Epidemias de exhibicionismo
Una irregular colecci¨®n de ensayos aborda desde distintos enfoques el siempre sugestivo tema de la moda. Entre ellos sobresale 'La moda en el proceso de la civilizaci¨®n', de Ren¨¨ K?nig, en el que, considerando la moda como una epidemiolog¨ªa social, analiza el origen y a los precursores de las diversas epidemias a trav¨¦s de la historia.
El valenciano Instituto de Estudios de Moda y Comunicaci¨®n ha iniciado una colecci¨®n de ensayos heterog¨¦neos que depara felices sorpresas. As¨ª sucede con la obra de K?nig, todo un cl¨¢sico de la sociolog¨ªa de la moda, cuya primera versi¨®n traducida era ya inencontrable. Tambi¨¦n son sugestivas las dos piezas de Patrizia Calefato (una original, la otra una compilaci¨®n de art¨ªculos sobre cine), f¨¦rtil semi¨®loga italiana que sigue los pasos de Roland Barthes. El resto carece de inter¨¦s, pues est¨¢ anticuado o es superficial en exceso.
K?nig entiende por moda aquella epidemiolog¨ªa social que regula el metabolismo de los recursos expresivos, especialmente de aquella puesta en escena con que nos presentamos exhibiendo una determinada imagen ante los dem¨¢s. El que la moda sea una epidemia implica que se transmite y difunde por contagio compulsivo de sus portadores, que primero la contraen sin querer, despu¨¦s la manifiestan con virulencia y por ¨²ltimo se libran de ella, una vez caducada y extinguida cuando se queda anticuada y se pasa de moda. Pero a diferencia de las epidemias patol¨®gicas o nocivas, la moda es una epidemia ben¨¦fica y festiva, que favorece a sus v¨ªctimas permiti¨¦ndoles adaptarse con ¨¦xito al vertiginoso cambio social.
Siguiendo a Simmel, K?nig plantea una dial¨¦ctica entre la minor¨ªa de innovadores amantes del riesgo, que buscan distinguirse creando modas nuevas (¨¦stos son los precursores que inician las epidemias de las modas), y la gran mayor¨ªa de conformistas que despu¨¦s les imitan buscando la aprobaci¨®n ajena. El enigma reside en d¨®nde se localiza por su origen social la ¨¦lite de precursores que inician cada epidemia, y que luego son los primeros en abandonarla. Aqu¨ª es donde K?nig distingue tres grandes etapas. Durante la premodernidad y el Antiguo R¨¦gimen absolutista, los precursores eran siempre los varones del estamento superior: los nobles, los se?ores, los arist¨®cratas, los dandis, que dictaban desde arriba la moda como ¨¢rbitros de la elegancia. As¨ª parafraseaban a Marx avant la lettre, pues la moda dominante era la moda de la clase dominante.
La segunda etapa es la moderna sociedad industrial de masas iniciada en Estados Unidos a partir de 1850. Una vez abolida la aristocracia, las epidemias sociales ya no pueden surgir desde arriba verticalmente (como suced¨ªa en la jer¨¢rquica sociedad cortesana), sino horizontalmente, desde un mercado abierto que iguala a todas las clases sociales por su poder de compra. Ahora los protagonistas de la moda ya no son los varones dominantes (que dejan de seguirla para uniformarse con el terno puritano), sino las mujeres y los j¨®venes de clase media. Es la producci¨®n fordista de modas en cadena que alcanza su m¨¢ximo apogeo con el star system programado desde Hollywood, y que inicia su declive con el suicidio de Marilyn en 1962.
Finalmente, con la crisis del capitalismo fordista, el sistema de la moda de clase media estalla a partir de 1975, siendo sustituido por el multiculturalismo pluralista de la presente globalizaci¨®n. Ahora las epidemias de las modas s¨®lo pueden surgir desde abajo, y sus precursores son los punkis, los freaks o los cyborgs: los h¨ªbridos surgidos del casual cruce callejero de las diversas minor¨ªas sexuales o raciales socialmente excluidas por la clase dominante. Es la inversi¨®n posmoderna de la aristocracia premoderna, pues ahora las clases superiores son las conformistas y las innovadoras son las excluidas, estableci¨¦ndose as¨ª un neocasticismo semejante al encontrado por Ortega en aquella goyesca sociedad del XVIII donde las marquesas imitaban a las manolas y los duques a los toreros, confirmando que el sue?o de la raz¨®n engendra monstruos. Pues si la decadencia del imperio espa?ol gener¨® el casticismo denunciado por Ortega, el declive del imperio americano tambi¨¦n est¨¢ engendrando una an¨¢loga parada de los monstruos, tal como describe el libro de Calefato.
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