El giro de Laporta
A Joan Laporta le han llovido tantos parabienes que Artur Mas se le arrima cada vez que puede, y bien que lo agradece el presidente del Bar?a, que habla tanto del pa¨ªs como el conseller en cap del club, tal que a veces parece que fueran una misma cosa. No se recuerda en el Barcelona a un presidente tan aclamado como el de ahora, aunque ya es sabido que Joan Gaspart deshizo en tres a?os lo que Josep Llu¨ªs N¨²?ez hizo en 22, y que N¨²?ez, a su vez, se olvid¨® de Montal, tanto del padre como del hijo, de Mir¨®-Sans y de Narc¨ªs de Carreras, y si Llaudet viene a la memoria es porque hace poco que falleci¨® despu¨¦s de dejar un precioso trofeo Joan Gamper como legado.
Adem¨¢s del veleta de Gaspart, al ¨¦xito de Laporta han contribuido tanto su inter¨¦s por recuperar la carga simb¨®lica de la instituci¨®n, menospreciada en tiempos de N¨²?ez, como la insensiblidad del todopoderoso Florentino, cuyo proyecto de evangelizaci¨®n madridista empieza a provocar el mot¨ªn de las colonias. La hinchada azulgrana ha pasado de una filiaci¨®n contemplativa, por no decir pasiva, a una militancia activa. A falta de copas, no hay mejor manera para estimular la movilizaci¨®n social que montar partidos de madrugada como ocurri¨® ante el Sevilla. M¨¢s que para atacar, la afici¨®n entendi¨® que la junta la llamaba a filas para defenderse, as¨ª que no hay que sorprenderse por la celebraci¨®n del empate. Los barcelonistas se sintieron doblemente orgullosos: por c¨®mo se vieron y sobre todo por c¨®mo les miraron.
La salud que transmite Laporta le ha venido muy bien a un club m¨¢s podrido que enfermizo, y es natural, consecuentemente, que los socios blinden a su presidente, aclamado cada vez que comparece en el estadio. Ocurre, sin embargo, que Laporta parece ejercer m¨¢s de patriota catal¨¢n que de m¨¢ximo representante de un club que acaba de abrir una tienda en Jap¨®n despu¨¦s de realizar la pretemporada en EEUU.
A juzgar por cuanto ocurri¨® en la Diada de l'Onze de Setembre, el Barcelona aparece hoy como una instituci¨®n tan insufrible para el Espanyol como el Madrid para el Bar?a, por no hablar de los clubes catalanes que no se identifican con el azulgrana no por su equipo, sino por el pensamiento ¨²nico del club. No es ¨²nicamente una cuesti¨®n de rivalidad deportiva. Muchas de las pe?as barcelonistas que acudieron el pasado fin de semana a Granollers, por ejemplo, se han sentido igualmente ninguneadas por su propio presidente por utilizar en su discurso el catal¨¢n -al menos, en un 90%- en un encuentro mundial y, en consecuencia, con aficionados de todas las partes del mapa, que reclamaban cuando menos una traducci¨®n simult¨¢nea no por joder, sino para entender el parlamento.
Elegido por mayor¨ªa absoluta, Laporta corre el riesgo de partir el barcelonismo en dos, entre los de aqu¨ª y los de all¨¢, circunstancia que complicar¨ªa, y mucho, su deseo de situar al Barcelona en la primera l¨ªnea medi¨¢tica mundial. Puede que a Laporta no le guste el Bar?a que le han dejado N¨²?ez y Gaspart, dos presidentes de derechas, ni el despliegue de barcelonismo que ambos hicieron a trav¨¦s de las pe?as, y en su derecho est¨¢ de corregirlo. Hay muchos barcelonistas que desean una renovaci¨®n total y votaron incluso por un cambio radical. A ninguno de ellos, sin embargo, le gustar¨ªa que el Bar?a perdiera su carta de naturaleza, presidida por su esp¨ªritu de convivencia e integraci¨®n, signos que precisamente definen a la sociedad catalana.
Al igual que mucha otra gente, catalana o no, puede que Laporta est¨¦ harto de que cada d¨ªa intenten darle con la bandera de Espa?a en la cabeza y que, al fin y al cabo, trate de convencerse de que quienes le marcan son ni m¨¢s ni menos que los enemigos naturales del barcelonismo, de modo que conviene m¨¢s madera porque es la guerra. De llegar a tal conclusi¨®n, el presidente se equivocar¨ªa, a la vez que abonar¨ªa la ciza?a de quienes le acusan de intentar ayudar a la independencia de Catalu?a a trav¨¦s del Bar?a. Laporta debe gobernar con generosidad y sentido de la representaci¨®n. Si a N¨²?ez se le reproch¨® que dijera que la ciudad llevaba el nombre del club, a Laporta hay que pedirle que cuando menos que guarde las distancias con Mas, conseller en cap y candidato de CiU a la presidencia de la Generalitat. Recuperar la catalanidad perdida, cosa necesaria, es compatible con mantener la universalidad del club.
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