?Con qu¨¦ sue?an las moscas?
La raz¨®n de que su cuerpo, lector, est¨¦ dividido en cabeza, t¨®rax y abdomen, en lugar de consistir en una mon¨®tona repetici¨®n de, pongamos, 13 est¨®magos en fila india enjaulados en un horrible t¨²nel de costillas falsas, es una hilera de diez genes, los genes Hox, que se descubrieron en la mosca del vinagre, Drosophila melanogaster. Toque un pel¨ªn un gen de la fila y la mosca tendr¨¢ cuatro alas en vez de dos, el humano doce v¨¦rtebras dorsales en vez de seis. Los genes que fabrican los sagaces ojos del lector tambi¨¦n se descubrieron en la mosca, y los que generan sus piernas y sus brazos vienen a ser los mismos que construyen las patas y las antenas del vol¨¢til. Hasta el gen que hace el ano compartimos con el insecto. Lo de Kafka, m¨¢s que una metamorfosis fue una sutil modulaci¨®n del sistema gen¨¦tico en que se basa el dise?o de todos los animales de este planeta. El matiz pod¨ªa haberlo titulado.
Pero ¨¦sas, se dir¨¢ usted, son las servidumbres del cuerpo. La mente es otra cosa, ?no? Ah¨ª s¨ª que no hay perro que nos ladre ni mosca que nos zumbe.
Ralph Greenspan, del Instituto de Neurociencias de San Diego, present¨® el mes pasado en Melbourne los siguientes resultados. Cuando un objeto m¨®vil pasa por delante de una mosca, no s¨®lo se activan las ¨¢reas cerebrales del insecto que procesan la informaci¨®n visual, sino tambi¨¦n otras situadas en su l¨®bulo frontal (que en la mosca recibe el oprobioso nombre de cuerpo seta, pero que muestra notables parecidos con el l¨®bulo frontal de nuestro cerebro, donde residen nuestras altas funciones mentales).
Greenspan hizo despu¨¦s un experimento que podr¨ªamos denominar la mosca de Pavlov: cada vez que el objeto pasa por delante de la mosca, Greenspan le inflige al bicho un desagradable choque t¨¦rmico. Tras repetir esto unas cuantas veces a intervalos regulares, las neuronas del cuerpo seta aprenden a predecir cu¨¢ndo van a venir mal dadas: de hecho, se disparan medio segundo antes de que pase el objeto (y el choque t¨¦rmico).
Greenspan ha podido determinar que ese efecto pavloviano requiere la activaci¨®n simult¨¢nea y coherente de los cuerpos seta y de otros circuitos distantes a los que podr¨ªamos llamar emocionales, con perd¨®n: circuitos relacionados con la atenci¨®n, con la percepci¨®n del peligro, con el recuerdo de otras experiencias placenteras o dolorosas. Emociones, vaya.
La activaci¨®n coherente de los m¨®dulos cerebrales de la raz¨®n y la emoci¨®n es el fundamento de la consciencia humana, seg¨²n cient¨ªficos como el premio Nobel Gerald Edelman. Como dice Greenspan: "Cuando una persona est¨¢ percibiendo algo conscientemente, su cerebro experimenta una explosi¨®n de coherencia".
En mitad de la noche, las moscas experimentan algo muy parecido al sue?o profundo, y en ese estado sus cuerpos seta ya no responden al objeto que pasa frente a ellas (aunque sus ojos sin p¨¢rpados s¨ª lo ven), ni establecen conexiones pavlovianas con las ¨¢reas emocionales. Unas y otras neuronas se activan de vez en cuando, pero han perdido la coherencia que caracteriza a la percepci¨®n consciente. Felices sue?os, mi querido insecto.
Usted siga despierto, que le tengo que contar una teor¨ªa de Ernest Hartmann, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Tufts. Dice as¨ª: si ahora mismo se declara un incendio en su casa y usted logra escapar, esta noche so?ar¨¢ con fuego, y lo experimentar¨¢ como un trauma. Dentro de unos d¨ªas seguir¨¢ so?ando con fuego, pero su conexi¨®n con el trauma se habr¨¢ debilitado, y en sus sue?os empezar¨¢n a aparecer otros acontecimientos dif¨ªciles de su pasado, tambi¨¦n traum¨¢ticos en su momento, pero ya integrados en los dominios de lo aceptable. Su cerebro est¨¢ intentando archivar el incendio en la carpeta correcta, pero para eso tiene primero que debilitar la coherencia del fuego con el miedo. Ya puede dormirse. Recuerdos a su cuerpo seta.
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