De mal en peor
"Desde mi perspectiva nacionalista no puedo dejar de constatar, no sin emoci¨®n, que hoy coincidimos todos en la voluntad de poner fin a un Estado centralista; coincidimos todos en alcanzar por la v¨ªa de la autonom¨ªa un nuevo sentido de la unidad pol¨ªtica de Espa?a". En estos t¨¦rminos se expresaba Miquel Roca en la fase inicial del debate constitucional. T¨¦rminos que fueron compartidos por casi todos los dem¨¢s diputados en las Cortes constituyentes. ?se fue el esp¨ªritu que hizo posible la redacci¨®n en primer lugar y la aprobaci¨®n de manera casi un¨¢nime despu¨¦s del texto constitucional.
No parece que quede mucho de dicho esp¨ªritu cuando se van a cumplir los primeros veinticinco a?os de vigencia de la Constituci¨®n, como estamos teniendo ocasi¨®n de comprobar todos los d¨ªas y como evidenci¨® la reuni¨®n convocada el pasado mi¨¦rcoles por su Majestad el Rey. El presidente de la Generalitat mostr¨® su reserva respecto de la Constituci¨®n llegando a compararla con una "jaula". Y para qu¨¦ hablar de las reservas sobre la asistencia al acto del lehendakari, cuya presencia se midi¨® en los segundos en que departi¨® con el presidente del Gobierno. Una Constituci¨®n que fue elaborada con la finalidad principal¨ªsima de resolver el problema de la articulaci¨®n territorial del Estado y de manera muy especial la integraci¨®n de los nacionalismos catal¨¢n y vasco en un sistema pol¨ªtico com¨²n, y que parec¨ªa que hab¨ªa encauzado dicho problema de una manera razonablemente satisfactoria, est¨¢ siendo puesta en cuesti¨®n por esos mismos nacionalismos, que no entienden que la Constituci¨®n que se est¨¢ imponiendo por el Gobierno del PP en esta segunda legislatura sea la Constituci¨®n que se aprob¨® en 1978 y que se hab¨ªa venido aplicando en las legislaturas posteriores.
Curiosamente, los ¨²nicos que parecen encontrarse c¨®modos con la Constituci¨®n son aquellos que, como el presidente del Gobierno actual, estuvieron en contra de ella en el momento constituyente. Con la Constituci¨®n de 1978 est¨¢ ocurriendo algo similar a lo que ocurri¨® con el nacionalismo espa?ol, que, como ha explicado detenidamente Jos¨¦ ?lvarez Junco en Mater Dolorosa, fue en sus or¨ªgenes a comienzos del siglo XIX un proyecto liberal integrador, del que se apropi¨® hacia finales del siglo la derecha espa?ola, que lo convertir¨ªa en un t¨¦rmino excluyente y en una arma extraordinariamente mort¨ªfera algunos decenios m¨¢s tarde en la Guerra Civil.
La Constituci¨®n de 1978 fue en sus or¨ªgenes un elemento integrador en la sociedad espa?ola. El esfuerzo que se hizo para que pr¨¢cticamente todo el mundo cupiera en ella fue enorme. Y cuando, por diversas circunstancias, no se consigui¨® con el nacionalismo vasco en el refer¨¦ndum de aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, se aprovech¨® la negociaci¨®n del Estatuto de Gernika para conseguirlo. La lealtad de los nacionalismos catal¨¢n y vasco al sistema pol¨ªtico espa?ol durante la d¨¦cada de los ochenta y noventa ha sido m¨¢s que notable.
Este esp¨ªritu integrador es el que se ha quebrado en esta legislatura. La "fuerza integradora" de la Constituci¨®n de la que ya habl¨® Rudolf Smend en los a?os veinte, cada vez brilla m¨¢s por su ausencia en Espa?a. La Constituci¨®n se ha convertido en un elemento de divisi¨®n, en un arma arrojadiza con el que golpear a quien no se considera adversario, sino enemigo al que hay que aniquilar. Y vamos de mal en peor, pues ya no son s¨®lo dirigentes pol¨ªticos, como Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar o Jaime Mayor Oreja, quienes hacen uso de la Constituci¨®n de manera sectaria, sino que el ejemplo est¨¢ siendo seguido por quienes deber¨ªan dar ejemplo de lo contrario. O¨ªr al presidente del Tribunal Supremo en la apertura del a?o judicial hablando de la Constituci¨®n pone los pelos de punta.
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