Caos final en la Castellana
Eran las cuatro de la tarde cuando uno de los jefes de Unipublic volvi¨® a quejarse: "?Jop¨¦, ¨¦stos de los pasteles! Dijeron que estar¨ªan aqu¨ª a las tres y... ni rastro. Ya tenemos al alcalde y van a venir la ministra y el secretario de Estado y a lo mejor Rajoy". Su reino era media docena de jaimas enlazadas para formar una acogedora ¨¢rea VIP al lado del podio, mirando a la Cibeles, de espaldas a la Puerta de Alcal¨¢. El espacio era uno m¨¢s de los mini en que estaba dividida la zona de meta, pretendidamente popular, de la ¨²ltima etapa. El terreno p¨²blico, convenientemente privatizado y vigilado por la polic¨ªa, hab¨ªa sido vallado para que s¨®lo los invitados de los patrocinadores tuvieran acceso al sudor de los ciclistas. ?Que se fastidiaran los aficionados en general!
Eran las cuatro y media cuando el pelot¨®n, espectacularmente conducido por motoristas de la Guardia Civil, hac¨ªa su descenso majestuoso por la Gran V¨ªa, giraba a la izquierda por Alcal¨¢ y, peligrosamente, perd¨ªa el norte. En vez de girar a la derecha y bajar por la derecha hacia la estaci¨®n de Atocha, gir¨® a la izquierda, ?qui¨¦n lo iba a decir!, cogi¨® Castellana arriba por la izquierda y se convirti¨® en un grupo suicida. Parte del s¨¦quito de coches seguidores hab¨ªa tomado el camino correcto y se dirig¨ªa hac¨ªa un choque mort¨ªfero e inevitable con el pelot¨®n, que ya empezaba a descender por la Castellana en direcci¨®n a Cibeles. Al de Unipublic se le olvidaron los pasteles. Todos los empleados chocaron contra sus vallas y s¨®lo gracias a un trabajo r¨¢pido y decidido y a los reflejos de Paco Giner, movimiento de vallas y apertura de un cruce de urgencia por delante de la fuente, evitaron lo peor.
Detr¨¢s de vallas altas como muros, los de las camisetas amarillas de Ossa de Montiel, el pueblo de ?scar Sevilla, intentaban tomar posiciones, lejos de los pastelillos, que, por fin, hab¨ªan llegado y circulaban en elegantes bandejas por los camiones de los sponsors. A su lado, puro jolgorio, banderas enarboladas, grupos de colombianos que coreaban "?Colombia, Colombia!" cuando pasaba cerca su adorado F¨¦lix C¨¢rdenas, el rey de la monta?a, y m¨¢s todav¨ªa cuando subi¨® al podio para recibir su ¨²ltimo maillot naranja, entregado por un consabidamente sponsorizado -reclamos publicitarios en espaldas y mangas- ?lvaro de Marichalar a medias con Juan Antonio G¨®mez Angulo, presidente del Consejo Superior de Deportes. Y tambi¨¦n, apretados contra las vallas, lejos de todo, los m¨¢s numerosos, los de Guriezo, tambi¨¦n de amarillo, los m¨¢s ruidosos, los que llegaron para animar al Guri, a Isidro Nozal, que hab¨ªa perdido la v¨ªspera el maillot amarillo. Tales fueron sus gritos de ¨¢nimo que hasta pareci¨® que hab¨ªa sido Roberto Heras el que menos claque movi¨®, el derrotado. Un desenlace que habr¨ªa cuadrado con el caos de vallas y muros de una meta de la Vuelta.
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