Todas putas 2 (relato de ficci¨®n)
Se me acaba de ocurrir una idea cojonuda para un relato de ficci¨®n, o sea, un cuento. Trata de una mujer que dirige un organismo dedicado a la lucha contra la violencia de g¨¦nero. Ser¨¢ un personaje moderno, ultraliberal, si me permiten la redundancia, que no est¨¢ dispuesta, como es l¨®gico, a permitir que las t¨ªas cobren un sueldo durante el permiso de maternidad, pues, aparte de que nadie las ha obligado a parir (no haber follado), durante ese permiso no producen para la sociedad m¨¢s que un repugnante l¨ªquido blancuzco con el que alimentan a sus inmundas cr¨ªas.
Quiero que el jefe de esta mujer de ficci¨®n sea un ministro de Trabajo de ficci¨®n. Para que me salga veros¨ªmil, har¨¦ antes de comenzar el relato un perfil psicol¨®gico y profesional del individuo. Ser¨¢ un hombre de origen humilde, con una enorme vocaci¨®n de servicio p¨²blico que lo conducir¨¢ a la pol¨ªtica desde los comienzos de su vida adulta. Quiz¨¢ antes de ser ministro de Trabajo haya sido alcalde de una ciudad levantada a base de operaciones urban¨ªsticas imaginativas como las realizadas en Marbella, por citar un ejemplo de la vida real. Ser¨¢ millonario, pese a que los sueldos de la pol¨ªtica no dan m¨¢s que para ir tirando, porque ha sabido, como Piqu¨¦, optimizar sus obligaciones fiscales.
"No cuento el final porque tengo miedo de que me plagie Hern¨¢n Migoya"
Pues bien, cuando la protagonista se hace cargo de lo que en el cuento llamaremos Instituto de la Mujer, busca por aqu¨ª y por all¨¢ el modo de hacer trabajar a las vagas de las t¨ªas, porque sabe que son todas unas putas holgazanas empe?adas en comer de la sopa boba, y en esto se da cuenta de que las muy cerdas se le quedan embarazadas delante de las narices, en su propio instituto, para seguir cobrando sin dar ni golpe mientras amamantan a esas sucias criaturas que han tra¨ªdo al mundo, ellas sabr¨¢n por qu¨¦. Son todas unas putas, se dice, con justa indignaci¨®n, y va a ver, hecha una furia, a su ministro.
-Oye, ministro -le espeta furiosa-, ?a ti te parece bien que las puercas de las t¨ªas cobren un sueldo durante el per¨ªodo de maternidad, aunque se est¨¦n tocando el co?o todo el d¨ªa?
-Me parece impropio -responde el ministro, que es l¨¢bil, como dir¨ªa la sutil Ana de Palacio-, pero ya sabes que son todas unas putas y que si se me ocurre tocar esa ley me fr¨ªen las progresistas trasnochadas de mierda, que est¨¢n por todas partes.
-Pero, si al salario que damos nosotros le llam¨¢ramos beca, quiz¨¢ podr¨ªamos agarrarnos a esa sutileza verbal para quit¨¢rselo y poner a todas esas vagas paridoras en su sitio de una vez. Si cuela, tal vez en el futuro podamos ara?arles otros privilegios establecidos que, entre t¨² y yo, no son m¨¢s que un impuesto revolucionario del feminismo rampante.
-Me fiar¨¦ de tu prognosis -dice el ministro imitando el vocabulario de Ana de Palacio, que es su modelo de mujer, incluso su modelo de hombre-. Cambia la orden, a ver qu¨¦ pasa.
La directora del instituto redacta la orden muy bien redactada y se la pasa al ministro, que la firma sin dilaci¨®n para que se publique en el Bolet¨ªn Oficial del Estado. Dedicar¨¦ la parte central del cuento a la descripci¨®n de la rabiosa respuesta de las mujeres progresistas, que aparecer¨¢n como unas putas holgazanas, siempre sucias, desgre?adas y feas, frente a la narradora, o sea, la directora general, que encarnar¨¢, con su ministro, los valores del trabajo y del aseo personal, pues los veremos siempre reci¨¦n salidos de la ducha, l¨¢biles y con mucha prognosis.
No cuento el final porque no he registrado la idea y tengo miedo de que me plagie Hern¨¢n Migoya, pero yo creo que llevo a mi editor ese cuento y me dice nada m¨¢s leerlo:
-Quiero un libro entero de cuentos como ¨¦ste.
Y yo lo escribir¨ªa, porque odio a las t¨ªas y me apetece escribir algo claramente mis¨®gino de una puta vez, pero me corta la ignorancia de este pa¨ªs en el que la gente confunde al escritor con el narrador y la ficci¨®n con la realidad. Igual lo publico y se me echan encima las feministas y las embarazadas de mierda y hasta el mismo Parlamento Europeo, sobre todo si a una de estas mujeres a las que quitan el sueldo durante el permiso de lactancia la viola mec¨¢nicamente, como tengo previsto, un subsecretario mientras amamanta a su beb¨¦. Flaubert no sabe el da?o que hizo a la literatura y a la realidad con la estupidez aquella de Madame Bovary c'est moi. Adem¨¢s, c¨®mo iba a ser ¨¦l si Madame Bovary soy yo.
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