El caso
Los asesinatos de Co¨ªn y Mijas aparecieron de pronto como un caso para la polic¨ªa cient¨ªfica: el mal inexplicable se somet¨ªa a la raz¨®n. Esto es lo que nos consuela en esas novelas negras tradicionales donde los culpables son descubiertos y castigados. Asuntos que entretienen en un libro o en un cine, fruto de la imaginaci¨®n, en la realidad son espantosos, pero las ¨²ltimas noticias de M¨¢laga reduc¨ªan el espanto a la claridad de un proceso l¨®gico.
Quien conociera la comarca y oyera que el asesino fumaba Royal Crown, pod¨ªa deducir que se trataba de un ingl¨¦s, pues el Royal Crown es el tabaco de los ingleses de la costa. Y la polic¨ªa acumulaba y publicaba m¨¢s pistas: un trozo de faro manchado de sangre, huellas gen¨¦ticas.
Tienen una superstici¨®n los asesinos: creen que pueden borrar el pasado, que el pasado es modificable. Pero el pasado resiste con inconmovible obstinaci¨®n. El criminal se empe?a en lavar la sangre y limpiar el rastro, y al final descansa y fuma. Hay un episodio de Sherlock Holmes en el que el detective se presenta como estudioso de las diferencias entre las varias cenizas de tabaco, detalle que, seg¨²n dice, constituye en los juicios por asesinato una pista valios¨ªsima. "Adivinar lo que fuma un hombre reduce dr¨¢sticamente el campo de investigaci¨®n", dec¨ªa Holmes. Y el pasado es hoy mucho m¨¢s persistente, evidente e inalterable que en la ¨¦poca del detective imaginario Sherlock Holmes.
El proceso deductivo que resuelve un caso y desenmascara al criminal ha llevado a la polic¨ªa hasta el ingl¨¦s King, de Alhaur¨ªn el Grande, que, de acuerdo con las pruebas gen¨¦ticas ordenadas por el juez, podr¨ªa ser el asesino. Los an¨¢lisis del laboratorio se?alan su implicaci¨®n en los casos de Co¨ªn y Mijas. Pero los resultados no se conoc¨ªan cuando King fue detenido el jueves y la polic¨ªa a¨²n buscaba pruebas (el pasado es voluminoso: la polic¨ªa llen¨® ocho bolsas de basura de tama?o industrial).
Y luego, a la hora de la siesta, en la plaza de la Legi¨®n de Alhaur¨ªn, la muchedumbre, que llevaba esperando m¨¢s de tres horas, atac¨® los coches policiales donde quiz¨¢ viajara el supuesto asesino. El diario Sur recog¨ªa un grito: "Que lo suelten aqu¨ª, como si fuera una vaquilla".
Esto demuestra una fulminante capacidad de juicio popular, sin necesidad de pruebas. Contrasta con el laborioso af¨¢n policial de reconstruir lo que pas¨®: yo dir¨ªa que participa del deseo de borrar el pasado de golpe, r¨¢pidamente, ciegamente. El comisario que con paciencia recog¨ªa pruebas se llev¨® una pedrada y acab¨® en el ambulatorio para que le echaran unos puntos. Quiero entender a la multitud vengadora: esa gente ansiaba olvido y pureza, espantar al demonio. La crueldad cr¨ªa crueldad, es contagiosa, est¨¢ en nuestra calle, no la vemos hasta que salta. Las cosas no son como pensamos. Es mentiroso y peligroso nuestro mundo, y aborrecemos vivir enga?ados. Nos irrita que lo que parece ser no coincida con lo que es. El se?or Bowers, propietario del bar donde trabajaba el supuesto asesino, dijo: "King era trabajador, parec¨ªa buena persona. Ahora s¨¦ que era un bastardo".
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