercer lugar Bouvard et P¨¦cuchet, la inacabada novela de Flaubert. Si nos ponemos estructuralistas, es decir, desalmadamente pedantes y codificadores, convendr¨ªamos en que la novela de Verne le presta a Milenio la coartada de la aventura; Don Quijote, la dial¨¦ctica entre el hidalgo y Sancho, finalmente decantada a favor del escudero que reclama continuar la aventura, sin la cual pierde identidad. Finalmente, Bouvard et P¨¦cuchet era necesaria como contrapunto sarc¨¢stico de la experiencia por la experiencia, a manera de filosof¨ªa circunstancial que evita filosof¨ªas m¨¢s fundamentales. Adem¨¢s, Carvalho y Biscuter, cuando cambian de personalidad administrativa a lo largo de su vuelta al mundo, suelen llamarse Bouvard y P¨¦cuchet seg¨²n el juego completo de documentos falsos que Biscuter se ha procurado antes de iniciar el viaje.
Aunque Milenio part¨ªa de un cierto esquema previo, lo cierto es que la novela ha crecido hasta alcanzar casi novecientos folios movida por su l¨®gica interna y la vuelta al mundo se da seg¨²n las exigencias m¨¢s pesimistas de la acci¨®n, en conexi¨®n con uno de mis principales axiomas subnormales: el movimiento se demuestra huyendo. Lo complementar¨ªa con la angustiada advertencia de Samuel Beckett ante la motilidad vital: esto no es moverse, esto es ser movido. A partir del ferry que une Barcelona con G¨¦nova empieza una aventura que pasar¨¢ por Afganist¨¢n, por Bali en pleno atentado fundamentalista o por el Pac¨ªfico en una curiosa traves¨ªa dirigida por un vasco, navegante solitario, un etarra excarcelado tras veinti¨²n a?os de reclusi¨®n. Salvo la etapa inicial que les iba a llevar a Grecia, el resto del viaje es una huida en la que Biscuter y Carvalho no se mueven, sino que son movidos.
Entre la memoria y la historia, Carvalho y Biscuter pasan por los escenarios de la cuarta guerra mundial, que nunca ser¨¢ declarada, y por todas las profec¨ªas del Apocalipsis, insinuada la guerra de anexi¨®n de Irak, cuyo desenlace moment¨¢neo el lector ya conoce, pero Carvalho y Biscuter no. Especialmente significativa la rebeli¨®n de Biscuter desde su condici¨®n de subalterno a la de verdadero protagonista de Milenio porque al final de la novela a¨²n conserva, con ayuda de Shiller y Miguel R¨ªos, esperanza, una virtud decididamente laica, aunque no pueda prescindir de cierta sem¨¢ntica trascendental dudosamente religiosa. Biscuter atraviesa toda la novela con un proyecto, Carvalho la consuma despidi¨¦ndose de las personas y las mujeres y las copas. Personajes de ficci¨®n, pero tambi¨¦n algunos reales, como el historiador argentino Osvaldo Bayer o el te¨®logo liberador Frei Betto, sin que el autor haya renunciado a resucitar personas literarias cono Paganel, el ge¨®grafo dise?ado por Verne para Los hijos del capit¨¢n Grant, en Milenio convocado como el principal ge¨®grafo de las religiones de todo el universo e implicado en una historia de adulterio.
En ning¨²n caso he querido trazar un itinerario ejemplar, que en s¨ª mismo se convirtiera en una referencia privilegiada. Al contrario, el viaje de los dos protagonistas se ve continuamente modificado por presiones externas y he tratado de diferenciarlo de cualquier propuesta tur¨ªstica, incluso del postmoderno turismo con algo de incierta aventura incluida. Es prop¨®sito expreso de los protagonistas principales permanecer fieles a la consigna de Bowles: un turista es el que sabe d¨®nde y cu¨¢ndo empieza y termina su viaje, un viajero s¨®lo sabe d¨®nde y cu¨¢ndo empieza. Durante su extra?o recorrido, Carvalho y Biscuter tratan de ver el Taj Mahal aunque no hayan podido ver Petra, y consiguen ba?arse en el Ganges impresionados por los restos de carnes insuficientemente incineradas que lleva el r¨ªo. Algunos escenarios ya han aparecido en otras novelas de Carvalho, como Tailandia, Los p¨¢jaros de Bangkok, y se recuperan personajes literarios, como el marino asesino de La rosa de Alejandr¨ªa, ahora convertido en sospechoso mercader negrero en las costas de ?frica Occidental.
