Comunicarse o morir
En su deshilvanado preg¨®n de la Merc¨¨, F¨¢tima Mernissi atribuy¨® a Ibn Khaldoun la idea de que la decadencia del poder isl¨¢mico empez¨® cuando perdi¨® la capacidad de comunicaci¨®n. A simple vista es una idea que podr¨ªamos extender a la pol¨ªtica contempor¨¢nea. Estados Unidos, por ejemplo, perdi¨® la guerra de Vietnam porque no supo explicarla. La gente entendi¨® las razones de los vietnamitas pero no las de los americanos. La Uni¨®n Sovi¨¦tica se hundi¨® cuando su lenguaje ya era absurdo e incomprensible incluso para la clase obrera a la que pretend¨ªa dirigirse y ya s¨®lo algunos intelectuales y bur¨®cratas repet¨ªan la letan¨ªa. O, para poner un caso m¨¢s cercano y m¨¢s prosaico, el PSOE perdi¨® cuando se rompi¨® la comunicaci¨®n entre el Gobierno y las clases medias que ¨¦l ayud¨® a consolidar (con el ruido de la corrupci¨®n fomentando la confusi¨®n). En fin, si Estados Unidos se encuentra ahora en dificultades en Irak es en buena parte porque la ciudadan¨ªa se ha sentido enga?ada por las mentiras que se utilizaron como argumento de convicci¨®n. De modo que se ha roto la confianza entre las dos partes del v¨ªnculo comunicativo.
Sin embargo, es razonable preguntarse si la p¨¦rdida de la capacidad de comunicar es la causa o el efecto. Es porque est¨¢ debilitado que el poder pierde sensibilidad para comunicar o es el deterioro de la habilidad comunicativa lo que causa la p¨¦rdida del poder. No existe un acto de comunicaci¨®n en t¨¦rminos de plena igualdad entre las dos partes. Donde hay dos personas hablando hay ya una diferencia de potencial -no hay dos personas iguales-, lo cual es una diferencia de poder. Y s¨®lo muy excepcionalmente esta diferencia puede suspenderse. Si se trata del poder pol¨ªtico la desigualdad todav¨ªa es m¨¢s evidente. El que est¨¢ sentado en el trono, el que ocupa la peana, juega con ventaja. Por el solo hecho de estar donde est¨¢ se le escucha de otra manera. Y, como es sabido, la servidumbre voluntaria es una forma de renuncia a la autonom¨ªa que da dignidad al sujeto muy extendida entre los humanos. Sin embargo, el abuso del poder deja huella. Y la primera forma de abuso del poder es convertir la comunicaci¨®n en dictado, en discurso que va en una sola direcci¨®n. Como m¨¢s unidireccional es, m¨¢s inaudible acaba haci¨¦ndose. La p¨¦rdida de comunicaci¨®n es, a menudo, una consecuencia del abuso de poder, de la creencia en la omnipotencia del gobernante.
En la pol¨ªtica posmoderna la comunicaci¨®n es todo. Los perfiles ideol¨®gicos se desdibujan: la habilidad para vender el producto aparentemente es decisiva. El modo de explicar y presentar las propuestas se convierte en m¨¢s importante que el contenido. La pol¨ªtica se hace publicidad, que es algo distinto de propaganda. La propaganda tiene que ver con la creencia y la doctrina, la publicidad tiene que ver con el comercio. La propaganda convierte a la pol¨ªtica en disputa por la verdad, con las consecuencias tr¨¢gicas f¨¢cilmente imaginables. La publicidad despolitiza. Convierte a la pol¨ªtica en una mercanc¨ªa m¨¢s, sobre la que el ciudadano no tiene otra opci¨®n que la de decidir si compra o no compra. La propaganda busca inculcar una verdad en las mentes, la publicidad s¨®lo busca conseguir que el ciudadano se movilice el d¨ªa de las elecciones.
Sin duda, F¨¢tima Mernissi, cuando habla de comunicaci¨®n, cuando nos explica que el sat¨¦lite e Internet son las dos revoluciones que est¨¢n cambiando el mundo ¨¢rabe, no habla de la comunicaci¨®n como propaganda ni tampoco como publicidad. Piensa en la comunicaci¨®n como di¨¢logo: como posibilidad de entenderse entre gente diversa. La esperanza de la Mernissi es recuperar los protocolos de comunicaci¨®n: dentro y fuera del mundo ¨¢rabe. La propaganda impone lenguaje, la publicidad atrae la atenci¨®n del ciudadano. La propaganda es el reino de la mentira, la publicidad del eufemismo. La propaganda impone la confrontaci¨®n, la publicidad la indiferencia. En el primer caso el ciudadano es tratado como s¨²bdito al que hay que inculcarle lo que tiene que pensar y convertirlo en carne de ca?¨®n al servicio de la creencia; en el segundo caso, como consumidor sensible a la seducci¨®n de los reclamos al que no se le exige mayor atenci¨®n a la pol¨ªtica que la que pueda merecer decidir c¨®mo pasar¨¢ el fin de semana. Sin duda es un progreso que la gente no se mate por la verdad, pero ni la propaganda ni la publicidad tratan al destinatario de su discurso como ciudadano, sujeto aut¨®nomo con criterio. Basta ver el infantilismo de los mensajes que la publicidad pol¨ªtica emite para comprender la pobre opini¨®n que de los ciudadanos tienen los dirigentes. Con este trato, no deber¨ªa sorprender a nadie que el ciudadano se distancie cada vez m¨¢s de una pol¨ªtica que le busca, simplemente, como objeto de la caza del voto. Sin duda, de la propaganda a la publicidad hay cierto progreso. Pero la dignidad del ciudadano y de la pol¨ªtica pasa por otra idea de comunicaci¨®n: la que exige que se d¨¦ a las cosas el nombre que les corresponde y que desacredita tanto la mentira como el eufemismo que oculta la realidad de las cosas.
Para poder comunicar tiene que haber un territorio com¨²n: de respeto y de reconocimiento en el significado de las cosas. Crear estos protocolos de comunicaci¨®n es la tarea de la pol¨ªtica a todos los niveles. Por eso la pol¨ªtica se degrada cuando acude sistem¨¢ticamente a palabras obsoletas que ya nada significan pero todav¨ªa excitan a la tribu, a descalificaciones del adversario que se sabe que son falsas, a la tergiversaci¨®n de los argumentos del otro, a la divisi¨®n entre patriotas (los que piensan como uno) y antipatriotas (los que discrepan de uno). La democracia se basa en la palabra. Y la palabra es reconocimiento. Sin reconocimiento del adversario no hay democracia. Pero sin reconocimiento del ciudadano -trat¨¢ndole como consumidor y no como interlocutor- no hay respeto. Y falta al respeto aquel gobernante que especula con los sentimientos y los temores de los ciudadanos sin regatear mentiras ni falsedades. Cuando un artista que vive en las monta?as le dice a F¨¢tima Mernissi que ¨¦l tiene una web porque "o comunico o me muero", no s¨®lo podemos sentirnos identificados como sujetos de la sociedad global sino tambi¨¦n como ciudadanos. O hay comunicaci¨®n -y no s¨®lo publicidad y propaganda- o la democracia se muere.
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