Decencia
El Premio Nobel, tantas veces cuestionado por su pomposidad, por su obcecaci¨®n o por su arbitrariedad, no deja de dar -y en ello funda y afianza su cr¨¦dito- oportunas lecciones de autoridad y de perspicacia. El hecho de que haya distinguido, casi consecutivamente, a dos narradores como V. S. Naipaul y J. M. Coetzee, escritores los dos en lengua inglesa, supone el t¨¢cito reconocimiento de un hecho evidente: la hegemon¨ªa indiscutible de la que goza en el mundo entero la literatura escrita en esta lengua. Pero supone adem¨¢s el reconocimiento de un hecho m¨¢s significativo, que apunta a las fronteras de lo anterior: el hecho de que entre las m¨¢s originales y vigorosas aportaciones de esa literatura se cuentan las que proceden de las ruinas del viejo Imperio colonial Brit¨¢nico, donde en la actualidad se perciben con su m¨¢xima agudeza las tensiones y los conflictos que la cultura metropolitana export¨® a todo el planeta, tensiones y conflictos que -conviene aqu¨ª subrayarlos- determinaron el florecimiento de la novela en cuanto g¨¦nero.
No es casualidad que de nuevo sea una ex colonia brit¨¢nica el lugar de origen de un premio Nobel. Como no es casualidad que ese lugar de origen sea, una vez m¨¢s, Sur¨¢frica. Tampoco es casualidad que Sur¨¢frica y su realidad violent¨ªsima sean el escenario principal de buena parte de las novelas de Coetzee. Todo redunda en el hecho incuestionable de que esa compleja y delicada herramienta de an¨¢lisis y de conocimiento que es la novela act¨²a m¨¢s eficazmente all¨ª donde una inteligencia de rango superior se aplica a observar los rasgos de una realidad convulsa. Tal es el caso de Coetzee, que ha conseguido convertir Sur¨¢frica en escenario ejemplar -atrozmente ejemplar- en el que la dignidad humana juega en desventaja su partida contra esta ¨¦poca.
"Siempre luch¨¦ por el honor, por un honor ¨ªntimo", o¨ªmos decir a la narradora de La edad de hierro, "y us¨¦ la verg¨¹enza como gu¨ªa. Mientras me sintiera avergonzada sab¨ªa que no me hab¨ªa perdido en el deshonor. Para eso serv¨ªa la verg¨¹enza: era una piedra de toque, era algo que nunca te fallaba... Por lo dem¨¢s, yo me manten¨ªa a una distancia decente de mi verg¨¹enza. No me revolcaba en ella. La verg¨¹enza nunca se convirti¨® en un placer vergonzoso. Nunca dejaba de roerme. No me enorgullec¨ªa de ella, me avergonzaba de ella...".
Palabras ¨¦stas que sirven muy bien para destacar el acorde fundamental que el lector obtiene de la poderosa vibraci¨®n moral que emite cualquiera de las novelas de Coetzee y que ha sido determinante, sin duda, de la distinci¨®n que acaba de recibir.
Caracter¨ªstico de todas las novelas de Coetzee es precisamente esa dignidad que a sus personajes les proporciona su propio sentimiento de verg¨¹enza. Caracter¨ªstico del arte novel¨ªstico de Coetzee, por otra parte, es la forma en que ¨¦l mismo, en cuanto narrador, se mantiene a una "distancia decente" de esa verg¨¹enza, su resistencia -tan impropia de estos tiempos- a revolcarse en ella.
"Decencia" es una palabra clave -por rigurosa, por extempor¨¢nea- para describir la literatura de
Coetzee. Otra palabra clave, igualmente antip¨¢tica, ser¨ªa "frugalidad". En un pasaje del ejemplar relato autobiogr¨¢fico que constituyen, hasta el momento Infancia y Juventud, Coetzee confiesa su instintivo horror a todo derramamiento de emoci¨®n y dice admirar esa "actitud de lac¨®nica decencia elemental" que entretanto ha terminado por constituir el rasgo sobresaliente de la escritura de Coetzee, cada vez m¨¢s reacia a toda palabrer¨ªa.
Importa destacar, con todo, que es ¨¦ste un rasgo trabajosamente logrado, por cuanto se destaca progresivamente -y no es el menor espect¨¢culo que brinda su recorrido- de una a otra de las novelas de Coetzee. En este sentido se se?al¨® en su momento c¨®mo entre las primeras y las ¨²ltimas novelas de Coetzee se va tensando lo que vale considerar tanto una ¨¦pica como una ¨¦tica del despojamiento. ?pica y ¨¦tica del despojamiento que se va abriendo paso a trav¨¦s de un estilo cada vez m¨¢s desnudo, m¨¢s tajante, m¨¢s -dicho sea en el mejor y m¨¢s piadoso de los sentidos- "franciscano".
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