Milenio deja establecidos enigmas sobre al futuro de Carvalho y Biscuter, a partir del pesimismo insuperable del detective y de la suicida esperanza de su ayudante. A lo largo de la novela, Carvalho descubre asombrado que Biscuter tiene vida propia y que durante m¨¢s de treinta a?os de colaboraci¨®n ha conseguido una inteligencia bien comunicada con la vida y ahorros, ahorros que le permitir¨ªan ayudar econ¨®micamente a Carvalho a culminar su vuelta al mundo. Experto en sopas y salsas francesas, Biscuter da la vuelta al mundo culinario con mejor est¨®mago y paladar que su patr¨®n y cumple el precepto marxista de en cada lugar comer su pan y beber su vino.
Cabe la sospecha de que entre los dos personajes se haya producido algo parecido a la transustanciaci¨®n y que Biscuter tenga m¨¢s futuro que Carvalho a pesar de que en un momento de la novela le confiesa su edad. Biscuter es dos a?os m¨¢s viejo que Carvalho. Como muestra de las diversas urdimbres de Milenio, he escogido uno de los fragmentos del paso de los protagonistas por Estambul, comprometidos con la salud moral de un extra?o bi¨®logo ruso y jud¨ªo, un joven sordo que s¨®lo quiere o¨ªr las canciones de Jim Morrison.
Diger¨ªa Carvalho la respuesta cuando Biscuter se?al¨® con un adem¨¢n algo que estaba ocurriendo a sus espaldas. Se dio la vuelta y en la puerta del zagu¨¢n estaba Malena, sola, desobedeciendo la consigna de que las mujeres deben siempre ir acompa?adas o mejor no ir a aquel antro, pero no parec¨ªa la misma rubia fr¨¢gil interesada en explicar el fatalismo autodestructivo de los pobladores de la Massada. Llevaba ropa deportiva y avanzaba con inesperada decisi¨®n hacia ellos, con el rostro hier¨¢tico y los ojos graves. Apenas si acept¨® la sonriente invitaci¨®n de Biscuter para que se explicara y a cambio le explicar¨ªan su versi¨®n de lo sucedido.
-No hay mucho tiempo que perder. Samuel Sumbulovich corre un grave riesgo.
La mujer atraves¨® con decisi¨®n, incluso mediante empujones, la perezosa tropa de buscones y salieron a la calle para ganar cuanto antes la garita policial. Como adosada a ella les esperaba una furgoneta.
-?Ad¨®nde vamos?
-Samuel nos necesita.
Biscuter se manifest¨® asombrado de lo r¨¢pidamente que Sumbulovich hab¨ªa salido del edificio para ponerse en peligro. En Estambul deb¨ªa estar siempre muy cerca la amenaza. Mediante gestos le expres¨® a Carvalho su sorpresa por tener que ir en furgoneta a un lugar que deb¨ªa estar al lado del almac¨¦n. Estudiaba el itinerario y le dio la impresi¨®n de que daba vueltas en tormo a un centro radial del que no se alejaban.
-Roda el m¨®n i torna al Born. Cu¨¢nto tiempo hace que no hablamos catal¨¢n.
Con Biscuter nunca hab¨ªa hablado en catal¨¢n, pero ya estaba sobre aviso y tambi¨¦n ¨¦l comprob¨® que apenas se hab¨ªan alejado unos metros del lugar de partida. Conduc¨ªa un hombr¨®n de aspecto militarizado como la propia Malena sentada junto a ¨¦l y muy dedicada a observar a sus dos acompa?antes por el espejo retrovisor.
