Un abeto muerto
Era un abeto precioso. Alto, proporcionado y longevo. Con ¨¦l en el centro y otra serie de abetos y pinos m¨¢s peque?os rode¨¢ndolo se configuraba una encantadora rotonda de umbr¨ªa frente a la estaci¨®n de Renfe en El Escorial. Cuatro o cincos bancos de madera, al cobijo de aquella fronda, serv¨ªan de reposo al turista.
Recuerdo ese abeto y su conjunto desde toda mi vida, como un baluarte de belleza inalterable frente a los caprichos temporales de la autoridad competente. Ya se me entiende: cambios de pavimento cada cuatro d¨ªas, el horrendo torre¨®n rojo de cercan¨ªas, farolas sosas por otras peores, aparcamiento / basura de compromiso..., esas cosas. Nadie hab¨ªa jam¨¢s osado importunar a la joya del centro de la plaza, que por s¨ª misma salvaba tanta reformucha alicorta y cateta.
Pero tras dos temporadas de no pasar por aquella estaci¨®n, la otra tarde (?maldita tarde!) dej¨¦ a mi madre por un asunto en las proximidades, con el compromiso de esperarla a la salida; y al acudir para sentarme bajo el abeto amigo vi que lo hab¨ªan talado. A ¨¦l y a todos sus peque?os compa?eros. En su lugar y sobre un cilindro de cemento o piedra, campeaba un artilugio ferroviario de esos que serv¨ªan anta?o para echar el agua en las locomotoras. Un artilugio podr¨ªamos decir que curioso para cualquier esquina de esa u otras mil plazas con trenes, pero pat¨¦tico, rid¨ªculo, como sustitutivo del maravilloso conjunto vegetal que ya s¨®lo vivir¨¢ en nuestro recuerdo.
Me dirig¨ª al conductor de un autob¨²s de viajeros de los que suben a San Lorenzo de El Escorial, que estaba descansando en su veh¨ªculo a la espera del siguiente tren. "Perd¨®neme... ?Usted sabe algo de los ¨¢rboles que hab¨ªa en el centro de la plaza?". "Pues m¨¢s de un a?o hace que los cortaron, y buena pena, pero no le puedo decir m¨¢s". ?Maldito quien los talara! ?Fue el alcalde o fue la Renfe? Desconozco si son terrenos municipales o de la compa?¨ªa. Si fue el alcalde, era del PP, perdi¨® las pasadas elecciones y m¨¢s le valiera no haber pisado nunca un cargo p¨²blico, la mala bestia. Y si fue la Renfe, que Dios les ciegue antes de permitir que sigan sembrando todo el territorio espa?ol con sus bodrios "de dise?o", sus construcciones duras y sus colores insultantes. ?Que dejen las estaciones tranquilas, por favor! Porque el directivo que haya aprobado la nueva estaci¨®n de El Escorial es capaz, desde luego, de talar cien abetos y a su propia madre.
Me iba llorando por dentro de aquella plaza muerta para siempre cuando un gran cartel contra la valla de un jardincillo llam¨® mi atenci¨®n. "Residencial no s¨¦ qu¨¦, 50 viviendas, bla,bla,bla, pronto aqu¨ª". Y un dibujo del espantoso bloque que van r¨¢pidamente a levantar. "Pues en este jardincillo no cabe todo esto", me dije. Hasta que girando lentamente la cabeza, hacia la izquierda, fui adivinando lo que aquello significaba: la antigua cafeter¨ªa, el frondoso bosque de pl¨¢tanos anexo, el restaurante al aire libre, dos o tres edificios ferroviarios de siempre... van a caer tambi¨¦n.
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