Relato desde La Moneda
Los supervivientes de La Moneda relatan la defensa del palacio, s¨ªmbolo de la democracia, que encabez¨® Allende
Hace exactamente 30 a?os, el m¨¦dico cirujano Patricio Guij¨®n estaba en el segundo piso, en la fila de las 50 personas que quedaban en La Moneda y que por instrucciones del presidente Salvador Allende se iban a rendir para evitar una masacre. Allende estaba sereno, serio y decidido. Se hab¨ªa despedido de cada uno con apretones de mano y hab¨ªa partido a ponerse ¨²ltimo en la fila.
Guij¨®n, que hoy tiene 71 a?os, ya no ten¨ªa su delantal de m¨¦dico. Se lo hab¨ªa pasado al detective Eduardo Ellis, para que lo mostrara en la punta de un palo, a trav¨¦s una peque?a ventana, en se?al de rendici¨®n. El aire era denso y casi irrespirable por el humo del incendio provocado por el bombardeo del palacio, las bombas lacrim¨®genas arrojadas por los soldados y el olor a p¨®lvora. La luz el¨¦ctrica estaba cortada y afuera crepitaba una balacera infernal. Faltaba poco para las 14.00 horas del 11 de septiembre de 1973.
El aire era denso y casi irrespirable por el humo. Afuera crepitaba una balacera infernal
"Vi c¨®mo el presidente se dispara y vuela la parte superior de su cr¨¢neo", dice un m¨¦dico
"Mis tres hijos eran entonces peque?os", cuenta Guij¨®n al explicar por qu¨¦ se sali¨® de la fila y volvi¨® hacia los salones interiores del palacio. "Pens¨¦: ?c¨®mo me voy a ir de aqu¨ª sin llevar ning¨²n recuerdo a los ni?os? Y me volv¨ª a buscar la m¨¢scara antig¨¢s. En un pasillo, a unos 10 metros de distancia, a trav¨¦s de una puerta entreabierta, vi c¨®mo el presidente se dispara y vuela la parte superior de su cr¨¢neo. Me pareci¨® que se estaba sentando al dispararse. Despu¨¦s supe que el impacto lo hab¨ªa levantado del sill¨®n. Me olvid¨¦ de la m¨¢scara y me acerqu¨¦. Ya no hab¨ªa nada que hacer. El fusil que le regal¨® Fidel, como supe despu¨¦s, estaba junto a ¨¦l. Me sent¨¦. Poco despu¨¦s entraron los soldados".
Interrogado y despu¨¦s detenido en la Escuela Militar, Guij¨®n termin¨® prisionero en Isla Dawson junto con los ministros y autoridades del Gobierno de Allende. All¨ª, otro superviviente de La Moneda, el periodista Carlos Jorquera, le aconsej¨®: "Tienes el mejor cuento de la historia. Pero no lo cuentes mucho, porque nadie te va creer", relata. "Fidel ya hab¨ªa dicho en La Habana que Allende hab¨ªa muerto combatiendo". Guij¨®n call¨® durante mucho tiempo. Ni siquiera Isabel Allende crey¨® su versi¨®n en un comienzo. Hoy existe certeza de que el presidente que quer¨ªa construir el socialismo en democracia, cuando ya no quedaban esperanzas frente al golpe militar, decidi¨® el camino del suicidio, una opci¨®n para la que requer¨ªa m¨¢s coraje que para la del mito.
Tres de las 49 personas que salieron con vida de La Moneda y fueron tomados prisioneros, y un escolta de Allende, del Grupo de Amigos Personales (GAP), que combati¨® desde un edificio del costado, narraron su experiencia a EL PA?S. Los tres primeros, dos detectives y un m¨¦dico, integran el pu?ado de supervivientes del ataque golpista al s¨ªmbolo de la democracia chilena. Coinciden en que los anchos muros del palacio los protegieron del bombardeo y los disparos: ninguno de sus defensores muri¨®, salvo Allende y su asesor de prensa, Augusto Olivares, que se suicidaron, y s¨®lo dos fueron heridos. De los prisioneros, 24 fueron asesinados por los militares. Los cuerpos de 12 de ellos todav¨ªa no han aparecido, y, seg¨²n el testimonio de un tripulante de un helic¨®ptero, los militares los exhumaron de sus tumbas clandestinas y los arrojaron al oc¨¦ano.
Otro de los que estaban en la fila, el jefe de los detectives de la escolta presidencial, Juan Seoane, que entonces ten¨ªa 44 a?os, escuch¨® c¨®mo los de atr¨¢s en la fila dec¨ªan: "El presidente muri¨®". El subsecretario general de Gobierno, Arsenio Poupin, intent¨® suicidarse y lo detuvieron. El intendente del palacio, Enrique Huerta, dispar¨® una r¨¢faga al aire. Ambos fueron despu¨¦s asesinados y est¨¢n en la lista de detenidos desaparecidos. A empujones y golpes, los soldados tienden a los prisioneros en el suelo con sus manos en la nuca, en la acera junto a La Moneda. "Cuando el presidente me dio la mano, lo sent¨ª sereno. Dijo: 'muchas gracias, compa?ero'. S¨®lo ahora tengo conciencia de que fue su despedida, porque ya hab¨ªa resuelto el suicidio", afirma.
