Nixon dio la orden de acabar con el r¨¦gimen de Allende
1.500 documentos desclasificados de la CIA permiten recomponer la trama norteamericana de acoso y derribo
El 27 de junio de 1970, Henry Kissinger dej¨® claro durante una reuni¨®n del Consejo Nacional de Seguridad que la democracia chilena era un estorbo para los objetivos de Estados Unidos: "No veo por qu¨¦ tenemos que permitir que un pa¨ªs se haga comunista tan s¨®lo porque su pueblo sea irresponsable", dijo. Debat¨ªan esos d¨ªas la estrategia para impedir, a cualquier precio, que Allende se instalara en La Moneda, tal y como lo hab¨ªa logrado impedir la CIA en las elecciones de 1964. Pero esta vez era distinto. Allende era muy popular, parec¨ªa imparable. Y lo fue, a pesar de la intensa campa?a contra ¨¦l del espionaje norteamericano. La victoria en las urnas el 4 de septiembre acabar¨ªa convirti¨¦ndose en su sentencia de muerte, tres a?os despu¨¦s.
La victoria en las urnas de Allende acabar¨ªa convirti¨¦ndose en su sentencia de muerte
La muerte de Schneider inaugur¨® un periodo de asesinatos pol¨ªticos que no se conoc¨ªa en Chile
Las directrices para eliminarlo pol¨ªticamente partieron de la propia Casa Blanca. Richard Nixon orden¨® montar una operaci¨®n clandestina para desestabilizar el pa¨ªs, que deb¨ªa culminar en un golpe de Estado a manos de los militares de extrema derecha. En el af¨¢n del presidente de EE UU por exterminar el comunismo, el socialista que iba a asumir el poder en Chile representaba una amenaza "inaceptable". As¨ª se lo hizo saber Nixon a su receptivo secretario de Estado, Kissinger, y al jefe de la CIA, Richard Helms, cuando despachaban en la Oficina Oval el 15 de septiembre de ese a?o. "La embajada no tiene que participar. Hay 10 millones de d¨®lares a nuestra disposici¨®n, m¨¢s si es necesario. Plena dedicaci¨®n, con los mejores hombres que tenemos. Hay que arruinar la econom¨ªa. El plan tiene que estar listo en 48 horas", anot¨® Helms. Sus apuntes forman parte de m¨¢s de 1.500 documentos desclasificados de la CIA que permiten recomponer la trama norteamericana de acoso y derribo contra Allende.
El plan Kissinger lo coordinar¨ªa un grupo selecto desde el cuartel general de Langley, a espaldas del Departamento de Estado, y bajo la supervisi¨®n directa de Thomas Karamessines, el jefe de operaciones clandestinas de la CIA. En un cable secreto el 16 de octubre, Karamessines traslad¨® en detalle las ¨®rdenes de Kissinger al jefe de estaci¨®n de la CIA en Santiago, Henry Hecksher: "La pol¨ªtica establecida y continuada es que Allende sea derrocado mediante un golpe. Ser¨ªa preferible que ocurriera antes del 24 de octubre, pero los esfuerzos para lograrlo continuar¨¢n pasada esa fecha. Seguiremos ejerciendo las m¨¢ximas presiones y utilizando todos los recursos apropiados para alcanzar el objetivo. Es imperativo que estas acciones se realicen de forma clandestina y segura, para que el USG [Gobierno de EE UU] y los norteamericanos queden a resguardo. Ello nos obliga a ser muy selectivos al hacer contactos militares"
Contaban con una amplia red de contactos en las filas m¨¢s derechistas del Ej¨¦rcito, pero el hombre clave, el jefe de las Fuerzas Armadas, el general Ren¨¦ Schneider, les hab¨ªa dado la espalda porque acataba la Constituci¨®n. Ese desaf¨ªo le convirti¨® en el principal objetivo. Hasta hoy, nadie sabe a ciencia cierta si su asesinato el 22 de octubre de 1970 fue planificado o accidental, al haberse resistido a los secuestradores. De lo que no hay duda es de que "inaugur¨® un periodo de asesinatos pol¨ªticos que no se conoc¨ªa en Chile", se?ala el profesor de la Universidad de Miami, Felipe Ag¨¹ero, de origen chileno. "Estados Unidos no tuvo una intervenci¨®n directa pero, cre¨® el clima propicio. Lo hizo de forma perversa. Aunque la situaci¨®n estaba tan polarizada que con o sin intervenci¨®n americana hubiera habido golpe".
La CIA confiaba en que el secuestro de Schneider provocara tal caos pol¨ªtico que los militares se alzar¨ªan y el Congreso abortar¨ªa la votaci¨®n para confirmar a Allende. La conspiraci¨®n fracas¨® y Allende fue declarado presidente, pero los planes para abatirle prosiguieron desde tres frentes, pol¨ªtico, econ¨®mico y medi¨¢tico. En este ¨²ltimo la CIA mont¨® una campa?a que abarcaba desde la financiaci¨®n de publicaciones (al menos dos millones de d¨®lares fueron para El
Mercurio) o programas de radio a la ubicaci¨®n de miles de art¨ªculos en distintos peri¨®dicos dentro y fuera de Chile (la propia Agencia contabiliz¨® 627 s¨®lo en el lapso de dos meses antes de la toma de posesi¨®n, seg¨²n reflejan los papeles desclasificados).
EE UU recort¨® la ayuda econ¨®mica, neg¨® cr¨¦ditos, ayud¨® a fomentar huelgas en el transporte y la miner¨ªa y logr¨® en parte que las instituciones financieras internacionales cooperaran en la "opresi¨®n" de la econom¨ªa chilena. Paralelamente, destinaron m¨¢s de cuatro millones de d¨®lares a la oposici¨®n, especialmente al Partido Nacional y a la organizaci¨®n ultra Patria y Libertad. Los militares encabezados por Augusto Pinochet se encargaron del resto.
"EE UU cometi¨® muchos errores en nombre del anticomunismo apoyando a dictaduras, no s¨®lo a la de Pinochet", se?ala Ambler Moss, ex embajador de EE UU en Panam¨¢ y director del Centro Norte-Sur de estudios latinoamericanos en la Universidad de Miami. "Pero todo ha cambiado desde la ca¨ªda del muro; parad¨®jicamente, el gran s¨ªmbolo de ese cambio fue el 11 de septiembre de 2001; ese d¨ªa Colin Powell firmaba la carta de democracia de la OEA. Es una vuelta de p¨¢gina que espero que dure".
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