-Convendr¨¢ que sepan c¨®mo ha ido todo. Samuel no hizo caso del plan que hab¨ªamos acordado aquella noche en Jerusalem. Les dej¨® a ustedes nada m¨¢s entrar en Turqu¨ªa, vol¨® hasta Estambul y entr¨® en contacto con Irina, a la que supongo que ustedes ya habr¨¢n identificado. En un mensaje enviado ayer les recomendaba que dejaran correr el asunto. Gracias por todo lo que han hecho y se acab¨®. Pero por lo visto no me expres¨¦ bien y ahora se han asomado tanto a la realidad que no hay m¨¢s remedio que ense?¨¢rsela del todo. Pues bien, Irina se enterneci¨® mucho cuando vio a Samuel, sin embargo se neg¨® a irse con ¨¦l. Aqu¨ª es una puta, pero vive mejor que todas las concertistas de su generaci¨®n que empezaron su educaci¨®n en la infancia convencidas de que el Estado proveer¨ªa y eso se acab¨®. El mercado de las violinistas en la nueva Rusia o en cualquiera de las dem¨¢s rep¨²blicas ex sovi¨¦ticas est¨¢ saturado. Samuel no acept¨® la decisi¨®n. Supone a Irina prisionera de la mafia y no de sus deseos de vivir bien. Hace apenas una hora les implic¨® a ustedes en un plan de secuestro de Irina para llevarla a Grecia.
-Alto ah¨ª. No ha hablado de secuestro. ?l ha dado por seguro que Irina se prestar¨ªa a esa huida en cuanto saliera del burdel.
-Les ha enga?ado. Ahora vamos a poner todas las cartas sobre la mesa y nadie podr¨¢ equivocarse si no es por gusto.
Desde un portal les hicieron una se?al luminosa y el conductor detuvo finalmente su merodeo. Estaba a oscuras y solitaria la calzada, con polic¨ªas, crey¨® ver a Carvalho en las dos bocacalles que delimitaban el espacio en el que se mov¨ªan. Malena les precedi¨® y el ch¨®fer complet¨® el cuarteto que avanzaba en fila india por un patio de lo que hab¨ªa sido taller de algo, en el que se conservaban los esqueletos f¨¦rricos agredidos por los abandonos. Por una escalera accedieron a un inmensa nave que achicaba las cinco o seis presencias de los all¨ª reunidos, dos evidentes matones empe?ados en pregonar su oficio a trav¨¦s de todo su sistema de se?ales, Samuel, Irina vestida y dos dolicoc¨¦falos b¨¢rbaros y con lentes redondos de escasa montura que parec¨ªan dise?ados por los servicios de prospecci¨®n del Mossad. Samuel respir¨® aliviado cuando les vio aparecer.
-Malena. ?Menos mal! Me han tendido una trampa y quieren convertirme en un perdedor. Ay¨²dame. T¨² puedes ayudarme.
Malena invit¨® a Carvalho y Biscuter a que abandonaran la habitaci¨®n.
-D¨¦jenme un rato a solas con Samuel. Hay que aclarar algunas dudas.
Les abri¨® camino el fornido chofer y en una estancia adl¨¢tere encontraron a Irina con abrigo de piel y su viol¨ªn bajo un brazo. El abrigo y el viol¨ªn parec¨ªan sus ¨²nicos elementos de vestuario, se le hab¨ªa corrido el r¨ªmel, tal vez por haber llorado, y hablaba para s¨ª misma, como si estuviera cont¨¢ndose la historia que estaba viviendo. Call¨® para estudiar a sus dos nuevos acompa?antes.
-?Qu¨¦ piensa hacer?
Aquel hombre que le hablaba en ingl¨¦s le estaba proponiendo una respuesta, en realidad no era una pregunta.
-?Con respecto a qu¨¦?
-A Samuel, naturalmente.
