La debilidad de la oposici¨®n
Las reacciones cr¨ªticas al r¨¢pido proceso de designaci¨®n de Mariano Rajoy como candidato del PP a la presidencia del Gobierno, por parte de la mayor¨ªa de sus adversarios pol¨ªticos y de los comentaristas y tertulianos que les son afines, han puesto de relieve, una vez m¨¢s, las graves insuficiencias de los partidos de la oposici¨®n, especialmente del partido socialista, tanto desde el punto de vista de la eficacia de su actividad opositora como desde el de la pedagog¨ªa que es necesario realizar de modo previo para ganar unas elecciones.
Estas cr¨ªticas se han centrado b¨¢sicamente en dos puntos: la falta de democracia en el procedimiento de designaci¨®n y, aun reconociendo estilos distintos, el mero continuismo de Rajoy respecto de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
Ciertamente, el proceso de designaci¨®n democr¨¢tica de los dirigentes de los partidos pol¨ªticos es un problema no resuelto en la democracia espa?ola. Los ensayos han sido variados y su resultado nunca ha sido excelente. La designaci¨®n de Rajoy, a propuesta de Aznar, tras r¨¢pidas e imprecisas consultas a un escaso grupo de miembros relevantes del PP, no puede decirse que sea un modelo de democracia interna sino m¨¢s bien de todo lo contrario. Ahora bien, la propuesta de Aznar ni es insensata, ni responde a un capricho personal, ni es inesperada, sino perfectamente predecible y aceptable.
Los m¨¦ritos de Rajoy son conocidos: fue un elemento b¨¢sico del PP cuando estaba en la oposici¨®n (fue secretario de organizaci¨®n en momentos complicados y el encargado de realizar el pacto auton¨®mico con el PSOE); ha ocupado cinco carteras ministeriales en siete a?os de gobierno; era el vicepresidente primero desde el a?o 2000, y actualmente era adem¨¢s portavoz del Gobierno; por ¨²ltimo, ha tenido que lidiar recientemente en el Parlamento con los escabrosos asuntos del Prestige y la guerra de Irak. Quiz¨¢ alg¨²n otro pod¨ªa optar al cargo con m¨¦ritos equivalentes, pero no con mayores m¨¦ritos. Aznar, simplemente, se ha limitado a proponer a un candidato natural sin tener que forzar su aceptaci¨®n por parte del partido.
No pueden otros decir lo mismo. Pujol, para sacarse de encima a Miquel Roca, forz¨® su sustituci¨®n en la secretar¨ªa del partido, lo propuso como candidato a alcalde de Barcelona -el destino fatal que acaba con las aspiraciones de cualquier convergente- y le amarg¨® la vida de tal modo que provoc¨® su salida de la pol¨ªtica activa, cuando era, sin duda alguna, su sucesor natural desde los inicios de Converg¨¨ncia. Felipe Gonz¨¢lez, por su parte, dimiti¨® sin previo aviso el primer d¨ªa de un congreso que duraba un fin de semana para as¨ª controlar su sucesi¨®n, lo cual origin¨® un proceso de confusi¨®n que -tras lo visto en las recientes auton¨®micas de Madrid- no parece haberse terminado. S¨®lo son dos ejemplos que deber¨ªan impedir a socialistas y convergentes criticar la designaci¨®n de Rajoy, que por lo menos hasta el momento no parece haber suscitado tensiones entre los populares.
Por otra parte, los ciudadanos deber¨ªamos considerarnos corresponsables en esta falta de democracia dentro de los partidos. El primer partido que opt¨® por ensayar un proceso de transparencia interna fue el PSUC en el periodo 1978-1981, con unos resultados nefastos. En la misma ¨¦poca, lo mismo sucedi¨® con el PCE. Por tanto, quiz¨¢ el ciudadano medio prefiere las certezas de la homogeneidad -aunque sea falsa- que la apariencia de disensiones internas; quiz¨¢ prefiere tener confianza en un l¨ªder que le aporte un mensaje claro -Gonz¨¢lez, Pujol, Aznar- que una confusa lucha de tendencias dentro de un mismo partido. Ello ciertamente no es bueno para una democracia de verdad -es decir, aquella en la que el poder lo ejerza el pueblo-, pero por el momento la educaci¨®n pol¨ªtica de los espa?oles no da, tal vez, para m¨¢s: desgraciadamente, quiz¨¢ estamos s¨®lo preparados para la "democracia de los modernos" que ya propugnara Benjamin Constant y todav¨ªa no lo estamos para la "democracia republicana", hoy tan de moda entre los te¨®ricos de la izquierda.
La segunda cr¨ªtica de la oposici¨®n tiene un fundamento a¨²n m¨¢s d¨¦bil: se admite el diferente estilo entre Aznar y Rajoy, pero se sostiene que, en cuestiones de fondo, nada cambiar¨¢ porque su l¨ªnea de pensamiento es la misma. No hay duda de que ambas cosas son ciertas. Ahora bien, formularlas como cr¨ªticas es una pura banalidad que pone de manifiesto, adem¨¢s, la inconsistencia de la oposici¨®n a Aznar.
En efecto, las aparentemente dur¨ªsimas cr¨ªticas a Aznar de estos ¨²ltimos a?os han sido, en general, de una superficialidad absoluta: desde llamarle "bigot¨ªn" o poner de relieve que es bajito -lo cual es obvio- hasta, sin la m¨¢s m¨ªnima seriedad, insistir en que es un franquista o un fascista. Con estas cr¨ªticas s¨®lo se convence a los ya previamente convencidos y se muestra, simplemente, impotencia. M¨¢s hubiera valido que desde la izquierda se hubiera puesto de relieve, con la insistencia con que se han formulado las inconsistentes cr¨ªticas anteriores, su conservadora pol¨ªtica fiscal, la disminuci¨®n del gasto social en los presupuestos o la ineficacia y el encarecimiento que han supuesto las privatizaciones de empresas de servicios antes controladas desde los poderes p¨²blicos. Estas hubieran sido cr¨ªticas m¨¢s convincentes, m¨¢s de fondo, m¨¢s serias, pedag¨®gicamente m¨¢s formativas de ciudadanos interesados en la cosa p¨²blica, m¨¢s propias, en definitiva, de una democracia republicana.
Porque, en efecto, el austero estilo de Aznar es, probablemente para muchos, menos simp¨¢tico que el del ir¨®nico y conciliador Rajoy, aunque en el fondo, ciertamente, sus pol¨ªticas vayan en la misma direcci¨®n. Pero -y aqu¨ª es donde las cr¨ªticas de la oposici¨®n muestran toda su banalidad-, ?podr¨ªa ser de otra manera cuando Rajoy ha llegado a ser vicepresidente primero y portavoz del Gobierno Aznar?
Criticar algo que conduce al absurdo no es m¨¢s que echar piedras en el propio tejado y dar muestras de falta de alternativa: ah¨ª es donde la oposici¨®n muestra todas sus flaquezas.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.