Un d¨ªa supers¨®nico
Beltr¨¢n, P¨¦rez y Scarponi pierden un minuto y Zabel logra su segunda victoria
?Ah, el amor! ?Ah, los ciclistas! Luis P¨¦rez, el valiente madrile?o, el m¨¢s combativo de todos, se cay¨® en una rotonda, y su novia se desmay¨®. Su novia, Ana, le espera todos los d¨ªas en la meta -es la hija de uno de los due?os de Unipublic y desde peque?a disfruta en los pasillos de la carrera y trabaja para la organizaci¨®n- y sufri¨® un s¨ªncope vasovagal -lo que antes se llamaba lipotimia- al verle llegar, la rodilla erosionada, las partes blandas contusionadas, la sangre corriendo pierna abajo como si fuera un torero reci¨¦n corneado. ?Ah, Cuenca! Pero la ca¨ªda del amado, el susto de la joven impaciente, no es lo ¨²nico por lo que merece la pena desmayarse en Cuenca. El cielo, azul apasionado, apabulla, y los huevos fritos y los picatostes de La Ponderosa, y los esp¨¢rragos tremendos que la chica pudorosa no se atreve a comer con los dedos, sabor a tierra, a tomates reci¨¦n arrancados, a acequia. Y encima no hac¨ªa fr¨ªo. No soplaba el viento helado del invierno cuando los corredores sub¨ªan por San Pedro, la plaza del Trabuco y el camino de San Isidro, por las calles empedradas, empinadas, por los rincones en los que Antonio P¨¦rez encontraba los objetos desechados que con su genio convert¨ªa en arte.
De la ligera brisa c¨¢lida no gozaron Luis P¨¦rez, el ca¨ªdo, ni Triki Beltr¨¢n ni Michele Scarponi, que tambi¨¦n se cay¨® y se machac¨® la clav¨ªcula, tres de los hombres mejor colocados de la Vuelta, que terminaron, tras el tremendo descenso por la hoz del Hu¨¦car a 1.02 minutos de los 42 primeros, del pelotoncillo que se hab¨ªa formado en la subida, cuando, ya se sabe, todos en fila, a todo meter, por las aceras, evitando los botes, las alcantarillas, llega un momento en que alguien no puede m¨¢s, se echa a un lado y los que van detr¨¢s pierden rueda, se quedan cortados, alejados. Calculaban que en el descenso todo se unir¨ªa, que los de delante se parar¨ªan, que los de detr¨¢s empalmar¨ªan, pero tuvieron mala suerte: en el grupillo estaba Zabel. Y no estaba Petacchi. No hab¨ªa m¨¢s que razones para seguir acelerando. Primero, para capturar a los dos ¨²ltimos fugados del d¨ªa, David Etxebarria y Santos Gonz¨¢lez; segundo, para que Petacchi se quedara donde estaba, detr¨¢s, sin incordiar al maestro alem¨¢n. ?Ah, el amor! Erik Zabel ama el ciclismo, pero no entiende de estados de ¨¢nimo. Es una m¨¢quina. Imperturbable. Su equipo le trabaj¨®, le baj¨® a toda velocidad, le captur¨® a Santos y Etxebarria. Luego ¨¦l remat¨®. Segunda victoria de etapa para el inoxidable alem¨¢n. Empate con Petacchi. Y Triki, P¨¦rez y Scarponi, a m¨¢s de un minuto. En una etapa intranscendente. Curiosa Vuelta.
En dos contrarrelojes prodigiosas, la colectiva y la individual de Zaragoza, Isidro Nozal, el l¨ªder que no quiere serlo, o por lo menos decirlo, abri¨® entre ¨¦l y el mundo una zanja de seguridad de m¨¢s de dos minutos. Algunos la estrecharon en los Pirineos, pero muy poquito, de tal forma que la clasificaci¨®n general que se estableci¨® en Zaragoza era muy similar a la que qued¨® fijada en Andorra, variaciones m¨ªnimas. En ella, Triki Beltr¨¢n, el furor de Zaragoza, el escaladorcito que se marc¨® la contrarreloj de su vida y so?¨® con ganar la Vuelta, se hab¨ªa colocado bien. Pese a algunos desfallecimientos le hab¨ªa recortado 41 segundos a Nozal, utilizaba la calculadora, sumaba Albacete (contrarreloj ma?ana de 53 kil¨®metros), restaba La Pandera, el puerto de su vida cotidiana, de su Ja¨¦n, de sus olivos. Y va, llega Cuenca, llega el empedrado, un corte y un minuto. Todo lo ahorrado, derrochado en un plis plas.
Cuenca es ¨²nica, como dice el eslogan, como proclamaba Luis Oca?a, que tuvo que exiliarse con su familia. En Cuenca, hace dos a?os, un tal Filippo Simeoni, lleg¨® el primero, lleg¨® solo, se baj¨® parsimonioso de la bicicleta, la levant¨® en el aire y as¨ª cruz¨® la meta. Luego hizo un canto de amor, ah, el amor, al deporte, a la vida sana, contra las drogas, por la juventud alegre y combativa. Simeoni era uno de los arrepentidos que denunciaron ante el juez los manejos de los m¨¦dicos milagrosos que manejaban el doping en Italia. Admiti¨® haberse dopado. Le sancionaron. Volvi¨® a correr. Ayer, Simeone termin¨® antepen¨²ltimo, a 12 minutos de Zabel. La etapa hab¨ªa sido supers¨®nica: casi 50 de media (y la media de la general supera los 42). Ah, la Vuelta.
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