Pedos y mentiras
No hace mucho que el nombre de Efraim Medina Reyes (Cartagena de Indias, 1969) asom¨® a las p¨¢ginas de este suplemento. Fue en un n¨²mero dedicado, el pasado mes de julio, a la actual literatura colombiana, dentro de la cual la figura de Efraim Medina constituye un caso muy particular, debido m¨¢s que nada a la actitud provocadora, casi pendenciera, que este autor mantiene con respecto al medio cultural de su pa¨ªs. Una actitud que se sustenta en agresivas declaraciones, poses exhibicionistas y toda suerte de estridencias, empezando por los t¨ªtulos de sus ¨²ltimas novelas: ?rase una vez el amor pero tuve que matarlo (2001), T¨¦cnicas de masturbaci¨®n entre Batman y Robin (2002) o, inminente ya, Sexualidad de la Pantera Rosa.
T?CNICAS DE MASTURBACI?N ENTRE BATMAN Y ROBIN
Efraim Medina Reyes
Destino, Barcelona, 2003
310 p¨¢ginas. 17 EUROS
A Efraim Medina le complace presentarse como -ejem- "un escritor neoyorquino nacido en Cartagena". No le acaba de gustar, sin embargo, que lo comparen -como suele hacerse- a Bukowski. Eso le pasa, dice ¨¦l, "por decir y escribir palabrotas, por beber y culear, por tirarse pedos y dar trompadas", y por escribir con desinhibici¨®n sobre todo ello. Poeta y cuentista notable, adem¨¢s de novelista, Efraim Medina, que ya empez¨® a publicar por los ochenta, hace gala del polifacetismo que hoy parece condici¨®n de todo artista prometedor: ha escrito y dirigido v¨ªdeos y piezas de teatro, ha sido letrista y bajista de una banda musical, y se ufana, tanto o m¨¢s que de sus libros, de sus 15 peleas como boxeador amateur.
El "chico malo" de la literatura colombiana, como ha sido etiquetado por algunos (al parecer sin rubor), ha obtenido en su pa¨ªs dos premios nacionales, el ¨²ltimo concedido en 1997 a ?rase una vez el amor... Un libro ¨¦ste muy llamativo, seguramente mejor que el que aqu¨ª se rese?a, y que en Colombia atiz¨® la pol¨¦mica en torno a un escritor siempre dispuesto a alentarla, pues ya en 1990, dicen, la edici¨®n ¨ªntegra de uno de sus libros de poemas (apenas cien ejemplares, no vaya a pensarse) fue objeto de una quema p¨²blica por parte de un grupo de feministas.
Publicado por Feltrinelli hace pocos meses, el avasallador ¨¦xito que ha obtenido recientemente en Italia ?rase una vez el amor... ha desatado en otros pa¨ªses de Europa, entre ellos Espa?a, el inter¨¦s por su autor, a quien, entretanto, el ¨¦xito est¨¢ volviendo cada vez m¨¢s lenguaraz, y que parece conforme con que lo presenten -ay- como una suerte de escritor de culto para los m¨¢s j¨®venes, en¨¦simo practicante de esa extra?a pero cada vez m¨¢s com¨²n especie de literatura destinada a quienes no les gusta leer (y que se toca por los extremos, valga decirlo, con esa tambi¨¦n extra?a pero igualmente com¨²n e insufrible especie de literatura destinada a quienes les gusta que les guste leer).
Cuanto va dicho sirve, casi tanto como el libro mismo, para saber a qu¨¦ atenerse con T¨¦cnicas de masturbaci¨®n entre Batman y Robin. La novela comienza con una tralla de sentenciosas reflexiones sobre la mec¨¢nica del amor y la guerra de los sexos. Son m¨¢ximas de tocador (por ah¨ª asoma Cioran), en las que prevalece una recalcitrante misoginia que constituye tanto una forma de provocaci¨®n como -con solapada coqueter¨ªa- el dolido residuo de un desgarrado romanticismo. El resto de la novela abunda en el mismo acorde a trav¨¦s de una serie de ocurrencias y ejercicios de estilo (parodias de manuales de autoayuda, no exentas de gracia; guiones de v¨ªdeo, art¨ªculos de fanzine, cartas) en cuyos entresijos apenas prospera una escu¨¢lida trama narrativa por medio de la cual sabemos de las cuitas existenciales de Sergio Bocafloja, de sus amores dif¨ªciles y de su pandilla de amigos.