Allende dio la oportunidad de irse a los 17 detectives que lo custodiaban y a los nueve m¨¦dicos que fueron convocados ese d¨ªa al palacio. Ninguno acept¨®, a pesar de que ya no hab¨ªa esperanza. Seoane recuerda con orgullo que Allende elogi¨® su decisi¨®n: "Sab¨ªa que usted no iba a querer irse. Los viejos robles no se doblan". Pero los carabineros de la guardia del palacio aceptaron la oferta presidencial y abandonaron La Moneda, dejando su armamento. Hasta hoy, el detective Eduardo Ellis, otro superviviente, entonces de 33 a?os, guarda resentimiento por esa actitud: "Cada vez que los veo desfilar tan gallardos en el cambio de guardia en La Moneda pienso que cuando ten¨ªan que hacerlo fueron incapaces de cumplir con su deber".
El presidente estaba m¨¢s consciente que muchos de lo que se ven¨ªa, como refleja su ¨²ltimo discurso, una pieza oratoria improvisada en un sal¨®n y transmitida por radio, que ha pasado a la historia. Allende orden¨® a sus hijas, Beatriz, que estaba embarazada, e Isabel, que salieran. Tambi¨¦n se lo exigi¨® a su asesor espa?ol, Joan Garc¨¦s, para que contara al mundo lo que hab¨ªa pasado, quien a su pesar acat¨® y despu¨¦s ser¨ªa en los a?os noventa el principal promotor del juicio contra Pinochet ante el juez Baltasar Garz¨®n.
Ellis, que despu¨¦s, en democracia, trabaj¨® como escolta de Ricardo Lagos en su etapa de ministro, fue el primero en salir por la puerta de Morand¨¦, 80, a un costado del palacio. Aparece en casi todas las fotos que existen. "Yo no dispar¨¦ un solo tiro. Cre¨ªamos que iban a entrar por la puerta principal y estaba parapetado para impedirlo". Cuando fue a abrir la puerta lateral para rendirse, descubre que est¨¢ sin cerrojo. "Al abrirla, un milico la empuj¨®. Como hab¨ªa orden de rendirse, yo bot¨¦ la metralleta. El soldado me us¨® como escudo para protegerse. Nos tendieron a todos en el suelo y me dieron culatazos. Un tanque avanz¨® para pasarnos por encima con las orugas, pero los compa?eros del GAP en el edificio del Ministerio de Obras P¨²blicas dispararon y justo llegaron los bomberos. Entonces el tanque retrocedi¨®. Yo no escuch¨¦ al general Javier Palacios [que condujo el ataque] o a alguien que ordenara al tanque detenerse".
Desde el edificio del MOP, cinco hombres del GAP disparan, desplaz¨¢ndose entre las ventanas del quinto piso hacia arriba. Uno de ellos, Isidro Garc¨ªa, entonces de 22 a?os, tiene una ametralladora punto 30. Los dem¨¢s, fusiles AKA y un lanzacohetes RPG7 con tres proyectiles, que no usaron. "Cuando los militares dispararon a La Moneda, concentrando la potencia de fuego de mil soldados y las ametralladoras de los tanques, contestamos. Yo ten¨ªa cuatro cintas con mil tiros y hab¨ªa puesto trazadoras. Entre nosotros cinco les causamos bajas e impedimos que se acercaran al palacio. La punto 30 los ten¨ªa desesperados y como nos cambi¨¢bamos de ventana y piso, nunca nos pudieron dar".
Durante el bombardeo, los soldados se retiraron. Conociendo la experiencia vietnamita, donde los soldados derribaron aviones con armas cortas, dispararon a los Hawker Hunter que bombardearon el palacio. "Dispar¨¦ r¨¢fagas cortas para guardar parque y los compa?eros usaban las AKA tiro a tiro. No hab¨ªa m¨¢s gente disparando. Es un mito que ¨¦ramos un ej¨¦rcito, donde hab¨ªa miles de extranjeros, disparando contra los soldados. Muchos de los que deb¨ªan estar en los edificios para defender el Gobierno no llegaron y la gente carec¨ªa de armas. El MOP y La Moneda es donde hubo m¨¢s resistencia al fuego militar en el centro de la ciudad". Cuando Garc¨ªa vio avanzar el tanque contra los prisioneros, dispar¨® a los soldados. "Fueron r¨¢fagas de advertencia. No quisimos darles, porque habr¨ªan matado a nuestros compa?eros". Cuando se les acab¨® la munici¨®n, y despu¨¦s de limpiarse el olor a p¨®lvora de las manos, salieron del edificio mezclados con cerca de 250 trabajadores que hab¨ªan quedado atrapados.
Seoane afirma que, en la pr¨¢ctica, en La Moneda no hubo combate como el que tuvieron los GAP que estaban en el MOP. "En el palacio, encabezados por el presidente, un pu?ado de hombres hicimos un acto de dignidad al resistir el asedio, m¨¢s que de defensa. Nosotros dispar¨¢bamos casi a ciegas y apenas ve¨ªamos por las ventanas. ?Qu¨¦ ¨ªbamos a hacer contra tanques y aviones? Un general cont¨® que dispararon 175.000 tiros contra La Moneda. Nosotros ten¨ªamos menos de cien balas por persona". Aunque el acto de coraje y dignidad del que participaron hace 30 a?os marc¨® y cambi¨® sus vidas hasta hoy, ninguno sufre pesadillas. Tambi¨¦n concuerdan en que Allende parec¨ªa en todo momento due?o de la situaci¨®n, consciente de que todos ellos estaban pasando a la historia.
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