De pactos y pobrezas
La rabia se acumula. En especial cuando tantos fen¨®menos negativos de la convivencia humana se repiten y nosotros -unos m¨¢s que otros pero todos en conjunto, al fin y al cabo- no aprendemos. Seguimos cometiendo, como sociedades miopes y ego¨ªstas que somos, los mismos errores que nos han llevado a las mayores cat¨¢strofes de la historia.
Sabemos, y as¨ª nos lo han venido diciendo los expertos desde hace unos a?os y cada vez con un mayor sentido de la urgencia, que la pobreza en el mundo se puede combatir con un poco m¨¢s de compromiso de los pa¨ªses pobres y ricos: los ricos dan m¨¢s ayuda financiera a aquellos pa¨ªses pobres que demuestren tener estructuras democr¨¢ticas y un uso honesto y adecuado de los fondos de cooperaci¨®n. As¨ª, explic¨¢ndolo simplemente, con llegar al ya comprometido 1% del ingreso nacional de los pa¨ªses ricos en cooperaci¨®n y a su utilizaci¨®n adecuada en los pa¨ªses necesitados, se podr¨¢ acabar con la pobreza extrema mundial. Esto es lo que el nuevo Informe de Desarrollo Humano del PNUD demuestra y nos dice ahora con m¨¢s claridad e insistencia que nunca.
Ahora bien, la rabia que siento yo no viene de entender esta paradoja: que la soluci¨®n a la pobreza existe y no representa m¨¢s que un 1% de la riqueza de quienes m¨¢s tienen, sino de la imposibilidad de comprender por qu¨¦ -y a pesar de los pactos mundiales que ya existen al respecto- al final siempre privan los intereses particulares e inmediatos de los pa¨ªses que, antes de suministrar el monto de cooperaci¨®n acordada, prefieren seguir financiando guerras millonarias y subsidiando -tambi¨¦n millonariamente- sus m¨¢s obsoletos sistemas productivos.
La rabia, m¨¢s precisamente, viene de rehusarme a aceptar que los pactos de lucha contra la pobreza firmados una y otra vez en el foro de las Naciones Unidas pasen a ser en la pr¨¢ctica comida de polillas y un mero referente ret¨®rico de lo "pol¨ªticamente correcto". De nuevo, como casi siempre sucede con los problemas que por ser de responsabilidad com¨²n no son de nadie, cuando por fin hagamos algo ser¨¢ ya demasiado tarde.
Y, como a millones de personas en el mundo se les acumula el hambre en el cuerpo, a m¨ª, que tengo el privilegio de no padecerla, lo que se me va acumulando es la rabia.
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