Costumbrismo de la amistad, ¨¦tica de la camarader¨ªa, est¨¦tica del fracaso, ret¨®rica y kitsch de la autenticidad... Tremendismo urbano, ¨¦pica de la marginalidad, ecumenismo sexual ("?qui¨¦n rayos no es gay?")... Precocidad y desesperaci¨®n, "furia y desaz¨®n", arrogancia y quejido. Y, como no, las convenientes dosis de violencia y drogas y rocanrollo... Todo ello envuelto en un lenguaje presuntamente desinhibido, que halla una excitaci¨®n infantil en las referencias escatol¨®gicas (pedos y eructos por doquier) y que alterna el antiintelectualismo y el descaro con la m¨¢s filos¨®fica gravedad, la rudeza y la boutade con la empalagosa pedagog¨ªa de un consultorio sentimental, la humorada con el m¨¢s arrebatado lirismo...
Quiz¨¢ en Colombia, donde el sol tarda m¨¢s en ponerse, un artefacto de este tipo pueda suscitar a¨²n esc¨¢ndalo o sorpresa. En Espa?a se alinea mansamente con la prole ya muy menguante de lo que se dio por llamar la joven narrativa de los noventa. No es azaroso que Medina Reyes sea publicado por Destino, un sello en cuyo cat¨¢logo languidecen algunos de los t¨ªtulos m¨¢s representativos de aquella ola ef¨ªmera, en la que se destacaron nombres como los de Ma?as, Garc¨ªa Vali?o, Mestres o Luc¨ªa Etxebarr¨ªa (quien, por cierto, tambi¨¦n en su d¨ªa luci¨® p¨²blicamente sus carnes, aunque no, como Efraim Medina, en la portada de su libro, no lleg¨® a tanto).
Resulta casi conmovedora la forma en que Efraim Medina saca a relucir sus talentos, que no son pocos, pero que pone sobre la mesa como cartas boca arriba, sin que haya modo as¨ª de armar una partida. Toda esa tramoya dedicada a incrustar, mimetiz¨¢ndolos o parodi¨¢ndolos, lenguajes ajenos al orden literario, consigue a veces efectos chocantes, sobre todo chistosos, pero es heredera de un seudoexperimentalismo ya muy caduco, en el que el ensayo de estructuras supuestamente nuevas y el fragmentarismo son recursos con raz¨®n sospechosos de distraer al lector de la inanidad de lo que en definitiva se cuenta. En este sentido, T¨¦cnicas de masturbaci¨®n... no va m¨¢s all¨¢, narrativamente, de lo que se declara en sus aforismos iniciales. Todo lo dem¨¢s son digresiones m¨¢s o menos entretenidas.
Queda al fondo de un libro as¨ª, incluso de una actitud literaria y personal como la que Efraim Medina encarna, el problema de la autenticidad, a la que ya se ha hecho menci¨®n. La autenticidad, s¨ª, que tan err¨®neamente tiende a equipararse a la verdad, otorg¨¢ndole un valor moral. Bajo la vigilancia y la expectativa de Europa, la narrativa hispanoamericana ha encarnado, con sucesivos disfraces, ese mito de la autenticidad. El realismo m¨¢gico que tanto encabrona a Efraim Medina (quien no pierde ocasi¨®n de denostar a Garc¨ªa M¨¢rquez) fue uno m¨¢s entre esos disfraces que tantas veces han promovido una especie de "autenticidad artificial" (Juan Villoro). Por extra?o que resulte, una novela como T¨¦cnicas de masturbaci¨®n... constituye otra modalidad de esa autenticidad artificial, s¨®lo que menos genuina. En el chico criado en un suburbio que va por el mundo canturreando a Rimbaud y con la polla enhiesta, oponiendo obcecadamente la Vida -con may¨²sculas- a la literatura, se reconoce una en¨¦sima versi¨®n -urbanita y tropical- del Buen Salvaje. No es tan raro que, despu¨¦s de los llamados "j¨®venes can¨ªbales", los lectores italianos hayan ido a buscar fuera de su pa¨ªs nuevas tribus que los espanten y entretengan.
"Nunca he visto ni le¨ªdo una entrevista donde alguien hable de sus pedos, en cambio se dedican a mentir", dice el narrador de T¨¦cnicas de masturbaci¨®n... Y por ah¨ª se vislumbra la grieta en la que una voz llena de potencia como la de Efraim Medina parece tropezar y arriesga precipitarse. Ver¨¢: hasta la m¨¢s repetida de las mentiras tendr¨¢ siempre m¨¢s inter¨¦s que un pedo. Por lo dem¨¢s... se trata de otra cosa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.