A tumba abierta
Fosforescencias, una muestra en Granada de trabajos de Jos¨¦ Guerrero realizados entre 1968 y 1972, a su vuelta de quince a?os en Estados Unidos, propone un viaje a trav¨¦s de la abstracci¨®n y el color.
La obra de numerosos pintores del siglo XX ha ido marcada por sus desplazamientos. El caso de Jos¨¦ Guerrero (Granada, 1914-Barcelona, 1991) es paradigm¨¢tico. En la exposici¨®n que recoge sus trabajos realizados entre 1968 y 1972 podemos comprobar que el viaje est¨¢ tambi¨¦n condicionado por las vicisitudes de un cierto tipo americano. Cuando el pintor utiliza las frusler¨ªas de su entorno cotidiano (shopping bags, cerillas), invita al espectador a una traves¨ªa por la abstracci¨®n y el color para devolverle a la estaci¨®n de la experiencia com¨²n. Podemos ver en sus cabezas de f¨®sforos las arquitecturas del Museo de la Civilt¨¤ Romana, nichos que guardan las heridas del estudio, cabezas recluidas que evocan las profundas sombras de los p¨®rticos deslumbrados por el sol mediterr¨¢neo, yemas de los dedos que apuntan a un negro motherwelliano, la violencia impl¨ªcita del marco que se recoge sobre s¨ª mismo...
FOSFORESCENCIAS Y OTROS OBJETOS COTIDIANOS. 1968-1972
Centro Jos¨¦ Guerrero
Oficios, 8. Granada
Hasta el 5 de octubre
En 1965, Guerrero volv¨ªa a Espa?a despu¨¦s de quince a?os de estancia en Nueva York. El pop barr¨ªa de la escena a los expresionistas, pero Guerrero supo entender que la eficacia de los signos, su capacidad asociativa para transmitir emociones, era el camino que le deb¨ªa guiar a un refinamiento y elegancia mayor en la pintura de la naturaleza humana. Cuatro a?os en contacto con el grupo de Cuenca y El Paso alimentaron su obra y la cargaron de fuertes recuerdos de los paisajes de su ni?ez. Testimonio de esa ¨¦poca es el ¨®leo La brecha de V¨ªznar (1966), un impresionante paisaje pintado de sangre y tragedia, "que signific¨® el reencuentro con la cultura urbana y sobre todo la inmersi¨®n en un periodo marcado por una mayor experimentaci¨®n. Su estancia en Espa?a hab¨ªa culminado en una obra m¨¢s serena, m¨¢s condensada, lejos del gesto desbordante propio del expresionismo", como asegura en el texto del cat¨¢logo la comisaria de la muestra y directora del centro, Yolanda Romero.
Fosforescencias muestra la rotundidad de aquellos a?os. De la materia inanimada de una cerilla, Guerrero extrae toda la humanidad de la que es capaz, su pincel busca entre los ritmos del color la contundencia de columnas, arcadas, pilares, vallas, pilas de madera. Son juegos horizontales y diagonales, como en una lucha de sable frente al espejo. Tambi¨¦n hay una sexualidad contundente en estos paisajes de fuego, que nunca prenden pues se quedan en la pura formalidad, como si el pintor, que no act¨²a como voyeur, se mostrara fascinado por la diferencia de los cuerpos que nunca son el propio.
Junto a un grupo de piezas "menores", assemblages hechos con bolsas de pl¨¢stico, tela o papel -con sus formas reducidas a arcos y campos de color-, destacan estas telas personal¨ªsimas de Guerrero en torno al motivo de la cerilla, un homenaje del pintor a Rothko, cuyo suicidio, en 1970, le conmocion¨® como si hubiera visto un sarc¨®fago abierto y del que extrajo su inspiraci¨®n para liberar el marco de su servidumbre. Lo equivoco y lo inequ¨ªvoco, colores cremosos y rotundos, espacios palpitantes e indeterminados se encuentran felizmente plasmados en Acr¨®polis, Necr¨®polis, Black Arches y Penitentes. Son tambi¨¦n desaf¨ªos hechos con humor, que invitan al espectador a entrar en unos orificios de donde casi es imposible salir sin un ligero gusanillo de excitaci¨®n.
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