-Pienso hacer lo que puedo hacer y s¨®lo puedo quedarme aqu¨ª. No he pasado por todo esto para escaparme por la ventana en mi mejor momento. Samuel es un adolescente. Yo he dejado de serlo hace tiempo.
-Estar¨ªamos dispuestos a ayudarles.
-?A qu¨¦?
-A escapar.
-?De qui¨¦n?
-De la mafia que les dirige.
Irina estaba irritada, se acerc¨® a Carvalho y le escupi¨® m¨¢s que le habl¨®.
-De quien trato de escapar es de Samuel y todo lo que representa. Detesto lo que representa.
-?No le gustan a usted los bi¨®logos?
-No me gustan los perdedores.
Malena entr¨® en la habitaci¨®n dir¨ªase que demudada y se encar¨® con Carlvalho y Biscuter.
-Ustedes lo han complicado todo.
-Usted nos meti¨® en esto. Yo no ten¨ªa vocaci¨®n de salvador de drogadictos de Jim Morrison.
Finalmente les dije que se apartaran y no me hicieron caso.
Dedic¨® un aparte la argentina a la muchacha del viol¨ªn, que emiti¨® un sollozo interrumpido porque se hab¨ªa llevado preventivamente la mano hasta la boca y lleg¨® a tiempo de asfixiar su angustia. Coincidi¨® el gesto con el ruido de un disparo en la habitaci¨®n donde estaba Samuel y nada ni nadie evit¨® que Carvalho corriera hasta all¨ª para contemplar el cuerpo del bi¨®logo tendido en el suelo y una mancha de sangre que se agrandaba bajo sus espaldas. Llevaba puestos los cascos de psic¨®pata mel¨®dico. Carvalho se inclin¨® sobre el cuerpo y crey¨® percibir una sombra de musiquilla que sal¨ªa por uno de los aud¨ªfonos mal ajustad a la oreja. Los cogi¨® y comprob¨® que todav¨ªa sonaban canciones, al menos una canci¨®n que era la ¨²nica grabada porque en cuanto termin¨® volvi¨® a empezar. El cad¨¢ver de Samuel estaba caliente y sus o¨ªdos hab¨ªan escuchado una canci¨®n de Jim Morrison una y otra vez. Como si todo su horizonte sentimental se hubiera reducido a aquellas estrofas.
"Ella vive en la calle del amor. / Hace tiempo que est¨¢ en la calle del amor. Tiene casa y jard¨ªn, / me gustar¨ªa ver qu¨¦ pasa. / Tiene ropa y tiene monos. / Perezosos lacayos forrados de diamantes. / Es lista y sabe qu¨¦ hacer. / Me tiene y te tiene. / Veo que vives en la calle del amor. / En ella est¨¢ esa tienda donde se re¨²nen las criaturas. / Me pregunto qu¨¦ hacen all¨ª / un verano, un domingo y un a?o. / Supongo que me gusta algo tan agradable".
Cuando se desentendi¨® del mensaje dej¨® sobre el cad¨¢ver todo el equipo de sonido que hab¨ªa formado parte del equilibrio psicosom¨¢tico del difunto Samuel Sumbulovich.
-Ha sido un accidente. Nadie quer¨ªa dispararle, sino devolverlo a Israel para que Irina tuviera la fiesta en paz.
Ha sonado a sus espaldas la voz en off de Malena y cuando se vuelve la redescubre segura de s¨ª misma, no entristecida, como si la muerte de Samuel formara parte de la agenda, de su agenda. Respaldando a su mujer dos matones con aspecto de dedicarse a la lucha turca y Biscuter en un ¨¢ngulo de la habitaci¨®n como tratando de desentenderse de lo que ha ocurrido o de lo que puede ocurrir. Malena se acerca a Carvalho, le pone una mano sobre el hombro.
-Lo siento.
Y al tiempo de o¨ªr estas palabras, alguien a sus espaldas le ha dado un pinchazo hondo y desde esa hondura le sube el escozor y una sensaci¨®n de p¨¦rdida de conocimiento. Como un vuelco del mundo. Su cuerpo en tierra.
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